La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La compañía vuelve a los cementerios

Decenas de gijoneses regresan a los camposantos para honrar sin restricciones a sus difuntos: “Se nota más actividad”

Así fue el Día de todos los santos, en Gijón

Así fue el Día de todos los santos, en Gijón Pablo Palomo

Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Así fue el Día de todos los santos, en Gijón Pablo Palomo

Begoña Piñero lleva cinco años trabajando en la floristería situada frente al cementerio de El Suco. Este puesto era ayer un excelente termómetro para verificar que el Día de Todos los Santos se pareció más al de 2019 que al de 2020. El segundo 1 de noviembre pandémico se vivió sin restricciones de aforo, sin prisas en las familias para presentar sus respetos a los seres queridos que ya no están y sin el cierre perimetral que el año pasado impidió tantos viajes. Piñero no deja de trabajar en una moña amarilla, un tradicional arreglo floral gijonés para los nichos, mientras mira por su ventana, que da a la puerta principal del camposanto de Ceares, por donde ve pasar un goteo constante de personas. “Se nota más actividad, pero la gente no deja la mascarilla en el coche, aunque esté al aire libre”, concluye.

Con un sol casi veraniego en el cielo, pero con un manto otoñal de hojas secas en el suelo, los cementerios gijoneses abrieron ayer sus puertas para acoger la jornada de más visitas de todo el año, tras una semana de mucha afluencia con los más madrugadores. El Día de los Difuntos es una de las jornadas más tradicionales del calendario, pero hay casi tantas formas de vivirlo como personas hay para las que esta fecha tiene un especial significado. Los hay quienes llevan la emoción a flor de piel. Esos que planifican la visita con tiempo y no pueden evitar emocionarse al pensar en los seres queridos que ya no están. Es el caso de Natalia Crespo, una mujer de 37 años que ayer acudió al nicho de su familia a Ceares, acompañada por su marido, Alfredo Pérez y por su hijo, el pequeño Saúl. “Soy creyente y a mi abuela le gustaba venir a ver a mi abuelo. En este día se recuerdan las cosas buenas que vivimos junto a nuestros seres queridos”, resume la mujer, que ahoga como puede el llanto.

25

Los cementerios de Gijón vuelven a llenarse por Todos los Santos Juan Plaza

La mujer recibe la ayuda de su hijo, que lleva un cirio pascual para dejar en el nicho familiar, quizás ya consciente de que está viviendo un momento especial en su familia. Momentos como este se repitieron ayer en el Suco y en los otros cementerios municipales del concejo. “Hay más gente que el año anterior, eso está claro”, insiste Begoña Piñero, la florista, que ayer vivió una jornada laboral ajetreada. Aunque nada que ver con el 30 y el 31 de octubre, los días de más trabajo. “Recibimos encargos desde el jueves de la pasada semana”, enuncia.

El día de Todos los Santos también se vivió intensamente en el parque de Los Pericones. En ese pulmón verde se mezclaron muchos de los iban a ver a sus muertos, con los que aprovecharon la jornada festiva para sumar kilómetros a sus piernas en una buena jornada de running. Mientras se producía esa estampa de contrastes, Raquel Sirgo y Javier Boto, madre e hijo, posaban un ramo de flores en el nicho familiar de El Suco. Para Sirgo ayer era un día intenso. Su padre falleció justo a finales del año pasado. “Nunca había venido en un día como hoy –por ayer– al cementerio. Aunque está toda la familia, soy de las que piensa que no hay que ir a un sitio concreto para pensar en los seres queridos. Yo lo hago todos los días”, razona.

La llegada de la nueva normalidad se notó también en los servicios eclesiásticos. Se celebraron misas en los ocho cementerios municipales (Ceares, Deva, Baldornón, Tremañes, Somió, Cabueñes, Jove y Cenero). Una novedad respecto al año pasado, cuando estos ritos religiosos se suspendieron por la pandemia y solo se pudieron dar misas bajo el cobijo del techo de la iglesia con restricciones de aforo. Esa situación quedó superada, por ejemplo, en Deva, en concreto en la parroquia de San Salvador de Deva y en el coqueto cementerio anexo. La iglesia registró el lleno y varias personas tuvieron que escuchar el sermón del cura Celso González desde el umbral de la puerta. “Es un día especial para todos, porque todos tenemos difuntos. Yo mismamente también”, aclaró el sacerdote, que luego celebró un pequeño rito en el cementerio anexo a la parroquia.

En ese rito estuvieron presentes Katia Piñera y su madre, Claudete Metello, una brasileña que lleva 40 años afincada en Gijón y que lleva a la parroquia rural de Deva en el corazón. “Gracias a Dios, estamos recuperando la normalidad”, señala Metello, una habitual de la cita en Deva, que el año pasado no celebró por el covid. “Este día tiene mucho de especial, porque le enseñamos a los hijos a tener un recuerdo de sus familiares”, explica la mujer sobre una jornada que se registró sin incidentes y con un operativo policial que reguló los accesos a los principales camposantos. Fue un día de emoción a flor de piel, donde todavía se vio algún que otro disfraz de Halloween, por eso de mezclar las nuevas con las viejas tradiciones, y en los que la normalidad, de vestir ropa de domingo, aunque el día cayera en lunes y de pasar tiempo, ya fuera en familia o en soledad, con los seres queridos que ya no están.

Compartir el artículo

stats