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Marx, para qué

Eduardo Álvarez reordena las ideas filosóficas del economista alemán desde el conjunto de su obra y desde la deriva del marxismo posterior

¿Sigue vigente Marx? Si preguntáramos por Darwin (1809-1882), coetáneo estricto suyo (y a quien Marx admiraba mucho), la respuesta sería un sí, sin titubeos.

Y si preguntáramos ¿es usted cartesiano, kantiano, marxista? Creemos que la respuesta, aunque fuera matizada, sería taxativa: “No, no soy marxista”. O: “Sí, sí soy marxista”. Y la mayoría añadiría: “No sé en qué medida soy cartesiano o kantiano”.

¿Qué pasa con Marx? ¿Puede decirse que su pensamiento está ya superado? Sabemos que en medio de esta cuestión se halla la intrincada frontera que ha de diferenciar entre las ideas de Marx (1818-1883) y el marxismo, y, recordemos, él mismo declaró a su amigo Engels, en frase aparentemente paradójica: “Yo no soy marxista”.

El libro de Eduardo Álvarez –que es un magnífico especialista en la época que recorre el triplete Kant, Hegel, Marx– se ha propuesto deslindar el pensamiento original de sus posteriores derivas, lo que le lleva a la difícil tarea de desenredar lo genuino filosófico de lo marcadamente ideológico. Y lo tiene difícil, porque pocos autores han establecido un sistema de ideas donde lo estrictamente económico, social e histórico se entrevere tanto con la defensa de una ideología concreta, como la del “Manifiesto Comunista” (1848).

Según Eduardo Álvarez, no tenía razón uno de los máximos hermeneutas del marxismo, Althusser, cuando defendía que había dos Marx, el joven (filósofo de la izquierda hegeliana) y el maduro (economista y científico). Según el estructuralista francés habría un corte epistemológico que escinde la primera etapa juvenil de la época definitiva y madura, la del científico social, el de la crítica de la economía política. El profesor de la Universidad Autónoma de Madrid desmonta esta escisión (creemos que con éxito) y muestra que la filosofía del joven revolucionario alemán sigue vigente a lo largo de toda su obra posterior. La tesis de “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” respondería tanto a su criterio de juventud como a su obra cumbre, “El Capital”.

Ahora bien, puesto que las ideas de Marx se han llevado a la práctica, como él quería –pero no del modo que él quería–, resta la tarea de no contaminar retroactivamente su sistema filosófico. Por ello procede volver a recomponer el corpus de sus ideas, y, entonces, comprobar si están o no superadas.

Dos líneas maestras se constatan, me parece a mí, en el estudio llevado a cabo por Eduardo Álvarez. Primera, la filosofía de Marx involucra su pensamiento social, económico, su crítica de las ideologías… y su trabajo como periodista. Lo involucra todo. Y no solo sus ideas antropológicas, su filosofía de la historia o su crítica de otros autores (Hegel, Feuerbach, Proudhon, Bakunin).

La segunda línea maestra es la constatación de un núcleo de pensamiento marxiano firme, desde el que ha de interpretarse el resto de sus ideas. En este núcleo, la subjetividad humana –esa que con Kant se elevaba a un “ego transcendental”– queda ahora redefinida como “subjetividad social”: imbuida, atravesada, conformada y determinada por su ser social. Un ser social producto directo de la estructura económica en la que vive. ¿Y la libertad individual? La libertad, sí, esencial –la libertad individual y la social–, pero no la libertad hipócrita de un liberalismo que con Locke trafica con esclavos, que con el régimen colonial del liberalismo político inglés preserva la libertad solo para la metrópoli, que justifica un régimen constitucional racista desde el liberalismo económico de los Estados Unidos, o que asume la miseria como condición natural humana. Autores como Gramsci, Lukács, Losurdo o Sacristán son, según Álvarez, receptores ajustados al marxismo genuino.

El profesor de Filosofía madrileño no entra a considerar las tremendas injusticias del “socialismo real”, llevadas a cabo en nombre de Marx, porque no es el tema que se ha propuesto. Y tal vez esta sea una de las limitaciones de su libro. Tampoco entra a discutir alguna de las tesis marxianas más difíciles de mantener hoy, empezando porque no hay un “universo de proletarios” que se posicionen de igual manera y no parece que el Estado sea una superestructura tan prescindible. En todo caso, el conjunto de la argumentación de Eduardo Álvarez es como si concluyera esto: el individualismo insaciable, el afán de lucro hasta la deshumanización, la derrota de la democracia liberal a manos de la lógica de los oligopolios, la inconsistencia del sistema capitalista para redundar en beneficio de todos… son los mismos problemas que encaró Marx. Así pues, ¿no habrá que reconocer que muchos de sus análisis y diagnósticos están aún vigentes?

Y, entonces, pienso yo, si el comunismo no es la solución, vista la deriva de los regímenes “marxistas”, ¿lo es el capitalismo? ¿Hay que asumir ideológicamente que el paro sea estructural, que la indigencia derivada sea un “mal menor” y que la desigualdad sea inhumana? El libro de nuestro profesor de Filosofía ayuda a aclarar un poco todo esto.

Las ideas filosóficas de Marx 

Eduardo Álvarez

Tecnos, 256 páginas 

16 euros

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