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Paul Giamatti, en "Los que se quedan".Efe

por lo visto

Crying, laughing, loving, lying

"Los que se quedan", la última película de Alexander Payne, está estructurada a partir de una canción de Labi Siffre de 1972

Son muchas y muy buenas las reseñas que se han hecho de "Los que se quedan" (Alexander Payne, 2023) recién estrenada en España. De ahí que no me ponga a cantar sus alabanzas porque la propia película habla con claridad por sí misma de su calidad, y los actores principales (Paul Giamatti, Dominic Sessa y Da’Vine Joy Randolph) se merecen todos los halagos que reciben por todas partes. Lo que me llamó particularmente la atención de esta película fue su mezcla de emoción y sabiduría con humor, y las canciones que acompañan a los personajes en sus papeles e historias. Quizás la que más haya sido "Crying, Laughing, Loving, Lying", de Labi Siffre (1972) porque se podría decir que casi estructura esta historia de pérdidas y de posibles redenciones.

Lo que llama la atención de esta cinta es su mezcla de humor y sabiduría

El Crying (llorar), que Siffre declara inútil en su canción, permea las primeras escenas, en las que se nos presenta tanto al profesor maldito del internado de chicos como a los estudiantes, que se tienen que quedar en el colegio durante las vacaciones de Navidad a su cargo, y a la cocinera del centro que acaba de perder a su hijo en la guerra de Vietnam. Unos por frustración y otros por genuina tristeza contienen sus lágrimas a duras penas. A partir del momento en que sólo se quedan en el colegio prácticamente los tres protagonistas, asoma el Laughing (reír) al que Siffre en su canción le da una oportunidad esperanzadora: las relaciones entre el profesor rígido y anticuado, el alumno al que ya han expulsado de varios colegios por incontrolable y la cocinera que sobrelleva su luto a base de whisky y tabaco convierten al trío en una extraña familia definitivamente desavenida pero hecha a la inevitabilidad de pasar y celebrar las fiestas de Navidad juntos. Los encuentros y desencuentros entre estos tres personajes son, sin duda, divertidos y curiosos. Poco a poco cada uno va desvelando para los otros sus emociones, el Loving (amar) del que Siffre reniega, y entendemos por qué cada uno es como es: el profesor simplemente apenas si ha salido de la burbuja del colegio y de su disciplina (Historia Antigua) para protegerse de una vida social en la que tiene que exponerse a los demás y no como autoridad, el alumno echa de menos a su familia aun sabiendo que no queda de esa familia más que su propia nostalgia y la cocinera hace de su luto silencioso un escudo que no va a poder protegerla de una pérdida definitiva. Una excursión teóricamente académica a la ciudad más cercana, Boston, pone de relieve las necesidades de cada uno fuera del recinto escolar: la cocinera va a casa de su hermana y puede recibir los abrazos que tanto necesita, el estudiante va a ver a su padre a una institución psiquiátrica donde se da cuenta de que nunca lo recuperará y el profesor trata desesperadamente de ilustrar y ayudar a su alumno. Al final es el Lying (mentir), que Siffre considera paradójicamente perjudicial pero parte de lo que está haciendo en su canción, lo que acaba por redimir al profesor y salvar al alumno de una nueva expulsión (o peor). Mentir, que para el profesor era anatema hasta el último momento, es la única salida que encuentra para que la institución y la familia del alumno no le hagan a éste descarrilar por completo y, por qué no decirlo, para que él mismo empiece a vivir. En cuanto a la cocinera, no es la mentira sino la esperanza que le da la expansión de su familia lo que la reconcilia con su vida.

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