Miriam SUÁREZ

A Cabueñes le ha cambiado la vida. De parroquia rural cargada de pomares a «pueblo dormitorio». Un pueblo donde la actividad agrícola es ya residual y los chalés se venden a la friolera de 720.000 euros. Los nuevos vecinos -en los últimos diez años se ha pasado de 1.079 a 1.265 habitantes- han venido a consolidar esa vocación de zona residencial. Son, en su mayoría, profesionales liberales con despacho en la urbe y poca disponibilidad para hacer vida en la parroquia.

De puertas afuera, sin embargo, Cabueñes rebosa actividad y constituye cada día un polo de atracción para miles de trabajadores y estudiantes. Sólo la Universidad Laboral ronda los 3.000 alumnos. Cuando el edificio de Moya mude completamente en «ciudad de la cultura» se movilizará a cerca de 5.000 personas.

Gracias a esa transformación, pilar electoral del presidente Areces, el complejo arquitectónico de Cabueñes acogerá desde un Centro de Arte y Creación Industrial -recién inaugurado- a un teatro con una de las mejores cajas escénicas del país. La reforma ha rescatado a la Universidad Laboral del abandono, saneando esa imagen franquista que tantos años de desidia ha generado y vinculando el edificio proyectos de nuevo cuño, como un hotel de cinco estrellas y una planta de investigación de Thyssen.

Pero no sólo la Laboral alimenta ese generador de actividad «foránea» en el que se ha convertido Cabueñes. «Menos El Musel, todo está aquí», señala sin ánimo de exagerar Bernardino Pellitero, ejecutivo ya jubilado y actual presidente de la Asociación de Vecinos «Fontevilla». Aparte de la Laboral, tienen domicilio en la parroquia el Hospital de Cabueñes, el Tanatorio, el grueso del campus gijonés, la Universidad a Distancia, la Radiotelevisión del Principado, el Jardín Botánico y el Parque Científico Tecnológico.

Todas estas instalaciones hacen de Cabueñes una especie de satélite urbano, con un flujo de vehículos tan caudaloso como algunas avenidas. Por las arterias de la parroquia -principalmente la carretera de Villaviciosa- circulan diariamente entre 13.000 y 14.000 vehículos. Eso sin contar los coches que acceden a través de la Ronda Sur.

El Hospital de Cabueñes, por ejemplo, recibe en un sola jornada más pacientes que vecinos hay en toda la parroquia. En 2006, se registró una media de 1.510 consultas por día, entre urgencias, ingresos programados, atención ambulatoria y el hospital de día.

Las visitas, incalculables, y una plantilla de casi 2.000 trabajadores engordan aún más las tripas de este gigante de la sanidad asturiana. Del resto de equipamientos de Cabueñes emanan cifras, si no tan elevadas, sí muy considerables para una parroquia de apenas 6 kilómetros cuadrados de extensión. El Jardín Botánico, que el Ayuntamiento presenta como uno de los principales reclamos turísticos de Gijón, ha registrado en torno a los 270.000 visitantes desde que abrió sus puertas en abril de 2003.

Unos metros más allá, echa raíces el Parque Científico Tecnológico de Gijón, en el que están asentadas actualmente veintinueve empresas, con un volumen de negocio que ronda los 130 millones de euros. En este semillero de nuevas tecnologías trabajan 555 personas; el 75 por ciento, titulados universitarios. El equipo municipal de gobierno confía en que, con las obras de ampliación que están en marcha, el Parque alcance los 1.000 empleos y vea multiplicado por diez sus resultados económicos.

No cabe duda de que el futuro del concejo asoma por Cabueñes. Aunque, de puertas adentro, resulta que los vecinos se las ven y se las desean para acceder a unos servicios informáticos básicos. Es chocante, pero en la parroquia del Parque Científico Tecnológico, el campus universitario y la «ciudad de la cultura» hay muchas viviendas que no tienen acceso a internet.

«Algunos nos vamos apañando con un sistema de radiofrecuencia, y otros ni eso. ¿No llevaron la fibra óptica hasta el Parque Tecnológico, la Universidad y el Hospital? Pues que la estiren un poco. Así, por lo menos, darían servicio a las casas del entorno», plantea Bernardino Pellitero. «De no ser por estos problemas con internet, muchos de los profesionales que viven aquí tendrían su despacho en casa», apostilla.

Contradicciones como ésta son las que hacen de Cabueñes «una zona muy sui generis». Palabras que Pellitero desarrolla hablando del estado actual de los caminos. Según parece, «todavía hay mucha caleya por asfaltar» y, a las horas punta, «el tráfico es una locura». Consciente del problema, el Ayuntamiento de Gijón ya está estudiando la forma de poner en orden este hervidero.

No hay que olvidar que Cabueñes es, hoy por hoy, la parroquia con mayor concentración de instalaciones públicas de todo el concejo. Y lo que queda por venir. Según el último Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), a orillas de la carretera de Villaviciosa se construirán 550 nuevas viviendas. «Sólo con la compraventa de los terrenos y la comercialización de los pisos, se calcula que la operación moverá unos 5.000 millones de pesetas», asegura Rosa Cifuentes, una de las fundadoras del movimiento asociativo de Cabueñes.

Además de pisos, se levantarán negocios de hostelería y comercio. Será la nueva fachada de entrada a la ciudad. Un cambio para el que no todos los vecinos están preparados. Principalmente porque este crecimiento residencial se articulará en torno a un vial de cuatro carriles, con un ancho de 3,5 metros cada uno. La infraestructura arrancará del campus, atravesará Cabueñes e irá a morir a la Ronda Sur.

Sus dimensiones son las de una «carreterona». Los vecinos esperan que el proyecto mengüe al cocer. Esperanza en la que influye el hecho de que el Ministerio de Fomento haya decidido prolongar el túnel del metrotrén hasta Cabueñes, lo que significa que el ferrocarril ha pasado a ser una opción en materia de comunicaciones. Los servicios de cercanías, que atravesarán el subsuelo gijonés desde El Humedal hasta Cabueñes, tendrán parada frente al campus y detrás del tanatorio. Está claro que la parroquia -que todavía se mantiene como tierra de sidra y lagares- apunta maneras de zona urbana.