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El hombre asesinado en Lloreda: un "cuatrero" con antecedentes y siempre en malas compañías

Jorge Aquilino Llamedo Sánchez, de 62 años, quedó marcado hasta en su mote por haber formado parte de una red que robaba ganado en Asturias

El hombre asesinado en Lloreda: un "cuatrero" con antecedentes y siempre en malas compañías

Los vecinos de las parroquias gijonesas de Porceyo y Tremañes le conocían con el apodo de "el Cuatrero" y a muchos no les extrañó que la Guardia Civil haya teniendo que acabar investigando la muerte en extrañas circunstancias de Jorge Aquilino Llamedo Sánchez.

Este gijonés de 62 años, con antecedentes policiales y al menos un par de ingresos en prisión, con fama de marrullero, buscavidas y de vivir en los márgenes de la ley, fue hallado muerto de madrugada en su propio domicilio, una vivienda unifamiliar asentada en una zona rural aislada del barrio de Lloreda, en el límite entre ambas parroquias del oeste de Gijón. El cuerpo del fallecido presentaba evidencias de diversos traumatismos que no se correspondían, según los investigadores, con el escenario de una caída fortuita o un golpe involuntario, lo que llevó a que los agentes de la Guardia Civil abordaran desde el principio el caso como un delito violento. Un extremo que tendrá que verificarse en el Instituto Anatómico Forense, a donde fue trasladado el cuerpo. Mientras todos los extremos se van perfilando ya hay un detenido que está siendo custodiado por la Guardia Civil: se trataría de un viejo conocido del muerto, relacionado con trampeada vida y también con diversos antecedentes policiales.

Los agentes gijoneses recibieron un aviso de madrugada que les llevó a la vivienda de Lloreda, en torno a las cinco de la mañana. Antes había estado en la zona una patrulla de la Policía Nacional, pero al ser la zona área de responsabilidad de la Guardia Civil ha sido ésta la encargada de asumir la investigación. En el interior del inmueble, una vivienda que en su día fue una casería agrícola y ganadera y que ahora evidencia un gran deterioro y el descuido vital en el que se manejaba su morador, se encontraron el cuerpo del hombre. Estaba ya sin vida, por lo que procedió su traslado al Instituto Anatómico Forense, en Oviedo, donde espera que le sea practicada la autopsia.

Jorge Aquilino Llamedo se hizo un hueco en las páginas de sucesos de la región hace dos décadas cuando se le detuvo en el marco de la "operación Pezuña". Así denominó la Guardia Civil de Asturias una investigación sobre robo de ganado a gran escala cuyos cabecillas -a ese nivel no estaba el gijonés- operaban desde la zona de Mieres y Langreo, con incursiones a otras áreas de montaña de comunidades vecinas. Jorge Aquilino Llavona Suárez aceptó, como otros ocho acusados más, las imputaciones oficiales de pertenencia a una red de cuatreros que robaba todo tipo de ganado, principalmente reses vacunas y que pudo haber hecho negocios ilegales con varios cientos de animales. Propiciaban compraventas al margen de la ley y llegaban a mercados de fuera de la región, o liquidaban el ganado para consumo propio y ajeno en locales de restauración. Todo sin demasiada sofisticación ni gran entramado organizativo y eso que se les atribuyó también la participación en otros robos de animales de todo tipo, incluidos perros de raza y otros domésticos, e incluso de aperos, objetos diversos y hasta algún arma. La operación "Pezuña" fue destapada por la Guardia Civil en 1996 y hasta el año 2000 no llegaron las condenas, aunque quedaron muy limitadas por la dificultad de seguimiento de muchos hilos del caso. Jorge Aquilino Llamedo fue uno de los condenados y aunque las penas llegaron a los seis años y medio de cárcel en conjunto, sirvieron para que en el sumatorio con otros delitos Jorge Aquilino acabara pasando alguna vez más por prisión.

Algunos vecinos se referían, tras conocer su muerte, que era un hombre que "todos sabíamos que andaba en malos pasos", que se relacionaba "con gente dudosa" y vivía siempre "de forma trafullera", descuidado con su vida, su aspecto y su ambiente, pero sin que de ello se derivara "ningún temor" hacia el vecindario. "En las distancias cortas era amable, pero los antecedentes que sabíamos, el hecho de vivir en una zona apartada, su descuido general y el mal entorno le marcaban demasiado", contaba una mujer que le trató.

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