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Desde mi Mieres del Camino

Tribunales Populares, ¿un adiós definitivo?

Los conocidos debates contaron con ilustres participantes, como Arturo Fernández o el recordado periodista Pedro González

No hace muchos tiempo, quizá entre quince o veinte años, que Mieres vibraba por San Xuan, más tarde en el otoño, con la celebración de los Tribunales Populares que, emulando un viejo programa televisivo, se había convertido en una especie de revolución cultural, a modo de debate. Primero fueron unos tímidos pasos con temas medio caseros y, después, se pasó al ámbito de lo general, a base de cuestiones de enjundia para la ciudadanía, con personajes de todos los territorios y profesiones.

Llevando por bandera una especie de sello "a la americana", se formaba el tribunal con una primera figura, orlada de autoridad que era su señoría el juez, papel que desarrollaron, por orden de antigüedad, Misael F. Porrón, Ricardo Gancedo, Justo Braga y Braulio Antuña, más las incorporaciones juveniles de María G. Pinel y Pablo Carballude. Las interpretaciones indispensables del fiscal y abogado defensor, rodaron por todo el historial de los Tribunales, a base de una larga variedad de intérpretes de primera línea que, dicho sea de paso, prestaron siempre esa colaboración de forma desinteresada, predominando, en el conjunto, la especialidad de periodistas, entre ellos una buena representación de LA NUEVA ESPAÑA, que dicho sea de paso prestó su colaboración en forma de patrocinio, al lado del Ayuntamiento de Mieres, Caja de Asturias, Principado y Grumiser Publicidad.

Luego entraban en escena los testigos que, cada parte, consideraba necesarios para sacar adelante sus tesis. Dejar aquí constancia de la identidad de quiénes jugaron ese papel sería labor interminable. Basta decir que desfilaron por Mieres políticos, artistas, ejecutivos de empresa, periodistas, dirigentes de movimientos ciudadanos y toda clase de elementos adecuados a cada citación. Por último, y en pose de autenticidad, estaba el jurado, constituido, cada año y juicio, entre vecinos residentes y empadronados en el concejo y con amplia representación de todas las capas sociales, sin menoscabo de profesión, sexo, ideología ni doctrina. Ellos, los "nueve mierenses buenos", emitían un veredicto, siempre aliñado con la pertinente aclaración sobre los motivos del fallo, el cual, una vez revisado por el juez, era comunicado al respetable, dando así, con el mazazo de rigor, concluido el juicio a través de la archiconocida frase de "se levanta la sesión". No sería justo obviar el desempeño de las funciones del ujier, labor desempeñada en casi todas las convocatorias, salvo ausencias obligadas, por Juan Luis Pérez Amato.

Es indudable que Tribunales Populares de Mieres traían, cada año, al ámbito local, un ambiente fresco con aires de novedad. A la organización se le ocurrió, como algo vital de plena actualidad, sujetar a juicio la prensa rosa, entonces en plena ebullición. Y como era preceptivo se impuso citar a gentes, en calidad de testigos, que tuviesen relación con el tema. El genial actor de cine y teatro, asturiano para más señas, Arturo Fernández, fue uno de ellos, por parte de la defensa, ocurriéndosele a él mismo constituirse en jefe de una "troupe" artística, puesto que le acompañaron, en su viaje, tres actrices de la escena española de primer orden. A saber, Lola Herrera, Florinda Chico y Enma Ozores que, de aquella, formaban el protagonismo principal de la serie televisiva "La casa de los líos". Como lío el que se formó en la calle Jerónimo Ibrán, sede del espectáculo, dos o tres horas antes de iniciarse el mismo, con la gran aglomeración de deseosos asistentes, siendo necesario cerrar las puertas, una vez cubierto el aforo, con ciento veinte minutos de anticipación, e imponiéndose la intervención de la fuerza pública para tranquilizar los ánimos. Como era de esperar, al ser testigos de la defensa, su testimonio a favor de la prensa rosa tuvo peso específico, quedando certificada esta creencia con la frase de Arturo: "Yo, con tal de que me saque en primera página del Hola, poso desnudo". Pero...

Tenía que existir un pero y éste fue de lo más sorprendente. El fiscal había citado al filósofo Gustavo Bueno, personalidad de acusado talante crítico . Se esperaba que su testimonio rompiese con los pronósticos de la buena acogida de los componentes de "La casa de los líos" e inclinase la balanza hacia una clara condena del sujeto acusado. Pues no. Nuestro querido Don Gustavo, después de "degustar" un sabroso pote asturiano en el Mesón el Estanco de Valdecuna, y de conocer, con asombro y entusiasmo, las grandezas arquitectónicas y la riqueza del paisaje de este valle mierense, se soltó el pelo ante el jurado y el respetable, aplaudiendo y bendiciendo, con todos los sacramentos, el "invento" de la prensa rosa, y de esa forma romper cualquier pronósticos de los más benignos, hasta el punto de que el jurado, en sesión rápida y sin obstáculos, se hiciese cruces con su testimonio y sin alternativa alguna de debate, dictase fallo unánime favorable a la defensa de ese fenómeno informativo hoy presente y vivo en revistas y periódicos de cualquier índole.

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La segunda cuestión de enjundia la protagonizó el recordado periodista asturiano, jefe indiscutible de las retransmisiones televisivas de TVE en torno al ciclismo, Pedro González, que fue citado como testigo ante un nuevo juicio de alto copete que había despertado gran expectación. Como siempre había sido y seguía siendo preceptivo, los participantes no percibían ni un solo duro en calidad de caché. Si se les abonaban muy justamente los gastos de desplazamiento y estancia. Pues bien, Pedro, tras una brillante intervención ante el jurado, hubo de regresar, el mismo día a Madrid en su propio coche, tal como había hecho a su llegada. Pues bien, a la organización le costó un triunfo meterle unas pocos miles de pesetas en el bolsillo para gastos de combustible y un tentempié, dado que se negaba a recibir ni un céntimo. Poco tiempo después, con motivo de la ronda española que pasaba por Mieres, al entonces alcalde Misael F. Porrón se le ocurrió llamarlo por teléfono y pedirle que al paso del pelotón por la villa, diese un par de vueltas con el helicóptero dejando constancia de los valores de esta tierra caída en desgracia. Dicho y hecho, puesto que Pedro se prodigó en halagos en favor de Mieres. Lástima que a Perico Delgado, su "crupier", se le ocurriese confundir el río Caudal con el Nalón. En fin. Fue la anécdota.

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