Una intervención artística en una cantera de Vizcaya: el original proyecto promocionado por el Evaristo Valle

El proyecto, liderado por Víctor Arrizabalaga y Tadanori Yamaguchi, se prolongó cuatro años

Tadanori Yamaguchi y Víctor Arrizabalaga, ayer, en la presentación del libro en el Museo Evaristo Valle. | Miki López

Tadanori Yamaguchi y Víctor Arrizabalaga, ayer, en la presentación del libro en el Museo Evaristo Valle. | Miki López / Sergio García

El Museo Evaristo Valle albergó ayer la presentación del proyecto "La huella del tiempo", desarrollado, eso sí, a cientos de kilómetros. Se trata de una intervención artística en la antigua cantera de Angurreta, en Vizcaya, apoyada por el centro gijonés. "La hemos recuperado como un espacio para disfrutar del arte y la naturaleza", subrayó el artífice, Víctor Arrizabalaga, que eligió al escultor Tadanori Yamaguchi como la persona encargada de la intervención. Ambos son "amigos" de la Fundación Museo Evaristo Valle, como valoró Pablo Basagoiti, director del centro. De hecho, hay piezas de ambos artistas expuestas en el equipamiento. "La cantera tenía cierta vinculación con el paisaje tradicional japonés", afirmó Víctor Arrizabalaga. Yamaguchi abordó todos los frentes del lugar en aras de "establecer un diálogo con el entorno". "Es un proyecto majestuoso por su belleza y monumentalidad", ensalzó Arrizabalaga.

La iniciativa se alargó durante más de cuatro años. Tadanori Yamaguchi, residente en Pravia, desarrolló una estampación en aluminio de la superficie de la piedra, con cuatro estructuras poliédricas delimitadas por caras poligonales irregulares con tres, cuatro o hasta cinco lados. "El proyecto supuso una gran complejidad técnica", declaró Víctor Arrizabalaga. "La piel de las esculturas traslada la morfología de la piedra a las propias esculturas", explicó el artista vasco, que incidió en que se pretendía transformar el espacio "respetando lo que ha representado para la zona". Una cantera que evidencia las señales del paso del tiempo, su uso y desuso...

La idea debía cumplir tres directrices: no mover ninguna piedra, mantener la memoria del lugar y establecer un diálogo con el entorno. En paralelo, el proyecto ha dado pie a un libro que refleja el proceso seguido. El Museo de Bellas Artes de Bilbao acogió la presentación del ejemplar el mes pasado, mientras que la de ayer fue la primera en Asturias en el marco de una iniciativa que convierte una explotación minera en arte.

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