Los terrenos del plan de vías de Gijón se llenan de chabolas: "Estoy pendiente de una oportunidad laboral"

Una veintena de personas sin techo duermen al raso en tiendas en una zona abandonada desde hace dos décadas

Gabriel Cuesta

Una decena de tiendas de campaña y chupanos pasan desapercibidas en los terrenos de la antigua estación de tren Jovellanos. Son las primeras "viviendas" en los terrenos del plan de vías, una parte del "solarón" que lleva abandonada dos décadas. Por las vías donde antes circulaban los trenes, ahora buscan cobijo ante el aire y el frío los ocupantes de estas pequeñas chabolas. Palés, colchones, cajas de plástico, lonas… Casi cualquier material sirve para levantar mínimamente estas estructuras. Viven en unos terrenos cuyo proyecto de urbanización sigue entre alfileres para dotarlos de nuevos edificios de viviendas entre calles perimetrales, carriles bici, aparcamientos, aceras, paseos y espacios de juego.

El último intento frustrado de urbanización, al ralentí de una estación intermodal cuya redacción de proyecto se prevé lista para mediados de 2025, tasó las obras en algo más de tres millones, con un inicio previsto para 2020. El último movimiento político fue el pasado mes de julio a través de un acuerdo plenario para solicitar a Adif, la propietaria de los terrenos, su cesión y adecuarlos como una zona ajardinada entre el Museo del Ferrocarril y el viaducto de Carlos Marx con un coste de 800.000 euros. En definitiva, la ecuación para desbloquear su remodelación es compleja. Mientras, cerca de una veintena de personas sin techo pasan la noche a la intemperie en esta zona, la más abrupta del "solarón". Allí buscan discreción y pasar desapercibidos a la espera de una oportunidad que no acaba de llegar. Esta especie de descampado es un efecto colateral de la desaparición de la antigua estación de tren por un plan de vías encallado desde más de dos décadas, con la sociedad Gijón al Norte al frente. Ahora, los que ocupan sus antiguas vías aseguran que lo que quieren es "trabajar para ganarse la vida y conseguir un hogar", pero la mayoría rehúyen aparecer ante las cámaras con nombres y apellidos y prefieren mantenerse en el anonimato.

Hay alguna excepción que prefiere poner cara a una problemática que desborda a los servicios sociales, como es el caso de Fulbert Jtsota. Este congoleño de 49 años espera sentado en una piedra a que suene su teléfono móvil para darle buenas noticias en forma de un nuevo trabajo. "Estoy pendiente de una oportunidad laboral y un curso para mejorar mi formación. He trabajado como encofrador en varias obras –tiene un título– y también he realizado labores de mantenimiento como, por ejemplo, el desbroce de maleza. Ahora mismo no recibo ningún tipo de ayuda", relata. Desde hace tres años alterna las noches entre un albergue social y el "solarón". "Sobre todo, el invierno es muy duro. Yo tengo muchas ganas de trabajar. He estudiado español para adaptarme aquí y lo único que quiero es ganarme la vida", pide.

Jtsota pasa las noches en la parte de la explanada del "solarón" más próxima al puente de la Comisaría de la Policía Nacional de Moreda. Esa zona se ha convertido en una especie de descampado invadida por la maleza, regada por ropa vieja y todo tipo de desperdicios. Las vallas blancas, comidas por el óxido, tienen varios huecos cuando supuestamente se instalaron para impedir el acceso. Por ahí entran y salen sus inquilinos, que atraviesan de una zona a otra escalando por los montones de piedra que salvan el desnivel de la línea hundida donde antes había vías. Es un lugar aislado, sin viviendas ni comercios cerca, por lo no generan molestias a los vecinos: "Dormir en la calle siempre es la última opción para cualquiera. Es necesidad", aclaran varios de los ocupantes.

Poco tiene que ver con la imagen de los renombrados del Tren de la Libertad, la zona verde más próxima a El Humedal habilitada para el ocio de vecinos y mascotas. Al otro lado de la valla, la panorámica es bien diferente. Jtsota llegó a España en 2017 para buscar un futuro mejor y ayudar a su familia. Tras tres meses en Madrid, recaló en Gijón. "Tengo tres hijas y un hijo en el Congo a los que intento ayudar. Y mi mujer está en Francia en asilo político", relata. Aquí le apoya el personal y una abogada de Cruz Roja. Esta "fotografía" es una muestra de la radiografía que el Observatorio de la Red de Inclusión Activa del Municipio de Gijón hizo a finales del año pasado, cuando detectó un total de 355 personas sin hogar en la ciudad, de las cuales 151 viven en la calle. Una parte se refugia en las vías del "solarón" a la espera de una oportunidad.

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