Avilés, Juan C. GALÁN

El ascenso a División de Honor B que el Belenos consiguió anteayer es un paso más en la historia de un grupo de personas habituado a hacerlo todo en sintonía. Un bloque que no ha variado en sustancia desde la fundación del club, hace ahora diez años. La plantilla del ascenso es, en esencia, la misma que en 1998 se batía el cobre en la Liga regional. Y es que los que decidieron colgar las botas han mantenido un estrecho vínculo, en ocasiones incluso directivo, con el club.

El Belenos es casi un estilo de vida. La unión de sus componentes ha hecho fuerte a un club que estuvo a punto de desaparecer en su primer año de existencia por la falta de campos de entrenamiento en Avilés. En una década, aquel equipo desamparado y sin futuro halagüeño se ha transformado en uno de los mayores representantes del deporte local.

El club que ahora preside Enrique Lucio ha ido cumpliendo etapas hasta el éxito final. El camino ha sido tortuoso. Sólo el compromiso de sus integrantes ha evitado el descalabro. La escisión de la Atlética Avilesina supuso un alivio, pero también el comienzo de una serie de problemas que le llevaron a reclamar ayuda al Ayuntamiento de Castrillón, concejo al que representaron durante cinco temporadas. La falta de medios -las condiciones del campo de Las Torres, en Pillarno, frenaban cualquier planteamiento ambicioso-, no impidieron el ascenso a la Primera Nacional en 1999. Sin embargo, la falta de respuesta del Ayuntamiento de Castrillón forzó que el club negociara con el de Avilés para su regreso a la ciudad. Fueron tiempos difíciles, con concentración en la plaza de España incluida, pero el resultado mereció la pena. La unión de los responsables del Belenos había vuelto a dar resultado. Tanto, que el concejal de Deportes, Román Antonio Álvarez, se convirtió en un incondicional del equipo. Él propio Álvarez fue el artífice de que el Belenos encontrara al fin ubicación en La Toba y el Muro de Zaro. Una decisión que se considera clave para que el club avilesino celebre ahora el mayor hito de su historia.

«El ascenso es un premio enorme para gente que lleva trabajando diez años para conseguirlo», comenta el técnico David Méndez. El entrenador del ascenso da las claves para entender el éxito de su equipo. «Lo principal fue el buen ambiente y la filosofía del club. Jugamos sin ninguna presión y cuando nos dimos cuenta estábamos a un partido de subir», señala Méndez.

El ascenso a División de Honor B es el broche dorado a una generación de jugadores -la media de edad del equipo es de 32 años-, que han conseguido asentar en Avilés un deporte minoritario como el rugby. Como muestra, un botón: el partido de anteayer ante el Sant Cugat congregó a 600 personas en el Muro De Zaro, 400 más que las que se dieron cita en el Suárez Puerta para ver al Avilés. Para rematar su éxito, el Belenos disputará el simbólico título de campeón nacional de Primera el 3 de mayo en Santander ante el Atlético San Sebastián.