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Crónica de un encuentro en París

El intelectual mierense Aniceto Sela se entrevistó en 1892 con el barón Pierre de Coubertin, pero no llegó a participar en las deliberaciones del congreso que restableció los Juegos Olímpicos

Crónica de un encuentro en París

En la fachada del Colegio Público Aniceto Sela, se colocó hace años una placa para resumir la vida del intelectual más destacado que hasta el momento ha nacido en Mieres. El texto escrito en nuestra lengua vernácula dice así: "Miembru fundador d´Extensión Universitaria y de la Institución Libre de Enseñanza n´Asturies, y representante d´España nel primer Congresu celebráu en Paris, presidíu por Pierre de Coubertain pa la organización de los primeros xuegos olímpicos de la era moderna".

En la inscripción hay que corregir el pequeño error de llamar al barón francés Coubertain en vez de Coubertin, que es lo correcto, pero también sería de justicia revisar el currículo de don Aniceto, ya que el texto se queda tristemente corto al citar sus cargos académicos y además lo del olimpismo no parece tan claro.

La culpa no es del redactor del texto, porque seguramente se limitó a copiar lo que citan la mayor parte de las biografías de nuestro sabio, dando por hecho que este dato deportivo es cierto. Tanto es así, que incluso en 1992 se publicó un libro con el título "Los pioneros del olimpismo moderno. Adolfo Buylla. Aniceto Sela. Adolfo Posada", que abunda en esta cuestión y les confieso que yo mismo tampoco lo he puesto en duda hasta hace muy poco tiempo. Pero la realidad es otra y se la voy a contar en esta página para que ustedes saquen sus propias conclusiones.

Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, fue un pedagogo francés que a la vuelta de un viaje por Inglaterra y Estados Unidos, a principios de la década de 1880, empezó a masticar la idea de trasladar a su país la importancia que se le daba allí a la enseñanza del deporte y, dando un paso más, en noviembre 1892 expresó públicamente en una asamblea universitaria de La Sorbona su intención de restablecer los Juegos Olímpicos a partir de un congreso internacional.

Una vez decididos el lugar y la fecha -París, entre el 16 y 23 de junio de 1894- el barón empezó a buscar apoyos en los círculos progresistas de otros países. Para ello contactó en España con la Casa Real y con la Institución Libre de Enseñanza, les envió su programa y a la vez solicitó información sobre aquellas sociedades o personas que pudiesen acudir al evento. Los elegidos fueron tres profesores de la Universidad de Oviedo: Aniceto Sela, Adolfo Posada y Adolfo Álvarez-Buylla, como así consta en diversas cartas y documentos que aún se conservan. Tres hombres comprometidos con el movimiento de renovación pedagógica, que no negaban su simpatía con el krausismo, una doctrina que se había extendido por Europa defendiendo la libertad de cátedra y la adaptación de la enseñanza a los nuevos tiempos.

A aquella asamblea, llamada "Conferencia de París", asistieron finalmente 69 delegados de 12 países que aprobaron por unanimidad la propuesta de restauración de los Juegos Olímpicos y su celebración en Atenas para que quedase clara desde un principio su intención de recuperar el espíritu de los que se celebraban en la antigua Grecia.

En aquel momento, cuando el país heleno se encontraba en una profunda crisis económica y su gobierno no podía hacer frente a la costosa organización, la financiación llegó por sorpresa desde la cartera del filántropo George Averoff, quien donó un millón de dracmas para reconstruir el estadio panatenaico con el mismo mármol blanco del monte Pentélico que había lucido en su origen y por fin, en abril de 1896 se abrió la I Olimpiada de la era moderna.

Pero lo que nos interesa saber es cuál fue la participación real de Sela, Álvarez Buylla y Posada en este logro, una duda que surge cuando vemos que en el primer Comité Olímpico Internacional salido de aquella conferencia están representados únicamente doce países: Argentina, Austria-Bohemia, Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido, Grecia, Hungría, Italia, Nueva Zelanda, Rusia, Suecia y la propia Francia, mientras se echa de menos a España.

Es verdad que los profesores estuvieron en París en aquellas fechas y se entrevistaron con Coubertin, pero contamos con un informe sobre el viaje que nos aclara como se produjo aquel encuentro. Lo publicó en agosto de 1894 en la revista "La España Moderna" uno de los viajeros, el catedrático de derecho Adolfo Posada, y es un extenso resumen de aquel desplazamiento organizado por encargo del Director General de Instrucción Pública, quien había comisionado a los tres miembros del llamado "Grupo de Oviedo" para que conociesen de cerca las nuevas tendencias educativas francesas, con el objetivo de importar aquellas ideas que pudiesen mejorar aquí el funcionamiento de nuestras escuelas.

Don Adolfo se apresuró a señalar en su escrito que allí no hubo dietas, viáticos ni cosas por el estilo, de forma que cada cual se pagó sus gastos, "viajando en tercera por un franco diez o un franco veinticinco y comiendo por un franco cincuenta o un franco setenta y cinco". De esta forma, los tres comisionados recorrieron mil kilómetros en los ferrocarriles españoles y más de tres mil en los franceses; pudieron conocer una treintena de establecimientos educativos y estuvieron en Francia cerca de un mes por menos de 500 pesetas.

Llegaron a París a principios de junio y a pesar de que el curso galo no terminaba hasta mediados de julio, muchas de las enseñanzas más interesantes ya habían concluido. Entre las visitas de trabajo a centros de enseñanza de todo tipo, destacaron las que hicieron al Colegio de Francia; la Escuela Normal Superior de Saint Cloud donde se formaban los maestros con un plan de trabajo tan estricto que dejaban el lecho a las cinco de la mañana y se recogían a las nueve y media de la noche; la Facultad de Derecho, que les defraudó por que seguía ajena a cualquier cambio y el Ministerio de Comercio. También estuvieron en la casa del pedagogo Enrique Marion, con el que mantuvieron una conversación de varias horas que le sirvió a Adolfo Posada para escribir su libro "Pedagogos en acción" y sí: en el despacho del barón de Coubertin.

Leamos el párrafo donde se narra este encuentro: "Aprovechando nuestra estancia en París y aceptando la invitación dirigida a la Universidad de Oviedo, por el barón de Coubertin, asistimos a algunas sesiones del Congreso del Sport. Tratábase en ellas de dos temas principales: las condiciones del sport, como oficio y como ocupación de aficionados, y del establecimiento de los juegos olímpicos internacionales. Nuestras muchísimas ocupaciones nos impidieron tomar parte activa en las deliberaciones del Congreso. Lo más interesante para nosotros era conocer al barón de Coubertin, que es uno de los iniciadores y mantenedores del renacimiento de la educación física en Francia. Francamente, yo esperaba encontrarme con un sportman (en lo físico) y me llevé un gran chasco. El barón de Coubertin, persona finísima, agradable, que con tanto entusiasmo defiende los juegos del sport, es un hombre de corta estatura, y que bajo ningún concepto se asemeja a un atleta. No se parece a aquel reverendo, director de Eton, a quien en 1886 conocimos en Inglaterra y que es en su país el más decidido defensor de la atlética. ¡Qué musculatura, que puños los del insigne reverendo Warre!...".

Vemos como en una sola frase se nos aclara todo: "Nuestras muchísimas ocupaciones nos impidieron tomar parte activa en las deliberaciones del Congreso" -escribió Posada-, y no hay más que decir. En cuanto a la pobre impresión que les produjo la apariencia física del barón, no viene al caso. Solo aclarar que el reverendo Warre, al que se cita, fue un profesor del prestigioso Colegio del Rey de Nuestra Señora de Eton, muy cerca de Windsor, donde llegó a ser rector, según parece más por sus éxitos como remero que por méritos académicos. Ya saben, cosas de los ingleses.

Todavía se conservan las tarjetas que llevaron los docentes a la reunión de París y que al parecer usaron muy poco; aunque, siempre atentos a cualquier movimiento que pudiese fomentar las relaciones de amistad entre los países europeos, no dejaron de interesarse por este tema. Un ejemplo es la carta personal que su regreso a España, Aniceto Sela envió a Coubertin preguntándole por las conclusiones del Congreso para difundirlas en la prensa nacional.

Esta tarde comienzan en Mieres los actos conmemorativos del 150 aniversario del nacimiento de don Aniceto, catedrático de derecho, defensor del internacionalismo; secretario de la Junta de Extensión Universitaria y rector de la Universidad de Oviedo; director general de Enseñanza Primaria; delegado por el Gobierno de España ante la Sociedad de Naciones; senador por el partido reformista; empresario y miembro activo de la Asociación Patronal de Mineros Asturianos. Uno de los personajes más interesantes de nuestra historia reciente que aún tiene mucho que enseñarnos.

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