La parroquia de San Esteban del Mar, en el barrio de El Natahoyo, se quedó pequeña ayer por la tarde para dar el último adiós a Thiago Leonel Guamán Bustos, el pequeño de tres años que falleció la pasada Nochevieja tras atragantarse con una uva en presencia de su familia. De hecho, muchos fueron los familiares, amigos, compañeros y compatriotas del niño y su familia que tuvieron que seguir de pie, al fondo de la iglesia, el funeral oficiado por el jesuita José Alonso Rodríguez. Fue la de ayer una celebración religiosa discreta, emotiva y con profundo dolor por la prematura muerte del pequeño.

La misa comenzó a las cinco y media de la tarde. Los familiares del pequeño, especialmente su madre Viviana Bustos y su hermano Kevin Alexis -que portaba un clavel blanco entre sus manos-, recibieron los abrazos, condolencias y muestras de cariño de decenas de personas, entre ellos la práctica totalidad de los profesores y alumnos del colegio Atalía, donde Thiago Guamán cursaba primero de infantil desde el pasado septiembre, antes de comenzar la oración. También personas del entorno laboral de Viviana Bustos y su madre, afincadas en la región desde hace casi dos décadas. "Son unas personas maravillosas y muy trabajadoras, esto es algo terrible", confesó una de ellas ante la parroquia de El Natahoyo.

Los bancos del templo se fueron llenando poco a poco. Junto a la familia Bustos -muchos de ellos llegados hasta Asturias a raíz de la muerte del pequeño- estuvieron también presentes un notable número de compatriotas ecuatorianos para despedir al pequeño Thiago Leonel Guamán, cuyas cenizas estuvieron presentes durante la misa tras ser incinerado el miércoles en el tanatorio de Gijón-Cabueñes. Fue a ellos, especialmente, a quienes dirigió ayer muchas de sus palabras el jesuita José Alonso Rodríguez. "Si hay un país que ha enviado a gente por todo el mundo es España", pronunció durante su homilía ante "un grupo grande y diverso" que ayer se dio cita en El Natahoyo por "la desgracia de este niño y su familia".

Durante la celebración religiosa, el jesuita también pronunció en alto varios ruegos, especialmente por aquellos que "tuvieron que ver en la educación, los juegos y crecimiento" del pequeño Thiago Guamán. También, y como un nuevo guiño a la comunidad emigrante presente, a todos aquellos "que viven fueran de su país, del que huyen para evitar el hambre o la muerte". Luego, durante la comunión, una feligresa habitual entonó el "Que canten los niños". Después, el sacerdote roció con agua bendita la urna que contenía las cenizas de la víctima del infortunio.

A este homenaje religioso le seguirá otro más en el colegio Atalía, donde Thiago Guamán estaba perfectamente integrado y era también muy querido por profesores y compañeros. Ese recuerdo en su honor será a partir de la reanudación de las clases, tras las Navidades.