El pasado 5 de febrero murió en Bruselas David Moyano Tejerina, superviviente del campo de concentración nazi de Mauthausen, en el que estuvo preso junto a otros 7.000 españoles. Entre ellos había 192 asturianos, muchos de ellos de la Montaña Central, como Avelino Rodríguez «La Frecha»; Prisciliano García Gaitero, que tuvo tiempo de redactar su memorias antes de fallecer de tuberculosis ósea el 30 de junio de 1949 en un sanatorio francés, y el turonés Rafael Álvarez López, compañero en el Kommando Poschacher del ahora fallecido.

David Moyano había nacido en el barrio de San Esteban de Ujo, cercano a las vías del ferrocarril del Norte, donde trabajaba su padre. Allí acudió a la escuela y pasó su infancia antes de que la familia se trasladara a Valladolid; la casualidad hizo que otro traslado forzase su regreso poco antes del inicio de la Guerra Civil y aquí los sorprendió el alzamiento militar. Incorporado al bando republicano, huyó a Francia tras la caída del frente del Norte, en 1937, y desde allí volvió a Cataluña para reintegrarse al Ejército popular, en el que fue destinado a la batería antiaérea 118 del Campo de la Bota.

El final de la guerra le hizo cruzar de nuevo la frontera e ingresar en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer; desde allí fue destinado a la construcción de las defensas de Alsacia, donde fue detenido por los alemanes y llevado al campo de prisioneros de guerra Stalag XI-B, en Fallingbostel, para ser conducido el día 25 de enero de 1941 -su 19.º cumpleaños- a Mauthausen.

David Moyano pasó allí cuatro años de sufrimientos inenarrables y logró sobrevivir gracias a su inclusión en el comando de trabajo Poschacher. Los «pochacas», como ellos mismos se denominaban, eran escogidos por su juventud y fortaleza, y gozaban del privilegio de poder salir del campo de exterminio para trabajar en una cantera que estaba a cinco kilómetros de sus barracones; todos eran españoles y se les permitía prescindir del famoso uniforme rayado que tenían los otros presos, aunque la ropa de paisano se marcaba con pintura roja y se le cosía, además, un triángulo azul invertido y la letra S de «spanier» (español) en su centro.

Este colectivo se caracterizó por su unidad, frente al las diferencias fratricidas que se arrastraban desde la guerra civil entre socialistas, comunistas, republicanos o anarquistas y logró tener una pequeña estructura que les permitió organizar actividades comunes tales como una rondalla o partidos de fútbol para hacer frente a los intentos de las SS de debilitar psicológicamente a los presos, e incluso fueron los artífices del llamado «Aparato Militar Internacional», una estructura clandestina en la que se comprometieron internos de otros países, que estaba preparada para sublevar el campo en caso de que los nazis intentasen una matanza masiva antes de rendirse a las fuerzas aliadas. Afortunadamente no hizo falta y, tras la caída del Tercer Reich, cada uno siguió su camino.

En 1946, el de David se detuvo en Bélgica. Allí encontró trabajo como electricista en las minas de carbón y formó su propia familia. Desde Bruselas se desplazaba anualmente a los actos de aniversario que organizaban los supervivientes del campo de Mauthausen, incluso cuando en sus últimos años estaba al cuidado de su esposa enferma y era reemplazado durante su ausencia por su hija Noemí, llegada desde Canadá.

En 2008, ya con 86 años, aún tuvo fuerzas para encabezar una querella ante la Audiencia Nacional y llevar ante los tribunales a cuatro oficiales de las SS que habían participado en los exterminios organizados sistemáticamente en los campos de Mauthausen, Sachsenhausen y Flossenbürg.

Aunque mantuvo una abundante correspondencia con sus amigos asturianos, David Moyano Tejerina nunca regresó a su tierra. Que la tierra le sea leve.