Una “luchadora” que superó un cáncer de colón y que a sus 75 años aún seguía trabajando. Así describrieron ayer sus familiares a Margot Arias García, leonesa afincada en Gijón que falleció a las pocas horas de sufrir un fuerte golpe propinado por el espejo retrovisor de una furgoneta de reparto. El accidente se produjo el miércoles, a las nueve de la mañana, en el paso de cebra de la calle San Juan de la Cruz en su confluencia con la avenida Manuel Llaneza. El vehículo fue a reanudar la marcha sin advertir la presencia de la mujer. “Estamos abatidos, ha sido un shock”, lamentó ayer Rodrigo Blanco, uno de sus dos hijos. Margot Arias García era natural del municipio leonés de la Pola de Gordón. Emigró a Gijón a los 14 años procedente de una familia de nueve hermanos. Residía en la calle Cean Bermúdez. El día del accidente había salido temprano de su casa para prepararle el desayuno a una persona a la que ayudaba en las labores domésticas. Según el relato policíal, la víctima sufrió un fuerte golpe a la altura del número 56 de Manuel Llaneza, provocado por el retrovisor de una furgoneta. El conductor detuvo el vehículo en el paso de cebra de la calle San Juan de la Cruz y al reanudar la marcha no vio a la peatón. El implicado dio negativo en los test de alcohol y drogas y se quedó en el lugar de los hechos. Los testigos de la colisión trataron de ayudar a la entonces herida. Yacía en el suelo y afirmaba sentirse indispuesta. No querían que cerrara los ojos. La mujer fue trasladada al Hospital de Cabueñes. Ingresó en estado crítico y pereció a las pocas horas, según explicaron sus allegados.

La primera en enterarse del accidente fue Andrea Fernández, la nuera de la finada. Rápidamente avisó a Rodrigo Blanco, uno de los hijos. Este se encontraba en su puesto de trabajo en Arcelor. Los restos mortales de Arias García reposan desde ayer en el Tanatorio de Gijón-Cabueñes. Hoy serán incinerados a las 10.30 horas. Las causas de la muerte se comunicarán a la familia en 15 días.

Margot Arias García no tuvo una vida fácil. Sin embargo, los que la conocieron destacan su carácter “amable y optimista”. Nacida en un pueblo de León de hoy poco más de 3.000 habitantes y gran tradición minera, la mujer se sentía una gijonesa más. Emigró a la ciudad para trabajar en Casa Jorge, en Somió. Colaboró detrás de la barra, como ayudante del hogar y como canguro. Jamás le hizo ascos al trabajo. Y hasta el accidente, se mantuvo activa. “De no ser por esto, nos habría jubilados a todos”, aseguró la nuera.

Viuda de un transportista, ejerció como empleada doméstica en muchas viviendas. En algunas, por largo tiempo. De ahí que generara grandes simpatías y cariños. “Era muy apreciada. Si no fuera por el virus mucha gente la vendría despedir”, afirmó Rodrigo Blanco. Fue también una mujer habilidosa con la aguja. Tejer, además de una de sus pasiones, fue uno de sus empleos. Su único nieto era su ojito derecho.

Otra de sus grandes aficiones era el parchís. Era una competidora nata y en tiempos más amables que los del virus era común verla con su grupo de amigas disputando largas partidas en cafeterías de Manuel Llaneza. Un desgraciado accidente, un mal golpe que le propinó el espejo lateral de una furgoneta de reparto, se ha llevado a Margot Arias García, una luchadora infatigable que, además de un cáncer, superó varias operaciones.