Fran Juesas, ovetense de 48 años de edad, ganó uno de los últimos premios AMAS de la música asturiana como artista revelación, en la edición de 2020. El año anterior, este cantautor había publicado "Tiempo", su primer trabajo discográfico, producido por Miguel Herrero y grabado en sus estudios ACME. Era un disco pero también un sueño desde el punto de vista personal de un artista que decidía dedicarse profesionalmente a la música a una edad en la que otros ya sueñan sólo con jubilarse. Dejó de vivir "sin expectativas, sin ilusión", y se lanzó a dar conciertos en los bares, haciendo muchas versiones pero colando poco a poco sus composiciones amables, con un punto de nostalgia por los amores perdidos que, en realidad, son sólo viajes al pasado. Porque si algo tiene claro es que el amor de su mujer, Cova, nunca lo perderá. "Estamos como el primer día".

Fran Juesas Muel de Dios

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Muelología 121: Fran Juesas - 1 imagen 10 palabras

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Making of

Muelología 121: Fran Juesas - Making of

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El niño que cantó "Don Diablo"

A los cuarenta y tantos años la vida se le puso boca abajo, un poco como ocurre en el retrato que le hace Muel aquí a la derecha. Fran Juesas llevaba años trabajando como técnico de montaje y mantenimiento de máquinas de revelado automático de fotos. Pero la empresa entró en crisis y se encontró en el paro. Sí, la vida se le puso al revés. Pero, en realidad, se le enderezó por completo. Porque por fin se decidió a vivir de lo que siempre había querido: de la música.

Lo había soñado desde el día de su primera comunión, en el restaurante La Gruta, en Oviedo. Cogió el micrófono de la orquesta del restaurante y cantó "Don Diablo", el éxito de Miguel Bosé de aquellos días. Hasta entonces solo había cantado en casa, con un micro que en realidad era el cepillo de su madre. "Yo era un chaval retraído, tímido, además tenía dislexia. Pero vi que la gente me aplaudía y no me quería bajar de allí. Aquello me gustó, pero parecía un sueño, algo casi imposible".

Empezó con la guitarra tarde, como a los 20 años, y estuvo cinco en los que casi no hizo otra cosa. Hasta que la dominó. Se formó como electricista y, durante un tiempo, casi como terapia contra su timidez, se obligó a trabajar como cantante de orquesta de bodas en el restaurante El Urogallo, en El Entrego. Cantaba "Mueve tu cucu" y "El tiburón", pero la pachanga no le calaba. El verdadero plan era ser una estrella del rock and roll. Entonces llegó un trabajo mejor -el de las máquinas de revelado, bien pagado- y casi se olvida de ser una estrella del rock. Pero, lo dicho, la empresa entró en crisis y la vida, cuando parecía que se le ponía boca abajo, se enderezó. "Estoy viviendo mi mejor momento, sin duda", dice. Ya es cantautor.