El hombre arrollado por un tren en Gijón cruzaba las vías de forma indebida mientras escuchaba música con auriculares

La víctima, brasileño de 36 años y trabajador de la construcción, era poco conocido en la parroquia y acostumbraba a dar paseos o correr en la zona del suceso

Gabriel Cuesta

Era casi un ritual. A Francisco de Assis Paulino de Sousa, un brasileño de 36 años, le encantaba salir a correr por los rincones de Monteana. Así respiraba aire puro y conseguía evadirse de su trabajo en la construcción, motivo por el que llegó hacía medio año a esta parroquia rural gijonesa. Ayer volvió a calzarse las zapatillas para aprovechar la agradable mañana de una jornada tranquila. Era festivo y el tiempo acompañaba en el Día de Todos los Santos. Lo que no se imaginaba es que ese gesto, el de atarse los cordones de sus deportivas, lo haría por última vez. Paulino de Sousa encontró la muerte muy cerca del apeadero del tren, un punto habitual de su ruta de "running". A las doce y media de la mañana, cruzó sin mirar la vía mientras escuchaba música en los cascos. Una decisión temeraria. Lo que no vio fue un tren de viajeros a más de cien kilómetros por hora dirigirse hacia él. El conductor le pitó, pero no escuchó nada. Fue imposible frenar la maquinaria a tiempo.

El imprudente gesto le costó la vida al corredor. La música de sus auriculares le privó de escuchar el aviso del maquinista. El tren lo arrolló con tanta fuerza que lo propulsó contra una columna. El impacto lo mató en el acto. El cuerpo cayó a la carretera que une Veriña y San Andrés, a la altura del kilómetro 163.3 de la vía férrea Monteana - Fresno - Gijón. Se trataba de una de las unidades que cubre el trayecto entre León y la villa. Es un punto en el que el servicio no hace parada, como sí sucede en el caso de los Cercanías, por lo que a su paso por la parroquia de Monteana no aminora la velocidad. Tras lo sucedido, el tren paró su marcha a pocos metros. Allí esperó. El conductor, muy afectado por lo sucedido, se sometió a un control de drogas y alcohol posteriormente, tal y como marca el protocolo.

De inmediato, tras recibir el aviso, se personó una patrulla de seguridad ciudadana de la Guardia Civil. Al momento, vieron el cuerpo. Personal sanitario del Centro de Salud de La Calzada también se había movilizado hasta la zona. Nada se podía hacer por su vida. Taparon inmediatamente el cuerpo del fallecido a la espera de la autorización judicial para el levantamiento del cadáver. Hasta el lugar también se dirigieron miembros del Equipo Territorial de Policía Judicial de la Guardia Civil de Gijón. Fueron los encargados de proceder a la inspección técnico ocular y también recabaron los testimonios para esclarecer lo ocurrido. Todo apuntaba a la misma dirección, a confirmar la primera hipótesis: un fatídico despiste.

Los servicios médicos nada pudieron hacer. Acudieron de forma testimonial. El importante despliegue llamó la atención de los vecinos en una zona tranquila, donde cualquier revuelo es atípico. Un puñado de curiosos observaban trabajar a los cuerpos de seguridad desde la lejanía. Otros, al pasar con el coche, echaban la vista a la lona que tapaba el cuerpo del fallecido.

Los servicios funerarios, trasladando el cuerpo al Instituto de Medicina Legal de Oviedo. | A. González

Los servicios funerarios, trasladando el cuerpo al Instituto de Medicina Legal de Oviedo. | A. González / Gabriel Cuesta

Poco antes de la dos de la tarde, el médico forense procedió a realizar el levantamiento cadáver para su traslado a Instituto Medicina Legal Oviedo. Lo hizo ante la mirada de los cuatro compañeros de piso, también de trabajo, del brasileño fallecido. Todos ellos extranjeros, compartían vivienda en el Camino de la Melendrera, entre San Andrés y Monteana. Habían llegado hasta ese lugar para ganarse las habichuelas en la construcción. En el caso del muerto, allí llevaba aproximadamente medio año. Todos sus compañeros estaban visiblemente afectados.

Trataron de ayudar a la Guardia Civil a localizar a los familiares. El móvil de la víctima había quedado completamente destrozado por el accidente. Y ellos tampoco tenían ningún contacto con sus seres queridos. Su relación era más bien cordial, de compañeros de trabajo, de cara a tener una buena convivencia en el día a día. La Guardia Civil los acompañó tras el levantamiento del cadáver a su lugar de residencia para recabar más detalles del brasileño fallecido.

Ninguno de estos trabajadores era conocido entre los vecinos de la parroquia. Iban por su cuenta, a su aire, sin hacer vida con los habituales de toda la vida. El fallecido, Paulino de Sousa era, en realidad, el más deportista de todos ellos. Era conocido tan solo de vista en Monteana, donde era habitual verle salir a caminar o a hacer deporte. Una afición, esta última, que acabó por costarle la vida debido a un fatal despiste.

Suscríbete para seguir leyendo