En la etapa de estudiante teníamos una asignatura bajo el título Economía Política y en uno de los capítulos se reseñaba que no hay generación que se libre de una guerra. En aquellas edades, entre los 14 y 16 años, tal afirmación nos parecía increíble porque la paz es el mejor síntoma para alcanzar una sana economía, un mejor reparto en el trabajo y correcta distribución de bienes.
Pero, por desgracia, el mundo se distribuye erróneamente y la envidia quiere ser acaparada por mandatarios egoístas que usurpan aquellos bienes que mejor les convienen, sin respeto alguno, atacando sin piedad al país vecino.
Y así llegamos a Ucrania, hoy amenazada por tropas rusas y sin ánimo alguno de llegar a un acuerdo, a pesar de que las tropas de la OTAN están tomando posiciones y enviando material bélico a los ucranianos para su defensa. Es curioso que, en tanto la población de las ciudades buscan su entretenimiento en juegos, los de alrededores, se entrenan con armamento que les es facilitado.
Mientras tanto, Putin sale sonriente con las medidas hasta ahora tomadas y con la amistad de coreanos y japoneses, tomando con calma la respuesta al presidente norteamericano.
Esperemos no entrar en un nuevo conflicto bélico mundial, porque solo nos acabaría llevando a un desastre económico y personal.
