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Diez años de la “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

La última gran huelga del carbón cumple una década, un periodo en el que el sector se ha desmantelado casi por completo: “Por dignidad, sí mereció la pena”

La cabeza de la manifestación discurre por el paseo de la Castellana de Madrid, el 11 de julio de 2012. LNE

El próximo 22 de junio se cumplen diez años de la “marcha negra”, el símbolo de la resistencia de la última gran huelga minera, una protesta que vino motivada por los recortes a las ayudas a la extracción decididos por el Gobierno que presidía Mariano Rajoy. Los mineros asturianos estallaron. Protestas, enfrentamientos, encierros en los pozos, y al final, la gran marcha. La mitología clásica establecía que el cisne, cuando se sentía desfallecer, entonaba su mejor canto para resistirse a la muerte. La “marcha negra” fue el canto del cisne de la minería española. Ochenta asturianos iniciaron este camino a los que se sumaron las columnas de León y Teruel. Cumplieron su objetivo llegando a Madrid en la noche del 10 de julio, entre una multitud que salió para recibirlos. Al día siguiente, alrededor de cien mil personas reclamaban al Gobierno más vida para el carbón nacional.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

Muchas cosas han pasado desde entonces. Aunque las movilizaciones consiguieron abrir una vía de diálogo con un Gobierno cerrado en banda, la realidad es que el sector del carbón en España es casi inexistente. Casi, porque al menos se mantiene abierto un pozo minero, Nicolasa, con el que se alimenta la central térmica de La Pereda. Sin embargo, esta explotación tiene los días contados ya que el proyecto para transformarla en una central de biomasa tiene ya casi todos los parabienes.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

Pero, ¿mereció la pena? LA NUEVA ESPAÑA habla con participantes en la “huelgona”. Por un lado, David Fariza, que se pasó cincuenta días encerrado en el pozo Candín. Por el otro, Conchi Alonso, que fue una de las mineras que caminó los 450 kilómetros que separan Mieres de Madrid.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

“La verdad que no sé si mereció la pena del todo”, explica Fariza, señalando que “si no nos hubiéramos encerrado, igual habrían cerrado las minas mucho antes, pero tampoco lo hicimos para quedar en la situación actual con un único pozo abierto”. Este minero, que entonces tenía dos hijos pequeños, decidió encerrarse junto a sus compañeros “porque veíamos que no había un plan y creímos que el encierro podría ser una forma de conseguir apoyos. No buscábamos nuestro único beneficio como algunos se pensaban, sino el de todos, porque esto es una cadena, si no hay trabajo no tienes dinero, y si no tienes dinero, consumes menos en los comercios y la hostelería, pues sólo hay que ver cómo están ahora las Cuencas y como estaban hace unos años”.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

Fariza confiesa que lo peor del encierro “era la humedad que había en el interior del pozo, pero también el no tener a tu familia al lado o la incertidumbre de lo que estaba pasando fuera”. Y aunque lo pasaron muy mal bajo tierra, este minero asegura que lo mejor de todo fue la salida “por ver a tanta gente, reencontrarte con tu familia, tus amigos y compañeros, y aunque no salimos del encierro como hubiésemos querido, con un compromiso firmado, ver todo el apoyo que teníamos era muy emocionante. Me quedo con ese recuerdo”.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

Conchi Alonso decidió apuntarse a la “marcha negra” tras escuchar las declaraciones de la entonces diputada Fátima Báñez en el Congreso, donde hablaba de los “privilegios” de los mineros, “entre otras muchas mentiras”. Así que se dijo a sí misma que iría hasta Madrid para trasladarle “el punto de vista del sector del carbón, que no éramos unos privilegiados. En el sillón de mi casa no hacía nada, era más útil acudiendo a la marcha”.

De todo lo vivido en la “marcha negra”, Alonso se queda con la llegada a Madrid. “Teníamos un poco de preocupación por la reacción de los cuerpos de seguridad del Estado, sobre todo viniendo de la conflictividad que había en Asturias, pero nos encontramos con muchísima gente apoyándonos. Recuerdo que si no es por la ayuda de los bomberos, no llegamos hasta la Puerta de Sol”. Lo peor, señala, “era ver que íbamos avanzando pero no había voluntad negociadora por parte del Gobierno. Creo que si al final se consiguió desbloquear un poco la situación fue por la presión mediática que hubo”. Así que, “Por dignidad, sí, mereció la pena. Y además la historia es cíclica, estoy convencida de que no va a ser la última marcha, habrá más, aunque serán otros sectores los que salgan caminando hasta Madrid”.

La “marcha negra”, el canto del cisne de la minería española

El historiador y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas Ernesto Burgos señala que aunque esta “huelgona” no fue la última que se vivió en Asturias, “sí fue la que puso el punto final a la historia de la minería. Se pactó un caramelo envenenado, vender puestos de trabajo a cambio de dinero, quién se podía negar a ello”. Burgos destaca que las movilizaciones que se organizaron, como los encierros, “la gente de a pie las hizo con buena intención, pero considero que las cúpulas ya lo tenían todo decidido, los mineros se la jugaron, hubo un montón de movilizaciones y echaron el resto sin saber que por arriba estaba todo el pescado vendido”. ¿Quiénes eran los culpables? “Pues están bastante enterrados, para mi fueron líderes sindicales como Villa. Se les dio poder absoluto, tenían toda la autoridad y salió como salió, pero bueno, es una opinión personal”.

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