Entrevista | Ismael Serrano Cantautor, actúa el 16 de febrero en el teatro Jovellanos

Ismael Serrano, cantautor, actúa el 16 de febrero en Gijón: "Estoy en el viaje de buscar la sencillez y no la canción que puede cambiar el mundo"

"No solo lo digital cambió nuestra relación con la música; también sucede en los grandes festivales, tiene que ver con el déficit de atención"

Ismael Serrano, durante su último concierto en el Jovellanos.

Ismael Serrano, durante su último concierto en el Jovellanos. / Juan Plaza

Pablo Antuña

Pablo Antuña

Ismael Serrano (Madrid, 1974) estará en Gijón en el teatro Jovellanos el próximo viernes 16 de febrero (20.30 horas) dentro de la gira de promoción de su nuevo disco. El cantautor analiza el panorama musical actual, sus inquietudes y su trabajo.

–No falla con su cita en Asturias ni con el teatro Jovellanos.

–Sí, es una parada obligada siempre en todas nuestras giras, y más en el teatro Jovellanos, donde tocamos tantas veces. Fue uno de los primeros teatros que me abrieron las puertas cuando empezaba en esto de la música.

–Su nuevo disco, "Canciones de nuestra vida", refleja ese poder que tiene la música. ¿Hay algo que pueda marcar tanto como una canción?

–La música tiene un gran poder y valor terapéutico, que te lleva por un lado a poder soportar la adversidad. Y también cuenta con ese poder de convertirse en testimonio de lo vivido. Te transporta siempre a otro tiempo, al de esa canción que te marcó y acompañó. La música tiene ese componente atávico, de cantar canciones para recordar, celebrar y sobrellevar el duelo.

–¿Alguien puede levantar la mano y decir que no tiene canción de su vida?

–La idea y lo que uno intenta es que la canción de nuestra vida esté en permanente construcción. Vivimos con la esperanza de encontrar nuevas canciones que incorporar a nuestra vida, de vivir nuestras experiencias que se conviertan en nuevos versos para esa canción. O al menos así lo siento yo, que soy un tipo obsesionado con los relatos. Y entiendo que nuestra vida consiste también en buscar un relato propio, y cada uno tiene su banda sonora en forma de canción.

–Entonces, ¿qué nuevo relato de su vida cuenta en el este disco?

–Habla de cómo uno se trata de reconciliar con el paso del tiempo. Y que eso no conlleva solo una renuncia, sino que también te regala oportunidades de vivir cosas extraordinarias. También, de rebelarse contra ciertos mandatos que impone el modo social en el que vivimos y que de alguna manera genera frustraciones en torno a cómo es uno, cómo vive y cómo es su cuerpo. Todo eso sobrevuela de alguna manera en el disco.

–¿Cómo se refleja el paso del tiempo en un artista más allá de la madurez?

–No sé a quién escuché decir que le gustaría envejecer como un músico de jazz, que lo hacen con cierta sabiduría y un poso de tranquilidad, en el que se abandonan búsqueda estériles, que tienen que ver con los prejuicios de los demás, de tener que demostrar permanente lo que eres. A veces el músico es rehén de mostrar permanente su vigencia y conocimientos a la hora de componer, de buscar canciones más complejas lírica o poéticamente, pero luego te das cuenta que la búsqueda de la sencillez es casi más difícil. Estoy en ese viaje de buscar la simplicidad, dejando de lado esa obsesión de una canción que puede cambiar el mundo.

–¿Mantendrá su cercanía en los conciertos?

–Para mí es importante buscar esa conexión con el público, el relato compartido. No solo el mundo digital ha cambiado nuestra relación con la música, porque también sucede en los grandes festivales. Tiene que ver también con el déficit de atención. A los conciertos se va más a socializar que a hacer ese ejercicio de inmersión.

–¿La figura del cantautor está en peligro de extención?

–Creo que gozan de buena salud, aunque los propios cantautores reniegan un poco del término, porque supone otro tipo de formato. Quizás lo hacen porque el término cantautor está un poco estigmatizado y fuera de las tendencias actuales. Algunos artistas creen que podría penalizarles. Por eso digo que la canción de autor hay que reivindicarla por la tradición. No podemos ser rehenes de las tendencias.

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