Desde que en la madrugada del pasado sábado nos dejara, a sus 82 años, Corín Tellado, se han venido multiplicado las expresiones de sentimiento y admiración por la vida y obra de esta singular y extraordinaria mujer, nacida en Viavélez, pero que fue también, por voluntad y por destino, gijonesa, ya que en nuestra ciudad residió ininterrumpidamente desde 1951. Y, sin haberlo sido de nacimiento, no fue, desde luego, una gijonesa más. Así se lo reconoció unánimemente la Corporación municipal, dedicándole en 1998 una calle en Viesques y nombrándola hija adoptiva de Gijón en 2003.

A esos reconocimientos se sumaron los de hija predilecta del municipio de El Franco, la medalla de plata del Principado de Asturias y la medalla de oro al Mérito en el Trabajo, por recordar sólo algunos de los más relevantes. Pero el mejor premio que Corín Tellado pudo disfrutar, su mayor éxito, fue sin lugar a dudas la inmensa legión de lectores que atesoró a lo largo de una trayectoria creativa verdaderamente incomparable. Ningún escritor hispanoamericano de ninguna época puede resumir su producción con los números de Corín Tellado: cerca de 5.000 títulos escritos y alrededor de 400 millones de libros vendidos.

El éxito de Corín Tellado le llegó ya en 1946, sin haber cumplido siquiera los veinte años, al realizar su primera y atrevida apuesta. Desde entonces no dejaría de escribir a un ritmo vertiginoso, propiciado por el contrato en exclusividad que la mantuvo atada a la editorial Bruguera desde aquellos inicios hasta la quiebra de la editorial en 1986, y por su compromiso quincenal con la revista «Vanidades», una de las de mayor difusión en Hispanoamérica, en gran parte gracias a las entregas de la propia Corín. Asombra la capacidad de trabajo de una escritora que, desde la soledad de su escritorio gijonés, fue capaz de mantener por sí misma la expectativa de millones de lectores que jamás se vieron defraudados.

Nunca fue escritora de parnasos ni academias, ni consideró como terreno propio el de la gran literatura. Pero, siempre independiente, siempre insobornable, sí fue la gran dama de la novela romántica popular, dominadora de las fórmulas de mayor éxito de público, especialmente de las económicas colecciones de novela corta que en los quioscos se vendían o intercambiaban (sistema muy socorrido en otro tiempo), de las colaboraciones en revistas, de las popularísimas fotonovelas, de los no menos populares seriales radiofónicos?

A pesar del desdén con que los intelectuales han mirado siempre estas variedades de la cultura de masas, de la que Corín Tellado personificó durante varias décadas su más triunfante expresión dentro del ámbito hispanoamericano, es preciso reconocer el papel insustituible que la lectura de «romances» jugó en la educación lectora de millones de personas, mayoritariamente mujeres, de todas las extracciones sociales. Salvo en el ya lejano trabajo de Andrés Amorós «Sociología de una novela rosa» (1968), en la biografía de Blanca Álvarez o en el respaldo ocasional de autores como Cabrera Infante y Vargas Llosa, los estudiosos no han valorado en su justa dimensión el «fenómeno Corín Tellado», ni han profundizado en las razones últimas del extraordinario éxito de público que alcanzó. No puede entenderse su desbordante éxito sin la precisa concisión de su lenguaje, ni sin la personalísima conjugación de sentimientos, de conflictos emocionales, ni sin la tensión entre convenciones sociales y rebeldía, a la que la propia autora no fue ajena.

Si a Corín Tellado la siguieron fielmente millones de lectores es porque siempre fue una tejedora de sueños, sueños de papel que sirvieron de alimento espiritual a personas de la más diversa condición y lugar. Tributémosle todos, muy especialmente los gijoneses, un testimonio de admiración y de gratitud. Como dijo nuestra alcaldesa, Gijón pierde una «espléndida vecina» y una «escritora universal».