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matemáticos con los que, afirman, pueden llegar a conocer ese programa vital de una persona. Dos sesiones con Ada Álvarez cuestan noventa euros. «Nosotros no adivinamos el futuro, enseñamos a las personas a conocerse a sí mismas y a enfrentar los problemas en función de ese conocimiento», dice.

Marcar diferencias con otro tipo de prácticas es también importante para la astróloga del centro Mayam. «Hay que dejar claro que la astrología se basa en conocimientos científicos y que existe una Asociación Nacional de Astrología», asegura antes de subrayar que «nosotros hemos organizado en Gijón dos congresos a nivel español en los años 90 y 2006». Este año será en Cádiz y correrá a cargo de un antiguo miembro de la Marina. «Hay muchos profesores universitarios, abogados y todo tipo de profesionales con prestigio», dice Álvarez. Por eso, lamenta que «haya personas que, con sus métodos, desprestigien lo que hacemos».

Estas prácticas han estado sometidas desde siempre a cierta desconfianza por parte de amplios sectores de la sociedad, que han visto en ellas una forma fácil y rápida de ganar dinero. Un extremo que desmiente Paloma Cristal. «Si los que trabajamos aquí viviéramos sólo de esto, nos moriríamos de hambre», asegura. «Nosotros lo hacemos porque creemos en lo que hacemos y sabemos que puede ser útil para la gente», dice. En este sentido, las terapias energéticas están orientadas a conseguir el bienestar emocional y espiritual de las personas a través del encuentro con uno mismo. Unos métodos que no tienen nada que ver con los empleados por otras técnicas, como la santería, que lucha por dominar las emociones de terceros a través de la denominada magia negra. Este tipo de prácticas, basadas en religiones tribales originarias de África y que viajaron con la esclavitud hasta varios países caribeños, son las catalogadas como de mayor riesgo por parte de la Policía en lo referente a encubrir posibles timos.

En el mes de marzo del año pasado se destapó una estratosférica estafa perpetrada por dos supuestos santeros cubanos a T.G.C., de 74 años y vecina de Somió. La víctima perdió más de un millón de euros. Los dos «brujos» le hicieron creer que su casa estaba llena de malos espíritus y le ordenaron entregarles dinero, lingotes de oro, joyas y otros objetos de valor con el pretexto de evitar supuestas consecuencias negativas. Sólo la denuncia de varios familiares imposibilitó la ruina total de la gijonesa, que ya había vendido o hipotecado todos los bienes procedentes de su magnífica herencia.

«El problema es que muchas veces es muy difícil que estos casos prosperen judicialmente», se lamenta una portavoz de la Policía Nacional. Muchas de las víctimas de estos timos no quieren denunciar a sus supuestos estafadores por miedo a ser objeto de sus técnicas de magia o, simplemente, porque creen a pie juntillas todo lo que les han dicho. «Suelen ser familiares o amigos los que se ponen en contacto con nosotros para avisar de que algo raro está pasando», dice la misma portavoz.

Otro de los puntos conflictivos a la hora de tratar este tipo de casos es establecer el límite de lo que es y no es una estafa. «No podemos obligar a nadie a que no dé su dinero a quién quiera», dice la fuente policial. Sin embargo, para los especialistas en este tipo de prácticas, los timos son fácilmente identificables. «No tiene nada que ver el tipo de cosas que se hacen en la magia negra con terapias como las que hacemos nosotros, no queremos que la gente se equivoque, son cosas completamente opuestas», dice Paloma Cristal.

Lo cierto es que frente al carácter marcadamente público y transparente de centros como Mayam, donde se aplican técnicas para conseguir la autosatisfacción personal, el negocio de los santeros suele pecar de un importante grado de oscurantismo. Casi todas las personas que protagonizan estas prácticas en Gijón son extranjeros con una situación no siempre regular y que carecen de un domicilio fijo. «Mucha de esta gente anda de un sitio para otro, sin residencia fija y haciendo dinero aquí y allá», denuncia Amparo Cienfuegos, propietaria de la tienda esotérica Luna Nueva, situada en el cruce de las calles Decano Prendes Pando y Santa Teresa de Jesús.

Las personas vinculadas a este tipo de actividad diferencian entre los «preparados» de los «timadores». Sin embargo, pocos son los expertos en santería que prefieren dar un carácter público a su negocio y, casi un hecho excepcional, aquellos que están dispuestos a responder a los medios. «Ahora estoy en Lérida», fue la respuesta que se encontró este periódico al intentar ponerse en contacto con uno de los santeros africanos que hace un mes desarrollaba su actividad en Gijón.

«Hay que saber diferenciar y que siempre te hagan lo que te hagan, que sea delante tuyo», insiste Cienfuegos. En su tienda, además de vender velas, libros, amuletos y todo tipo de figuras relacionadas con diferentes religiones, se rinde tributo a las ciencias ocultas. «No tenemos nada que ver con las terapias energéticas, ayudamos a la gente de forma diferente», dice para diferenciarse del centro Mayam. Y así es. Las ciencias ocultas o el esoterismo propugnan ayudar a las personas a través, no sólo del conocimiento de sus cualidades, sino también de su futuro. Para ello, tras el mostrador de Luna Nueva están habilitadas varias habitaciones donde se «pasa el agua» y se lee el tarot por veinticinco euros la sesión.

«Pasar el agua» es una práctica muy arraigada en Asturias y que tiene muchos adeptos en la región. El proceso es sencillo: el interesado acude con agua de su casa en una botella al experto esotérico, éste, con una cuchara revuelve y deja caer el agua sobre un recipiente y en función del ruido que haga, su densidad y otros factores, analiza la situación presente y futura del cliente. «Ponemos también una vela y un trozo de cuerno de corzo junto al recipiente porque son un símbolo», afirma Cienfuegos.

El esoterismo se basa principalmente en tres tipos de prácticas: por una parte las predicciones de futuro, por otra, el estudio de lo que se denominan efectos paranormales y, por último, la magia. «Podemos ayudar a solucionar problemas», dice la propietaria de Luna Nueva. Sobre una de las mesas donde se lee el futuro, Cienfuegos ordena las 73 cartas de su tarot. Mientras, subraya la función social de su oficio. «Nosotros, con las líneas 803, damos servicio a cualquier hora del día; somos como un psicólogo o una vecina, pero, a diferencia de ellos, también escuchamos a las doce de la noche», asegura.

Y escuchan a todo tipo de clientes. Una tarde en Luna Nueva da para comprobar que el perfil de usuario de este tipo de «servicios» es muy variado. Hombres jóvenes y mujeres de avanzada edad se suceden en los cuartos de tarot. El tipo de cliente no está del todo definido, aunque son mayoría las mujeres de más de cincuenta años y con un nivel de estudios básico.

Son muchos los factores que pueden inducir a una persona a recurrir tanto a las terapias energéticas como a las ciencias ocultas. Aunque todos tienen un componente común: atraviesan por una mala racha o la incertidumbre por su futuro les genera ansiedad. «En épocas de crisis económica, como la que puede venir, estas consultas se disparan», aseguran fuentes policiales. Por eso, alertan sobre la posibilidad de que en los próximos meses se incrementen los casos de timos. «No podemos impedir que la gente vaya a donde quiera, pero sí les avisamos de que estén muy atentos acerca de a quién acude y qué cosas les piden a cambio», alertan desde la Policía Nacional.

Lo que tampoco se conoce con certeza es el volumen de negocio que mueve esta actividad. La situación ilegal de muchos de sus protagonistas impide manejar datos contrastados. Lo que sí se sabe es que las cantidades son elevadísimas y que los clientes son mucho más numerosos de lo que en un principio podría parecer. «Hay gente que con esto ha hecho millones de pesetas al mes», dice Amparo Cienfuegos. Adivinar los datos exactos es misión imposible.