La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Víctor Rivera

EN EL TIEMPO AÑADIDO

Víctor Rivera

Tres puntos menos y algunas dudas razonables

Serán cosas del fútbol moderno o de estos tiempos de lo políticamente correcto, pero me niego a admitir que el partido de la máxima rivalidad suponga solo tres puntos más. Tres puntos menos, en el caso del Sporting. Sí que parece un partido cualquiera al ver la actitud con la que se emplearon algunos (que no todos) de los rojiblancos y más aún al escuchar sus declaraciones tras el choque. Puede parecerlo, pero no lo es. Nunca lo será.

Seguramente nada será lo mismo en el Sporting de Gallego tras la derrota del domingo. Para empezar, al técnico le han salido las primeras sombras de sospecha. Afloran algunas dudas razonables. La primera cornada se la dio él mismo. A las primeras de cambio, Gallego echó por la borda su reputación de técnico de cantera, prescindió de Pablo García a favor del recién llegado Saúl. Una decisión injusta a la vista del rendimiento del guaje en los cuatro primeros partidos y que se entiende aún menos tras ver el desempeño del cántabro. El mensaje que lanza al vestuario y a la afición no habla de justicia, ni de apuesta por Mareo. Es cierto que la Escuela de Fútbol estuvo bien representada en el once, pero también lo es que prescindió del único canterano que tenía un reemplazo claro. La pérdida de protagonismo de José Gragera tras su gran gol en Cartagena es otra piedra en el zapato del entrenador. Del ostracismo de César García, extremo de los que no hay, ya ni hablamos.

El vídeo con el resumen del derbi acaba con la jugada del inocente penalti cometido por Javi Fuego. Realmente, la frívola ejecución de Tejera fue el primer tiro a palos del Oviedo y también fue la última jugada del partido (era el minuto 37 y resultó ser el definitivo). Hasta ese error, un Sporting dominador se sentía cómodo y el gol parecía solo cuestión de tiempo. El penalti planteó un escenario inexplorado esta temporada: el Sporting se veía por detrás en el marcador y por primera vez se medía su capacidad de reacción. Y por ende la de su entrenador.

Con casi una hora de fútbol por delante, ni el Sporting, ni David Gallego, supieron reaccionar. La realidad es que no hubo plan B. Con el rival atrincherado en su área, el Sporting tuvo todo el tiempo y todo el balón del mundo, pero careció de ideas, de argumentos y de ocasiones que pusieran en cuestión la desventaja.

El derbi de la impostada cordialidad (la procesión va por dentro) es un toque de atención en toda regla. Una colleja a tiempo contra los castillos en el aire. El Sporting tiene que jugar cada partido como si fuera el decisivo y sólo así puede aspirar a competir.

Pero no todo fue mal. No nos rasguemos las vestiduras. El equipo mantuvo algunas de sus virtudes. La principal, la seguridad defensiva. El Sporting no concedió ocasiones y Mariño quedó inédito sin más trabajo que coger el balón de la red en el penalti. El Sporting es un buen equipo cuando el rival le ataca, sabe defenderse y su picadura es letal. El problema de los rojiblancos (y es un problema gordo) se plantea cuando son ellos los que tienen que conquistar la colina enemiga. Ahí está el margen de mejora y es amplio de narices.

Compartir el artículo

stats