Argüero (Villaviciosa),

Mariola MENÉNDEZ

El párroco de Argüero, Severino Canal, de 71 años, se recupera en su casa después del gran susto que se llevó hace un mes al caerse en su domicilio y le provocó unas heridas que le han tenido en el hospital 17 días. Fue encontrado, ensangrentado y desnudo, por sus vecinos el pasado 25 de octubre, tras pasar unas dieciocho horas tendido en el suelo. Ahora, desde la tranquilidad de su hogar, define aquel episodio como «un paréntesis», porque asegura no tener ningún recuerdo de lo ocurrido. No obstante, se siente aliviado al descartar que se hubiera tratado de una agresión, como en un principio se dudó. Manifiesta, aún con resquemor, que le «dolía» la idea «de que fuera un desquite o una represalia. Pero no tiene fundamento».

La mayoría de los indicios apuntan a que una hiperglucemia pudo ser la culpable del estado de agitación y desorientación que provocó la caída del párroco y de que apareciera únicamente vestido con unos calcetines y manchado de pintura. Severino Canal explica que tenía un nivel de glucosa de 400, posiblemente descontrolado por la ingesta de higos el día anterior. Aunque los médicos «también barajan que pudiera ser por la apnea». Después de este susto, Severino Canal trata de pasar página a su mala racha, ya que a finales de marzo del año pasado también sufrió un accidente de tráfico en Venta les Ranes.

Además, tiene bien presente el día del sorteo de la lotería de Navidad de hace unos doce años porque sufrió otro percance en el cementerio al caerse mientras limpiaba unos canalones. Aquel día se llevaron otro buen sobresalto en el pueblo. Ahora toca cuidarse, evitar los excesos alimenticios y clara de huevo cocido -para que cicatrice la brecha de la cabeza- que le prepara Guillermina, la vecina que le cuida en su recuperación. «Estoy bien, aunque me queda un poco de dolor de cabeza y tengo algún mareo», explica de forma pausada y tranquila, pero sin perder la sonrisa y el buen humor.

El domingo 21 de noviembre, Canal retomó sus compromisos con los feligreses de Oles, Tazones, San Justo y Argüero al celebrar la misa en estas dos últimas localidades. Manifiesta haberse sentido querido y apoyado por el pueblo en estos duros momentos. «Fueron más sensibles e incluso acudieron más a misa», agrega animado.

Este sacerdote jubilado indica que fueron las buenas vistas de la planta séptima del Hospital de Cabueñes, en Gijón, las que le hicieron más llevadera su ingreso. «Creo que me influyó para recuperarme mejor: estuve más alegre y me rindió menos el tiempo», que en estancias anteriores, asegura. Aunque, eso sí, parece que las heridas se curan mejor en casa, a pesar de que considera que en esta vez el personal sanitario fue «más humano y cercano». Una de sus quejas es el trato impersonal que, a veces, suele dispensarse en los centros hospitalarios, donde los pacientes son «un número».