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Pablo González

En territorio comanche

Pablo González

La opinión del día sobre los Juegos y la "venta" de LaLiga: La “pinínsula” y los abuelos de Tebas

A los que sean forofos de poner el despertador para disfrutar de una jornada de sillón-ball, les dará pena que los Juegos se terminen mientras Tebas baila a la luz de la luna con el diablo para salvar el negocio

Javier Tebas

Se acaba lo bueno, lo malo o lo aburrido. Depende de cómo se vea y quién lo vea. A los que sean forofos de poner el despertador para disfrutar de una jornada de sillón-ball, les dará pena que los Juegos se terminen. Y a los que no ven el día en el que la programación del ventanucu vuelva a la normalidad, ya les queda poco de suplicio.

Sea lo que sea, en esta recta final del asunto, “Esssspañaaaaaa” va arañando medallas de aquí y de allá para tratar de llegar a las diecisiete habituales. Ya se verá sin son más o menos. Queda algo de vida en los deportes de equipo y en el tema acuático, donde, otra vez, hay buenas noticias. Se nota que este nuestro país es una “pinínsula” –Ibérica y no la del Sinaí–. Ya saben, lo que viene siendo un trozo de tierra rodeado de agua por todas partes menos por una. De ahí el dominio que la tropa tiene del elemento acuático: hay que estar preparados por si se da el caso y hay que poner la proa hacia la salida.

Por lo demás, Tebas sale (o le salen) al rescate con el acuerdo archimillonario con un fondo de inversión que inyectará en LaLiga 2.700 millones. Lluvia de millones en plena sequía provocada por el covid y por el vicio del “fúrgol” de vivir al día y gastar como si no hubiera un mañana. Pero nadie da duros a cuatro pesetas, por lo que a cambio del chorro milmillonario los que ponen la panoja se sentarán en la mesa de LaLiga.

La profesionalización del negocio-negociete del fútbol es imparable. Esto no es otra cosa que un paso más. Ya veremos hacia dónde, aunque no hay que ser premio Nobel para hacerse una idea: comercialización de todo lo que haga falta en nombre de la causa. Una de las cosas que enseñaban antes los abuelos (por lo menos algunos) era a elegir muy bien con quién uno se sentaba a comer y, sobre todo, a beber. Y ya no digamos a quién se dejaba entrar en casa. El problema es que a Tebas le encanta bailar con el diablo a la luz de la luna. Y hace mucho que no tiene abuelos.

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