El lío de los cinco burros de La Guía: "Dicen que pasan frío por la noche, es absurdo"

Un lavianés retira tres de sus cinco asnos de una finca por denuncias vecinales

José Valbuena, con su hijo José, dando de comer a uno de los burros que tienen en una finca junto a la avenida del Jardín Botánico, ayer por la mañana.

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Pablo Palomo

El "Platero" de Juan Ramón Jiménez es el burro más famoso de la literatura, pero los asnos que se han ganado el corazón de muchos vecinos de La Guía son los cinco que tiene José Manuel Valbuena en una finca situada junto a la avenida del Jardín Botánico. Pero también hay quien no los soporta. Por eso, este lavianés con vivienda en Gijón tuvo ayer que llevarse a tres de sus animales a otra parcela, en La Providencia. El motivo es que algunos residentes han presentado denuncias ante la Guardia Civil al creer que no están bien atendidos. Denuncian, entre otros asuntos, que, al dormir al raso, pasan frío por las noches. "Son las típicas tonterías de la ciudad", lamenta Valbuena, que, harto de tener que lidiar con estas reclamaciones, ha cortado por lo sano. De momento, solo dos se quedan donde están. Eso sí, si no hay solución el destino de todos ellos puede ser el matadero.

El dueño niega tajantemente que este presunto maltrato animal exista. Dice que cualquiera que se acerque a la finca puede ver que los burros, que son un macho, dos hembras y dos crías, están perfectamente. Aparte del tema del frío, algunos vecinos creen que los asnos pasan hambre porque, al parecer, cuando alguien se les acerca con pan o fruta se acercan y comen. La Guardia Civil corrobora que los animales están bien alimentados, reciben buen trato, tienen los papeles en regla y con las revisiones veterinarias pasadas como corresponde. "Los tenemos por disfrutar, pero se ha convertido en una pesadilla, en un agobio", clama Valbuena.

La finca está en el número 794 de la avenida del Jardín Botánico, incrustada entre casas unifamiliares y una urbanización llamada "La Pomarada", delante de una superficie comercial asiática. Desde ella se ve, a lo lejos, la torre de la Universidad Laboral. El terreno está parcelado por un muro y una puerta de rejas metálicas cerrada con candado. Hay verjas para darle altura al muro, así que los asnos no podrían escapar aunque quisieran. La mayoría de los vecinos están encantados con ellos. Disfrutan por verlos y atenderlos. El macho se deja acariciar con facilidad. Una es Ángeles Zapico, una mujer de 80 años que acude a la finca a diario. "Son la atracción de la zona", cuenta con pena al ver que se van. No es la única. Hay otro vecino que tiene llave de la parcela y va todos los días a echarles de comer. "También vienen una madre y su hijo, porque les encantan. El otro día una señora casi se echa a llorar al enterarse de que me los llevo", añade Valbuena.

El lavianés se dedica a la hostelería en su concejo. Tiene más burros. "Es por afición, porque son cariñosos y simpáticos", señala. La parcela de La Guía, de cerca de 4.000 metros cuadrados, es de su familia desde hace tres décadas. "Creemos que hay cierto interés en que la vendamos. Al final, este terreno es muy goloso, pero no estamos interesados", explica el dueño. "Aquí tienen de todo. Comida, agua... no consumen mucho pasto y les encantan los escayos. Los comen como pipas", apostilla.

Valbuena ha colocado un cartel al pie de la puerta de su finca avisando de que se lleva a los burros, que, por cierto, no tienen nombre. A los machos, cuenta él mismo, los suele apodar "Felipe". Y a las hembras, "Sofía", "Leonor" o "Elena". Que cada uno saque sus conclusiones. "Como esto siga así, la gente de la ciudad va a tener que comer asfalto porque presionan por tonterías. Vas al pueblo y molesta el gallo o los animales en la cuadra y así estamos", reflexiona Valbuena, que acudió a la tarea de ayer con su hijo, llamado también José. "El pasto lo vamos a seguir usando y si no están estos, vendrán otros. Burros hay en todas partes. Aquí y alguno también en el Gobierno", finaliza.

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