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Recordando a "Tano" Hevia

El comandante, que cayó bajo las balas de la brigadilla en Ablaña en 1939, encabezó junto a Belarmino García y Lucio Deago el asalto del cuartel de Olloniego, primera victoria de los revolucionarios en 1934

Recordando a "Tano" Hevia

En la mañana del 20 de octubre de 1937, cuando ya nada podía evitar la caída de Gijón en manos del ejército franquista, los responsables del Consejo Soberano de Asturias y León convocaron una última reunión para cerrar los detalles de su huida. A las dos del mediodía, los dirigentes políticos y militares embarcaron con sus familias rumbo al exilio mientras pequeños grupos armados mantenían una resistencia desesperada en distintos puntos de la región. Entre ellos, unos no hicieron más que cumplir la orden de cubrir esta salida, otros se opusieron a la rendición y algunos simplemente no dejaron las armas porque desconocían la decisión que habían tomado sus jefes.

El comandante Robustiano Hevia mandaba el Batallón de Infantería Asturias nº 217 Ductor 2, que había combatido en la zona de Buenavista y Olivares en el frente de Oviedo. Tenía la autoridad suficiente para haberse marchado aquel día, pero fue de los que decidieron quedarse y luchar, convirtiéndose de esa forma en uno de los primeros jefes de la guerrilla socialista, que en aquellos meses contaba con numerosos efectivos en la Montaña Central. Sin embargo no pudo prolongar mucho tiempo su resistencia, ya que en la primera noche del año 1939, cayó bajo las balas de la brigadilla en los montes de Ablaña en una acción que se cerró con siete compañeros muertos, entre ellos su esposa.

Un traidor había delatado el lugar en el que habían convocado una reunión, seguramente para ultimar la fuga masiva que los maquis asturianos estaban preparando; luego, los servicios de inteligencia policial, conscientes de que la noticia podía abortar otra operación de mayor alcance, se ocuparon de que no trascendiese demasiado para evitar la alarma entre sus compañeros que seguían adelante con el plan.

Dos semanas más tarde, 700 guerrilleros que intentaban llegar al mar, entablaron un combate con las fuerzas franquistas que los estaban esperando en una emboscada. Según contó mucho más tarde el comandante Mata aquel día murieron allí otros 57 combatientes con lo que la resistencia socialista quedó seriamente tocada.

"Tano" Hevia había nacido el 6 de mayo de 1906 en La Manzaneda, camino de Olloniego, dentro de una familia obrera en la que él fue el mayor de ocho hermanos. Su padre -llamado también Robustiano- era vigilante en una mina que la empresa Hulleras de Riosa tenía abierta en La Pereda, pero en su casa querían para él una vida mejor. Afortunadamente, el chaval era despierto y hábil, así que pronto empezó a trabajar en la barbería del pueblo, el lugar idóneo para conocer gentes de todo tipo, escuchar sus conversaciones e ir formando una opinión propia sobre cualquier asunto.

Allí tomó contacto por primera vez con las ideas marxistas. Primero se limitó a aprender, con prudencia, pero poco a poco se decidió a escribir en la prensa obrera y a colaborar con la sociedad "La Cultural", que desde 1927 se dedicaba a encauzar las inquietudes del proletariado en Olloniego, organizando conferencias, "cafés literarios", representaciones musicales y teatrales, al mismo tiempo que los socios hacían crecer una biblioteca que alcanzó los setecientos volúmenes.

Poco después, el país recibió la República con alegría y la política pudo abordarse de frente y sin tapujos. "La Cultural" se transformó en "La Emancipación Clasista", un nombre que dejaba pocas dudas sobre su ideología. Al mismo tiempo "Tano" fue elegido para presidir las Juventudes Socialistas, que se habían fundado en esta villa en 1930. El listado de actividades que se hicieron bajo su dirección, convirtió a esta organización en uno de los grupos más activos a la hora de preparar la insurrección de octubre.

Cuando por fin llegó el momento de las armas, no dudó en encabezar junto a Belarmino García y Lucio Deago, otros dos dirigentes locales, al grupo de 400 mineros que asaltaron el cuartel de la Guardia Civil de Olloniego, consiguiendo la primera victoria de los revolucionarios. A los tres compañeros le tocó pagar las consecuencias de la derrota, "Tano" prefirió el exilio a la cárcel y logró refugiarse en la localidad de Dieppe, en el norte de Francia, hasta principios de 1936 y ya de vuelta, como hemos visto, al iniciarse la guerra civil, volvió a la lucha como comandante de las milicias republicanas.

La historia de Belarmino García, al que llamaban "Costarapu", fue muy parecida: estuvo junto a él en el exilio y ambos retornaron al mismo tiempo, tras el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936. En la guerra fue comisario político de la 203 Brigada, que combatió en el cerco de Oviedo y formó parte de la guerrilla del monte hasta que fue detenido y torturado a finales de 1948. Por su parte, Lucio Deago también fue comandante y mandó en 1936 los batallones "Henri Barbusse" y "Llaneza", siendo ascendido a mayor en los últimos días de resistencia del Frente Norte. Luego fue fusilado en Gijón.

"Tano" Hevia fue en su juventud un buen futbolista y llegó a jugar en la línea media del Nalón F. C. En ella coincidió con Ricardo Vázquez Prada, hombre de derechas, que luego sería uno de los periodistas más destacados de la Asturias franquista. En su libro "Prólogo a 1936" contó una curiosa anécdota que nos ayuda a conocer a nuestro personaje.

Ocurrió el 2 de mayo de 1932 y el escenario fue el cementerio de Olloniego. El periodista estaba allí en el entierro civil de la joven María Prada, hija de un amigo, que había muerto en San Esteban de Manzaneda, cuando en medio de la ceremonia laica algunas mujeres del pueblo empezaron a rezar. Entonces el barbero socialista las interrumpió para pronunciar unas emotivas palabras de despedida en la que no se cortó a la hora de criticar a las beatas "brujas de sacristía que creían ganar el cielo dándose golpes de pecho mientras negaban el pan a los jornaleros".

Al día siguiente, en el diario "Región", que curiosamente acabaría dirigiendo Vázquez Prada, apareció un suelto acusando a "Tano" y a otros compañeros de haber cometido el delito de saltar la tapia del cementerio para abrir las puertas sin el permiso del párroco y llevar a efecto el entierro civil.

El comentarista escribió más tarde que "Tano" siempre quería convencerlo de las bondades del marxismo y un día le había dicho: "Tengo catecismos socialistas, que son mejores que los de la Iglesia. Si los lees, seguro que vienes con nosotros", pero hasta la tarde del cementerio nunca le había visto hablar en público y no sabía de su facilidad de palabra. También contó como al volver del sepelio se encontró con don Jesús el cura, que conocía su ideología y le preguntó: "¿Qué dijo ese insensato?". "Que no había cielo ni infierno, don Jesús". Y el cura: "Para los burros, seguro que no".

Robustiano Hevia y su amigo Belarmino García hicieron referencia a este mismo episodio en sendos artículos publicados unos días más tarde en "Avance". Según su versión, el cura, para impedir que se celebrase la ceremonia civil en el cementerio, había mandado bloquear por la noche la puerta de entrada con unos tablones adosados sobre un gran montón de piedras y al día siguiente se le pudo ver subido a una colina cercana observando satisfecho los problemas de la comitiva detenida frente el camposanto.

Entonces "Tano", con sentido del humor, se confesaba "reo de lesa tapia" por haber penetrado con otros camaradas dentro del recinto para quitar aquellos obstáculos provisionales en defensa de un respetado cadáver que en vida pidió se cumpliera su voluntad y concretaba su defensa ante un supuesto juez afirmando que "este cementerio pertenece a Juan Pueblo, soberano en este caso, por encima de San Pedro y de toda esa carcomida magistratura que sigue mal gobernando los destinos de nuestros renovados pueblos".

Fuera de nuestras fronteras, los historiadores conocen el nombre de Asturias por tres capítulos concretos: la riqueza de sus yacimientos prehistóricos, los inicios de la nación española pensada por el rey Pelayo y la Revolución de octubre de 1934. Para nadie es un secreto que este último acontecimiento se ha falseado hasta la saciedad según la tendencia política de quienes lo ha contado y, ahora que ya no quedan testigos directos, cada cual puede decir lo que le venga en gana. Por eso cada nueva información vale su peso en oro.

La familia de Robustiano Hevia Díaz, como sucedió en otros casos parecidos, destruyó todos los documentos que pudiesen comprometerlos en el franquismo; pero ahora su memoria está siendo recuperada por uno de sus sobrinos -el sindicalista Antonio González Hevia-. Si el personaje les interesa y quieren conocer más sobre él, no tienen más que teclear su nombre en la red, allí está reflejado un arduo trabajo por archivos y hemerotecas, que a todos nos viene bien leer.

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