El Xixón Sound está de vuelta a la primera línea de la escena musical gijonesa. Y lo está con motivo de la celebración, ya iniciada, del evento denominado Gijón Sound Festival, una propuesta con un frente de los más diverso de actividades (lo que incluye cine, conferencias, exposiciones, concurso de maquetas?) y conciertos. Conciertos en los que los organizadores han buscado englobar diferentes estilos y periodos de la vida musical de la ciudad desde los años 80 hasta la actualidad.

Parece inevitable que el nombre del festival reavive la polémica en torno a la etiqueta bajo la cual la música de la ciudad ha alcanzado una mayor proyección hasta la actualidad. Y es que decir «Xixón Sound» en los años noventa era hablar de música «indie» en España. Por primera vez no eran las grandes ciudades las que marcaban tendencia: la onda laietana de la Barcelona de los setenta o la movida y el sonido Malasaña del Madrid de los ochenta, sino que la modernidad se descentralizaba a ciudades como Granada, Zaragoza y Gijón, en las que proliferaban bandas como «Los Planetas», «Niño Gusano» o los gijoneses «Penelope Trip» y «Australian Blonde».

Resulta ya casi un tópico cuestionar la existencia de determinadas escenas, movimientos y estilos que tratan de agrupar expresiones artísticas siguiendo criterios cronológicos y geográficos o estableciendo parámetros y características comunes que no tienen la misma significación para los miembros que la forman. Si la historia del arte está plagada de grupos creados en torno a manifiestos que acaban siendo criticados y traicionados por sus propios miembros no podemos extrañarnos de que las etiquetas impuestas por la crítica y el periodismo musical no sean reconocidas y causen rechazo en quienes se ven inmersos en ellas sin buscarlo ni pretenderlo.

De todos modos, los 20 años de la publicación del emblemático álbum «Pizza Pop» (Subterfuge, 1993) de «Australian Blonde» parecen un buen pretexto para recordar el pasado musical de la ciudad, con un festival que en un principio pretendía rendir homenaje a varias generaciones de músicos de los ochenta y noventa, tomando como estandarte el rock de «Ilegales» y el noise pop del Xixón Sound respectivamente. Este tipo de celebraciones son ocasiones para el reconocimiento, la nostalgia y para revisar y reescribir la historia desde la distancia; pero también avivan polémicas por las presencias y las ausencias, al igual que sucedió con el revival de la movida madrileña en la celebración de su 20 aniversario hace ya una década. No fueron pocos lo que negaron la existencia de este fenómeno a principios de los ochenta: artistas, escritores, periodistas, políticos, y algo similar ocurrió con el Xixón Sound desde la creación de este término de difícil definición.

Ramón Lluís Bande recogía en su libro «Xixón Sound» (Trabe, 1995) en el momento álgido de este fenómeno la diversidad de opiniones en torno a la validez de esta etiqueta para los músicos de varias bandas de la ciudad y realizaba un intento por trazar unas líneas comunes que dieran consistencia al Xixón Sound.

Visto desde la actualidad, resulta difícil hablar de un «sonido Gijón»; si bien el noise-pop (con potentes distorsiones en las guitarras y letras en inglés) irrumpía con fuerza influyendo en el repertorio de numerosas bandas de la ciudad, la evolución de las que se consolidaron discurrió rápidamente por otros derroteros abriendo caminos muy distintos entre sí. Ni siquiera el papel de Paco «Loco» como productor de gran parte de las grabaciones del momento en su estudio ODDS sirve para establecer una serie de parámetros musicales que puedan definir los rasgos del Xixón Sound como estilo musical.

Quizás la mayor justificación de esta etiqueta la encontramos en su capacidad para apelar a una escena articulada en torno a la importancia que un grupo de jóvenes otorgaba a la música y creando espacios, eventos y formaciones en los que poder compartir su interés por estilos alejados del «mainstream» del momento. Así, bares como La Plaza o El Guetu se convirtieron en lugares habituales de reunión de músicos; locales como El Zero y La Fábrica en escenario de numerosos conciertos de las bandas locales, y los destartalados habitáculos del Cerillero y la Coría en los locales de ensayo que prácticamente compartían y en los que también se celebraron numerosos conciertos.

Era un momento de efervescencia y urgencia en la vida musical de la ciudad, en el que proliferaban grupos cada semana y en el que era habitual tocar en varias formaciones con estilos diferentes. Una época de búsqueda y experimentación que no tuvo nombre hasta que los medios de comunicación nacionales se hicieron eco de lo que estaba sucediendo en esa ciudad industrial a orillas del Cantábrico.

A partir de ese momento llegó la repercusión, con la bendición de Radio 3 y Subterfuge, el sello discográfico que junto a Munster creó un nicho de mercado en el complicado mundo de la industria musical. Sin duda esto animó a la creación de una incipiente infraestructura «made in Asturias», con la creación de Astro Records por parte de Roberto Nicieza y la revista «Astur Music» por Enrique Patricio, en un momento en el que el Festival de Cine de Gijón, bajo la dirección de José Luis Cienfuegos, supo contar con los grupos de la ciudad promoviendo grabaciones y conciertos. Así, el Festival conmemoró el centenario del nacimiento del cine español en 1996 con un concierto en el teatro Jovellanos y la edición del disco «Canciones del cine español (1896-1996)» (Astro, 1996), donde quedan patentes las diferencias en el estilo musical de muchos de los grupos que en aquel entonces se encontraban bajo el paraguas del Xixón Sound, desde el pop con raíces sesenteras de «Undershakers» y «Mockin' Byrds», al pop «indie» de «Penelope Trip» o «Manta Ray», pasando por el rock de «Kactus Jack».

La generación del Xixón Sound colaboró y formó parte de muchas otras bandas que se consolidaron en la segunda mitad de los 90, entre las que encontramos algunas que alcanzaron gran proyección, como «Nosoträsh» o «Pauline en la Playa». También fue el trampolín para exitosas carreras en solitario, como las de Nacho Vegas o Fran Nixon, y sirvió de acicate para la creación de numerosos grupos que seguían dando vida musical a la ciudad, grabando maquetas en el Taller de Músicos de Gijón y participando en discos colectivos como «Interferencias», que recogía canciones de muchos de estos grupos a finales de los noventa.

Fueron años en los que Gijón sonaba, quizás no con un sonido único, distintivo o propio, pero desde luego la ciudad sonaba a mucha música que sus bandas hacían intramuros. Y también sonaba a nivel nacional, como una de las cunas del indie estatal y bajo la denominación de Xixón Sound; una etiqueta incómoda en la que muchos no se ven representados, pero que en su momento funcionó como carta de presentación para una parte de los grupos de la ciudad que salían a tocar fuera de Asturias.