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La vida con un trastorno mental: “No hay cura milagrosa; esto es una pelea diaria”

Pacientes de enfermedades psiquiátricas relatan su experiencia tras afrontar el diagnóstico: “Por muy negro que lo veas, se encenderá la luz”

Un acto de Afesa en Mieres. | C. M. B.

Todas las mañanas, las sábanas le parecían de hierro. De tarde, quería gritar y esconderse al mismo tiempo. Por la noche, le faltaba el aire. El mundo se le hacía inmenso, existir le costaba un triunfo.

José Ramón García, jubilado de la mina, sufre depresión crónica. Está diagnosticado desde hace una década, aunque es posible que arrastre la enfermedad desde niño. “Me costó mucho reconocer que padezco un trastorno de salud mental, no quería ni ir al médico”, afirma. Ahora es miembro de la junta directiva de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Afesa) en la delegación de Mieres. Ahora, de verdad, vive. Cuenta su historia porque, dice, puede ayudar a los que están en esa oscuridad que él tan bien conoce: “Tienen que agarrarse a la mano que les ayuda”.

José Ramón García.

García recoge unas sillas en la Casa de Cultura, al término de un acto de Afesa. Uno de los “Desayunos saludables” que organiza la entidad. Abarca con las manos el salón: “A mí esto, ser voluntario, me dio la vida”, apunta. Hacía poco que le habían diagnosticado y decidió ir a una charla de Afesa en Pola de Lena. Conoció la entidad, le gustó y empezó a ayudar: “Se ofreció a dar un curso de cestos para los socios”, apunta Vanesa Díaz, trabajadora social de Afesa en la comarca del Caudal.

Y sumó una rutina a su vida: ayudar a otros. “Es bueno tener hábitos, algo que te levante de la cama todos los días. Yo, si no fuera porque me mantengo ocupado, pasaría los días en casa”, reconoce José Ramón. Cuando era más joven, ya se sentía mal. Pero no sabía ponerle nombre: “En la mina, tenía días buenos y días regulares. No sabía por qué, no sabía describir los síntomas. Mi mujer también lo pasó muy mal, pero siempre estuvo a mi lado”.

Un día se le hizo tan duro levantarse, que decidió no volver a intentarlo. “Intenté suicidarme”, reconoce José Ramón. El alma se le rompía. “La médica de atención primaria me dijo que tenía que ir a salud mental, yo le respondí que fuera ella. No quería reconocerlo”. Pero su entorno le ayudó a comprender que necesitaba ayuda. Empezó entonces un tratamiento, que ahora sigue a diario.

“Tengo que ser sincero, no existe una cura milagrosa. Esto es una pelea diaria, pero cada día mejoras. Tienes que poner mucho de tu parte, pero es posible salir adelante”, apunta. Y añade a continuación: “Si un día olvido una de las pastillas que tomo, ya me siento regular. Hay que ser constantes con la terapia, con el tratamiento y con la actitud”.

Asiente con la cabeza Eva Parrilla, presente también en la sala de la Casa de Cultura: “No estamos de acuerdo con la imagen que se ofrece de las personas con trastorno de salud mental. Especialmente, con trastornos graves”, apunta. Hace referencia a las películas de terror. “Detrás de los sucesos, siempre están extraterrestres, fantasmas o personas con trastornos de salud mental”. “Es injusto, es un maltrato”.

“Hay que tener en cuenta que hay muchos críos que ven esas películas, o series, y que se forman una idea errónea ya desde muy jóvenes”. Lo dice Marcelino Pérez, diagnosticado de esquizofrenia desde los 19 años: “Lo heredé de mi bisabuelo, que se suicidó”. Reconoce que, “de chaval”, no seguía el tratamiento en condiciones. El amor, que todo lo mueve: a los 34 años conoció a su chica y decidió cambiar por ella. “Ahora tomo la medicación a diario y llevo una vida saludable. Soy una persona nueva, tengo una vida totalmente normalizada”. Está jubilado, pero le gusta seguir formándose y también es socio de Afesa.

La delegación del Caudal tiene más de medio centenar de socios. Ofrece asistencia a una media de noventa personas al año. Vecinos de la comarca que se sienten perdidos por la falta de diagnóstico o porque aún no saben cómo afrontarlo. En la delegación del Valle del Nalón, Afesa cuenta además con un servicio de orientación para el empleo.

“Ahora ya hay más ayuda”, afirma José Ramón. Termina de colocar el salón de actos y reflexiona un momento: “Antes, tenías un trastorno como el mío y nadie te entendía. Ahora puedes estar aquí, en una sala llena de gente, y compartirlo. ¿Qué nos queda por mejorar? Sí, mucho. Pero cada vez hay más gente que lo sabe”.

–¿Qué saben?

Que, por muy negro que lo veas cuando estás mal, siempre hay una luz que se enciende. Hay que seguir, siempre adelante.

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