Eloy MÉNDEZ

Hacía muchos años que José Antonio López quería sentir el peso de la Virgen de La Providencia sobre sus hombros. Por eso, ayer se convirtió en «el hombre más feliz del mundo» cuando los miembros de la asociación de vecinos de la zona le comunicaron que, finalmente, sería uno de los ocho porteadores de la imagen de la «moreneta» gijonesa durante la procesión por los alrededores de la capilla. «Tenía algo pendiente con ella y ya lo he resuelto», decía tras la parada en la colina del Cuervo. Como este vecino de El Llano, decenas de feligreses abarrotaron ayer El Alto para rezar ante una de las advocaciones de María que más devotos arrastra en todo el concejo.

«A partir de ahora, esto va a estar lleno casi todos los días». Lo advertían Conchita Vega y Nieves López, residentes en La Providencia «de toda la vida», ante la proximidad de los exámenes de fin de curso en la Universidad. Motivo por el que la capilla de la zona se llena de estudiantes que llegan hasta el templo para encender una vela y ofrecer una promesa a cambio de un aprobado. En realidad, estos grupos de jóvenes son sólo una parte de los cientos de «peregrinos» que a lo largo del año se dejan caer ante el altar para hacer su particular petición ante la talla.

«Yo creo que cuando nos ve aparecer por la puerta, a la Virgen le entran ganas de darse la vuelta y marcharse». Así resumían Jesús Iglesias e Isabel Rodríguez su fidelidad a la patrona del lugar durante la procesión. Vecinos de la avenida de la Constitución se dejan caer por La Providencia casi todos los fines de semana y nunca fallan en el día grande de las fiestas, que siempre tiene lugar el último domingo de mayo. «Le pedimos de todo, la pobre ya debe de estar cansada de nosotros», apuntaba la mujer.

Unos pasos más adelante, dos hombres, ayudados cada uno de otros tantos niños, portaban los estandartes que abrían el recorrido. Detrás, la imagen emergía en medio de una multitud de cogotes y por delante de los tres sacerdotes que oficiaron la eucaristía de la jornada festiva: el párroco de Somió, Pío Sánchez; el vicario y rector del santuario, José Vicente Álvarez, y el cura jubilado Alberto Torga, que fue coadjutor de la parroquia. Entre la muchedumbre, los miembros del coro de la asociación de vecinos se distinguían por vestir camisa blanca y pañuelo azul al cuello. Después, protagonizarían la parada en la colina del Cuervo con sus cánticos, a escasos metros del acantilado desde el que se contempla el litoral hasta el concejo de Villaviciosa. Una actuación de baile regional antiguo del grupo «Eva Canel» y la música de gaiteros y tamborileros pusieron fin al desfile religioso.

«Todos los domingos vengo desde el centro para rezar ante ella, pero éste no es un domingo más, es su domingo», resumió Loli Menéndez nada más finalizaron los actos organizados por la comisión de fiestas del colectivo vecinal, que ayer también celebró la rifa de la carretilla de productos alimenticios como punto y final a tres días de fervor religioso a orillas del Cantábrico.