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Historias heterodoxas

Manolón "el pegador"

Uno de los personajes de la novela "Amar en Comillas", del exjesuita José Ramón Ruiz Marcos, ambientada en parte en "Ustium", su natal Ujo

Manolón "el pegador"

Alrededor de la Compañía de Jesús existe una abundante producción literaria, tanto para alabarla como para maldecirla. Recuerdo dos libros que me han gustado por diferentes motivos. Uno es del asturiano Ramón Pérez de Ayala y se titula "A. M. D. G.", ya saben, las iniciales del lema latino "Ad maiorem Dei gloriam" que la orden coloca en todos sus templos para indicar que todo lo hacen "a la mayor gloria de Dios"; el otro lo firmó Vicente Blasco Ibáñez, se titula "La araña negra" y aunque alcanzó el aplauso del público, el prolífico valenciano, que lo había escrito en su juventud, lo rechazó después como una obra inmadura.

Esta segunda novela se presentó en 1892 presidida por un pensamiento del francés André Dupin que ha perdido actualidad en una de sus partes, aunque la ha ganado en la otra: "La Compañía de Jesús es una espada dirigida contra el progreso. Su empuñadura está en Roma y su punta en todas partes". Y es que los jesuitas fueron durante siglos la bestia negra del pensamiento liberal; según el viento de la historia prohibieron a sus opositores o fueron prohibidos por ellos y entraron en el siglo XXI divididos entre quienes apoyan a los pobres en las zonas más necesitadas y quienes se dejan ver dirigiendo las ceremonias religiosas de los poderosos.

Un antiguo miembro de la Orden, que vivió este proceso desde su interior es José Manuel Ruiz Marcos, nacido en Ujo en 1926, teólogo y jesuita desde 1947 a 1964, que acabó casándose, siendo padre de familia numerosa y redactor jefe de "El nuevo diario", en Managua durante la revolución sandinista, en la que participaron activamente otros curas como Ernesto Cardenal, quien fue ministro de Cultura, o Gaspar García Laviana, el sacerdote de La Hueria de Carrocera (El Entrego) que dejó allí su vida con el fusil en la mano.

Ruiz Marcos tuvo a su cargo durante 25 años una cátedra universitaria en la ciudad de Bielefeld y cuando se jubiló decidió aprovechar su tiempo escribiendo novelas: "Amar en Comillas", en 2003, ampliada recientemente con el título de "Amores convexos"; "La Orden maldita", en 2006 y "La memoria y el silencio", en 2008.

Nos interesa la primera, Amar en Comillas, una historia de amor homosexual entre dos jóvenes que estudian durante la posguerra en aquel seminario cántabro y que lógicamente por el tema que trata, la condición de sus protagonistas y el escenario de su pasión, ha desatado reacciones contrarias, aunque también esperadas. Mientras el colectivo XEGA lo premió al año de su publicación con su galardón, el "Triángulo Rosa", en el otro extremo el avilesino padre Garralda, martillo de librepensadores y progresistas, lo mandó directamente al fuego eterno.

No me resisto a repetir aquí alguna de las frases que en su momento dedicó el conocido clérigo a su antiguo compañero y en las que aprovechó para expresar el concepto que tiene de esta tierra: "Te dedicas a encender la mecha y la dinamita que usan los mineros de Ustium (así llama el autor a Ujo en su novela), tu pueblo, en las minas de la Hullera Española, propiedad del marqués de Comillas, para volar la idea de nuestro Comillas por los aires con la calumnia exclusivamente nefanda, caiga quien caiga, avergonzando sobre todo a tus condiscípulos y reduciendo a escombros la historia de un siglo largo de sabios, santos y hasta mártires sacerdotes, a lo que tú has dado en llamar sacrílegamente 'sacramento del amor'. ¡Qué asco!".

O esta otra: "Si después de tantos años de formación, de disciplina y de oportunidad para la virtud, pretendiendo la dignidad sacerdotal, acabas pensando como cualquier patán de Ujo o como el burro de Olloniego, y ahí se agota toda tu filosofía, se comprende que el principio y fundamento ignaciano te interese menos que una hoja de árbol caída en otoño, y que quieras a Comillas menos que a un vagón de Renfe estacionado en vía muerta en la estación de tu pueblo".

Son, en fin, polémicas de un nivel que yo no alcanzo, pues ni sé de teología ni de amores prohibidos ni tampoco creo en la crítica literaria; sin embargo, a mí lo que me más me ha llamado la atención de este libro es la aparición de un personaje que supongo nacido de la imaginación de José Manuel Ruiz Marcos y no de sus recuerdos de niñez en Ujo. Se trata de Manolón, un hombre terrible cuyo rostro amenazador se presenta ante el protagonista en los momentos más tensos de la novela como la representación del Dios que le viene a marcar su conciencia.

El capítulo nueve de "Amar en Comillas" titulado "La faz de mi Dios" explica el porqué: "Manolón el albañil era ya de por sí muy grande, con su corpachón y su recia musculatura" y se dedicaba a "dar pasadinas" a los guajes durante el año que duró la Guerra Civil en la Montaña Central, cuando se cerraron las escuelas y las madres decidieron recurrir a él para conservar la disciplina de los menores.

Lo hace vivir en el barrio de los Cuarteles y allí recibe a los pequeños cinturón en mano, encerrándose después con ellos tres minutos escasos para azotarlos o darles patadas en el culo hasta que oye entre sus sollozos la promesa de que van a cambiar su actitud, luego "al corrido y zarandeado lo veíamos salir de aquella vivienda, dando traspiés y acobardado. Corría a refugiarse entre las faldas de su madre, olvidándose de que ella y nadie más que ella era la que lo había puesto en manos de aquel verdugo".

Los padres nunca están presentes y la ceremonia concluye cuando Manolón cobra públicamente sus servicios, a precio fijo y con una sobretasa para los casos de especial rebeldía.

Según Ruiz Marcos, aquellas palizas eran una de las atracciones más sensacionales en el Ustium de los quince meses de guerra; cuando corría la voz de barrio en barrio: "¡Llevan a uno a casa de Manolón!", las pandillas enemigas hacían las paces provisionales y todos se congregaban bajo aquella ventana bien conocida, sintiendo la solidaridad del miedo y el poder de quienes disponían de las vidas infantiles. Supongo que a estas alturas ya sólo el autor puede saber quién le inspiró este curioso personaje que no deja en muy buen lugar a sus vecinos, pero al ser una pieza fundamental en su relato se extiende en los detalles que lo rodean vinculándolo en su descripción con otros hechos que sí fueron reales y aún son recordados en el pueblo.

Así, Manolón, a quien llaman "el pegador" porque en aquella época la palabra "verdugo" tenía otras connotaciones más dramáticas, es padre de varios hijos y uno de ellos, Arsenio, apodado "Nené", con tilde en la última sílaba, pierde media pierna al tratar de eludir a un vigilante de la estación de Ujo, donde los niños juegan subiéndose a los trenes de mercancías para viajar escondidos tres o cuatro estaciones y regresar por el mismo sistema horas después.

En efecto, durante décadas el ferrocarril fue importantísimo para esta localidad y hubo varios accidentes que tuvieron como escenario sus vías y andenes, debidos unas veces a las travesuras infantiles y otras a los intentos de eludir a las autoridades que diariamente hacían quienes se dedicaban a traer desde León mercancías de estraperlo.

También, lamentablemente, debo decir que en algún caso los trenes fueron utilizados durante la posguerra como arma de ejecución, arrojando a las víctimas a su paso, no porque así se quisiera disimular el crimen, que eso era lo de menos, sino para que los asesinos evitaran el molesto viaje nocturno hasta cualquier cuneta.

Este ambiente de violencia y represalias también aparece en "Amar en Comillas". En los primeros capítulos, su protagonista Juan Manuel Alonso relata como uno de sus hermanos, llamado Anesio, trabajador en la empresa "Ortiz y Sobrinos" y propagandista católico es sacado de casa y paseado junto a otros seis jóvenes de ideología derechista por un grupo encabezado por otro obrero apodado "el Andaluz": "Del hermano muerto nunca se encontró el cadáver. Murió a los diecisiete años en uno de los bosques del paso de Asturias a León, tal vez quemado vivo en un amanecer helado de noviembre? Otra versión sostiene que fueron lanzados, tal vez vivos aún, a los altos hornos de la Duro Felguera."

Luego, cuando cambian las tornas, "el Andaluz" es torturado en el cuartel de Ujo, con la colaboración activa del padre de Anesio en un intento vano para que confiese lo sucedido con los siete cadáveres y acaba siendo ejecutado en el patio de la cárcel modelo de Oviedo.

En fin, no hace falta que les diga que la novela de José Manuel Ruiz Marcos tiene todos los ingredientes para que a muchos les resulte incomoda. Yo tengo mi propia opinión, pero como siempre me ha parecido una soberbia ridícula que nadie se arrogue la autoridad para juzgar si un libro es bueno o malo y mucho menos para recomendarlo a quien no conoce, lo único que les puedo decir es que? ahí está.

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