Dio una charla en el Ateneo Jovellanos | Julio Caso Peláez Médico experto en geriatría

"Todos tenemos a un vecino mayor que se siente solo; debemos involucrarnos"

"Vemos a gente mayor que depende de los psicofármacos y que igual no se suicida, pero se deja de cuidar"

Julio Caso, ayer, en la antigua Escuela de Comercio.

Julio Caso, ayer, en la antigua Escuela de Comercio. / Marcos León

En el marco del ciclo de ponencias sobre salud mental que organiza el Ateneo Jovellanos bajo la coordinación de la psicóloga Isabel Menéndez Benavente, el médico de familia Julio Caso, especialista en geriatría arraigado en Madrid, habló ayer en la Escuela de Comercio sobre la soledad no deseada en la tercera edad.

–Plantea la soledad en la tercera edad como enfermedad. ¿Por qué?

–Porque parece que se piensa que la soledad no deseada solo afecta a cuestiones emocionales, pero también acelera el deterioro de las personas mayores. Es una puerta de entrada a situaciones de dependencia.

–¿Ese deterioro que se acelera es un deterioro físico o también cognitivo?

–Ambos, porque la soledad no deseada influye en todo. Si la persona no sale apenas de casa no se mueve, y esa falta de ejercicio físico es un problema, pero también deja de tener relaciones, deja de hablar con familiares y amigos, y esa falta de actividad social repercute en su actividad cerebral y empeora su situación psicológica. Hasta el 20 por ciento de los casos de soledad no deseada pueden acarrear demencias más rápidas.

–También hay mayores que quieren estar solos.

–Claro. La soledad no deseada es subjetiva y hay personas mayores que viven solas y se mantienen activas. Ahora bien, últimamente quizás se estén mezclando las cosas. Una persona puede empezar a estar sola porque lo desea y al final termina aislándose socialmente.

–¿La soledad no deseada está al alza por el cambio del modelo de familia tradicional?

–Absolutamente. Los cambios familiares han sido tremendos y conciliar el trabajo con los cuidados es muy difícil. Hoy es más habitual que los hijos tengan que trabajar fuera y las relaciones entre vecinos también han cambiado. Vivimos más desconectados.

–¿En la tercera edad es más difícil hablar de salud mental?

–Sí, sin duda. Una persona de 30 años y una de 80 no afrontan de la misma manera la idea de ver a un psicólogo. Su educación ha sido otra. Sí hemos visto que en las personas mayores funciona bien hacer actividades grupales, con otra gente. Tenemos que valorar cómo ajustar las terapias.

–¿Y el abuso de psicofármacos? Quizás una persona mayor no quiera ir al psicólogo pero sí una pastilla para dormir.

–Hay serios problemas con eso, aunque hayamos avanzado seguimos viendo un abuso excesivo. Y si encima el paciente tiene dolor y entramos en el mundo del fentanilo y la morfina...

–Este grupo poblacional también tiene mayor riesgo de suicidio.

–Sí, por todo lo que hemos hablado. Y ya no solo suicidios activos, por así decirlo, sino también pasivos. Eso lo notamos mucho en personas mayores, personas que deciden ese "irse dejando". Dejan de cuidarse porque ya no les importa seguir viviendo.

–¿Y qué podemos hacer?

–Involucrarnos. Todos conocemos a un familiar, aunque no sea muy directo, o a un vecino que se encuentra solo. En el covid la gente salió a hacerles la compra y charlaba con ellos, quizás deberíamos pensar en retomarlo. Es un problema que nos compete como sociedad y que nos podrá afectar a nosotros en el futuro.

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