Pablo del Blanco Llamas, uno de los cinco fusilados de Ciaño, acababa de llegar de la mina cuando se lo llevaron. "Ni siquiera le dio tiempo a cambiarse y asearse un poco, Le dijeron que sería cosa de diez minutos; ese mismo día le metieron en un piso y le dieron una paliza de muerte", relata su hija Hidelgar. Los cinco hijos de Del Blanco no volvieron a verle. Sí pudo hacerlo su mujer, cuando iba a llevarle ropa. A las pocas semanas fue fusilado.

Del Blanco era natural de Arcayos, en León, pero residía en Langreo y había sido miliciano en el batallón Ciaño nº 253. Estaba afiliado al PCE y al SOMA y su familia recuerda que "enseñaba a leer a la gente que no sabía". Al igual que sus cuatro compañeros, sus restos están bajo la plaza de abastos.