El Domingo de Ramos abarrota Cimadevilla: "Es la fiesta de los niños"

Una multitudinaria procesión de La Borriquilla entre Los Remedios y San Pedro abre las celebraciones en el barrio alto

Los feligreses de Cimadevilla fueron ayer muy previsores. Media hora antes del mediodía era ya difícil ganarse un hueco en primera fila a la entrada de la capilla de Los Remedios, punto de salida de la tradicional procesión de La Borriquilla por el Día de Ramos hasta San Pedro. Eran tantos que la colas llegaban casi hasta la plaza Mayor, así que muchos apenas pudieron escuchar al párroco, Javier Gómez Cuesta, hablando por megafonía. "Es la fiesta de los niños, son los protagonistas y es estupendo ver a tanta gente", defendió el sacerdote, que encabezó un desfile al final sin incidencias meteorológicas pese a las amenazas de lluvia que intranquilizaron a los cofrades al inicio.

Los voluntarios de Protección Civil que velaban por la seguridad del paso miraban también al cielo cada dos minutos e Ignacio Alvargonzález, presidente de la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades Penitenciales, fue moviéndose durante todo el recorrido para vigilar a la comitiva. Porque la procesión parece sencilla –solo dos imágenes, la de la Borriquilla y la del Niño Jesús–, pero la primera lleva a una decena de niños sentados sobre el paso (ayer procesaban contentos y buscando a sus padres entre el público) y la otra la portan integrantes de la Cofradía de Niños, así que la ruta está milimetrada. De hecho, los feligreses más fieles se la saben de memoria, así que ayer se iban moviendo para conseguirse un nuevo sitio en primera fila. Se levantaron casi tantas palmas como teléfonos móviles.

En una de estas deseadas primeras filas estaban, muy formales, los niños Nel y Gara Santos y su prima Rebeca Bernardo. Es su primer año participando en la Semana Santa. "Empiezan a tener una edad y les hace ilusión. No sabíamos que a esta procesión venía tantísima gente", reconocieron, sorprendidos, sus padres. A unos metros, Javier Rodríguez y Marta Infiesta cambiaron ayer su tradición de pasar el Día de Ramos en Begoña para acercarse hasta Cimadevilla. Lo hacían vigilando muy de cerca a Nora Vallina, su nieta, de solo dos años. "El año pasado ya la llevamos de procesión, queremos que sea tradición", dijo el abuelo.

Pese a la llovizna del inicio, cuando la procesión bajó del barrio alto y llegó a la plaza del Marqués, el cielo empezó a abrirse. Fue una tregua justa: empezaba Gómez Cuesta la misa, ya en San Pedro, y afuera volvía n a caer gotas. Gran parte de los feligreses, sin embargo, se quedaron resguardados en un templo repleto que recibió entre aplausos a los niños de la cofradía, que gritaron: "¡Viva San Pedro!".

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