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Historiador

La honradez del SOMA

Catorce millones de pesetas fueron sustraídos por los revolucionarios de 1934 del Banco de España de Oviedo, y ninguno se quedó con dinero

La honradez del SOMA

Reconozco que el título de hoy tiene truco, porque busca sumar algún lector despistado a los que ya visitan esta página. Yo sólo escribo sobre historias, reales pero antiguas, aunque en este caso se puede aplicar aquello de que es bueno conocer el pasado porque nos enseña a juzgar el presente. El SOMA fue un sindicato fundamental para el desarrollo de las cuencas mineras, pero empezó a hacerse más pequeño a medida que se le fueron sumando letras. Ahora para nombrarlo hay que citar doce: SOMA-FITAG-UGT, evidentemente no es el mismo de sus años gloriosos, ni sus hombres los mismos.

Hoy, para que las porquerías de los del presente no salpiquen a los del pasado, quiero rendir un homenaje a la honradez de aquellos que fueron capaces de soportar el hambre y las torturas, mientras mantuvieron escondidos cientos de miles de pesetas de las de hace ochenta años, sin gastar en su provecho ni una sola, porque su conciencia les hizo anteponer sus obligaciones con los compañeros al beneficio propio.

Para ello debemos situarnos en el día 10 de octubre de 1934 cuando la dinamita reventó la cámara acorazada del Banco de España en Oviedo. Hasta llegar a aquel punto el combate para vencer la resistencia de quienes lo guardaban había sido duro. La guarnición, compuesta por un cabo, seis soldados y tres carabineros que estaban mandados por un sargento. opuso una resistencia que duró 72 horas, desde que se inició el ataque a las 7 de la mañana del día 7 con descargas de fusilería por parte de los mineros rebeldes hasta que se tomó la decisión de bombardear el edificio con una pieza de artillería por la fachada suroeste a la vez que se lanzaba una batería de bombas de mano por la posterior, que se encontraba en obras.

Este fue el lugar por el que lograron entrar, después de que los defensores huyesen tras haber agotado sus municiones, pero luego todo se hizo con tal prisa que la misma detonación de la puerta blindada pulverizó muchos fajos de billetes de su interior y de manera incomprensible entre los montones de papeles de todas clases que saltaron por los aires, según los periódicos de la época, se quedaron en la cámara alrededor de un millón de pesetas en oro dentro de un arcón y las alhajas del tesoro de la Virgen de Covadonga.

Otros historiadores ignoran esta segunda parte y se hacen eco de otros 4 millones de papel moneda en desuso que se encontraban en un armario, pero no es este el momento de discutir acerca de lo que se dejó dentro.

Nos interesa lo que salió aquel día del Banco envuelto en bolsas de arpillera o también, si hacemos caso a los testigos presenciales, en un paquete voluminoso que el mismo Ramón González Peña, responsable de la operación, portaba en sus manos cuando se le vio abandonar el lugar. En sacos o envuelto en un paquete sujeto con cordeles, la cantidad final, aceptada por todos, es la misma: 14.425.000 pesetas.

Y a partir de aquí, falta saber qué se hizo con el dinero, que según las cuentas de los investigadores cuadra perfectamente con la suma de lo que se recuperó, lo que se devolvió y lo que se gastó, justificando siempre su destino.

Según Paco Ignacio Taibo II, quien ha publicado diferentes y extensos trabajos sobre lo ocurrido en 1934, el reparto se hizo por fases. Una ya en el mismo Oviedo el día 11 entre los miembros del primer Comité Revolucionario que decidieron fugarse al dar la lucha por perdida y que a su vez se encargaron de redistribuir sus asignaciones respectivas entre sus colaboradores; otra segunda en San Esteban de las Cruces, donde se separan las carreteras de Sama de Langreo y Mieres para llevar a cada cuenca aproximadamente la misma cantidad; y finalmente ya en territorio minero otra con entregas más pequeñas, momento en el que González Peña sumó lo que había guardado, sin que se le pueda acusar de haberse quedado con una cantidad superior a la del resto de los miembros del Comité.

Saben ustedes que en el momento de la revolución se puso en funcionamiento una economía de vales. Uno de los que se conservan y se ha exhibido en ocasiones en exposiciones conmemorativas de los hechos de octubre, me toca de cerca, es del día 14 y en el se puede leer: "El Comité Revolucionario autoriza al camarada portador de la presente para recoger de la relojería de Burgos, un reloj que tiene a reparar". La relojería era la de mi abuelo y yo mismo trabajé en ella hasta que pude cambiar el mostrador por la pizarra. Hace tiempo que ya no existe, pero la familia guarda aún el recuerdo de aquellos días en los que como ven, hasta las reparaciones se pagaban con vales.

Mi abuelo nunca pudo cobrar aquella compostura, ni tampoco los relojes que se llevaron al frente de Campomanes para coordinar las acciones bélicas, porque en Mieres nunca se llegaron a pagar ni por parte de los vencidos, ni por supuesto de los vencedores, pero andando el tiempo he llegado a la conclusión de que quien emitió los vales estaba seguro de que sí todo salía bien esa deuda no iba a tardar en saldarse, porque con los vales no quería disimularse una incautación de bienes a los pequeños comerciantes, que habían ayudado en muchas ocasiones a sobrellevar las larguísimas huelgas de los años 20 y 30.

En lugares como Pola de Laviana o el Alto Aller, sí se pudo hacer, incluso cuando ya estaba todo perdido y quienes tenían el dinero podían habérselo quedado.

¿Alguien se imagina que pudiera darse en la España una acción parecida a la que contó a sus lectores La Vanguardia, un mes después de que los mineros hubiesen depuesto las armas?: "Acerca del paradero del dinero se dice que en los últimos días de la revolución, se presentaron en el Concejo de Aller dos individuos procedentes de Oviedo, de donde habían huido, y al entrevistarse con el Comité de Cabañaquinta le hicieron saber que llevaban dinero en abundancia, hasta unos 30.000 duros, los cuales fueron depositados en aquel Ayuntamiento.

Se agrega que al saberse fracasado totalmente el movimiento en Asturias, el Comité de Cabañaquinta cogió una buena cantidad del dinero depositado y recorriendo tienda por tienda convirtieron en dinero los vales que habían sido entregados a los comerciantes durante el movimiento a cambio de víveres y se dice que ese dinero procedía de la sucursal del Banco de Oviedo".

La cantidad más importante de lo obtenido en Oviedo que pudo volver a reunirse fue llevada hasta París, no en su solo viaje, sino por diferentes personas y caminos, a veces pasando de mano sin que nadie se guardase una peseta, hasta que los líderes socialistas Amadorín Fernández, Ignacio Lavilla y, el a estas horas ya controvertido, Belarmino Tomás, juntaron 5 millones de pesetas.

Gastaron más de la mitad en resucitar el periódico Avance e inmovilizaron el resto en cuentas belgas y francesas, donde permaneció hasta la Guerra Civil. Primero compraron una moderna rotativa en la frontera suizo-alemana y mandaron también a Asturias lo necesario para hacerse con unos terrenos donde ubicar la redacción.

Se puede criticar esta operación. Yo lo hago ochenta años después, como lo hicieron en su momento González Peña y otros revolucionarios que hubiesen preferido emplear los billetes en aliviar el hambre de los represaliados, los presos, las viudas y los huérfanos que en aquellos momentos necesitan más del pan que de la propaganda, pero lo que no puede decirse es que los dirigentes del SOMA en aquel primer exilio se guardasen un real en los bolsillos.

Taibo se ocupó en su momento de seguir la pista de cada cantidad para cuadrar las cuentas, pero seguramente lo hizo con demasiada buena intención, ya que tras sumarlo todo solo echó en falta 200.000 pesetas, sin tener en cuenta que Andrés Saborit en sus memorias dejó escrito que una parte de lo saqueado se quemó por el temor a las represalias policiales. Y yo he contado en esta página con detalle como el 20 de septiembre de 1935 fue detenida en Madrid la joven Pilar González Pastor llevando encima 450.000 pesetas en billetes de mil que le había dado en Sama el dirigente comunista Polo Barral, miembro del comité revolucionario de Sotrondio para entregar a la organización de Madrid.

También, según él, solo hubo un militante del Sindicato Minero, llamado Herminio Vallina García, que tras entregar al comité un cuarto de millón, se largó a la Argentina con otro medio millón, tras conocer la muerte de su hijo, que sería uno de los llamados "Mártires de Carbayín", pero incluso este caso es dudoso, porque en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias, este hombre figura como detenido en 1946 formando parte de la organización clandestina en Asturias. Si es así, ningún revolucionario, a pesar de la necesidad extrema de aquellos momentos e incluso de la persecución policial se quedó con nada. Que su memoria siga limpia.

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