Gijón despide un Antroxu multitudinario con desfile fúnebre y tamborrada

Miles de gijoneses arropan a la Sardina antes de su entierro

"Turbu" vela por la paz y una ciudad limpia en su testamento

Así fue el multitudinario entierro de La Sardina de Gijón: "Echó unos bailes y la llevó una gaviota"

Ángel González/Marcos León

El paseo de Begoña estaba expectante ya antes de las cinco de la tarde. La Sardina, de cuerpo presente. De fondo, una triste música. Aparecieron las clásicas plañideras, que no pudieron evitar el sollozo al anunciar el trágico fallecimiento de la querida «Turbulencia Marina de las Isobaras Relentes», conocida popularmente como «Turbu». Ni un enorme rollo de papel higiénico servía para contener las lágrimas de sus allegados, que tildaron de «terrorífico» el suceso de la muerte de la sardina, confundida con un pincho por una hambrienta gaviota. «¡Sálvame, soy un náufrago!», fueron las últimas palabras de la protagonista del Carnaval gijonés tras caer en un río Piles sin agua. Estragos de la sequía.

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Los fieles compañeros de «Turbu», «Mateo SAT» y «Alisio Parrochu», eran de los más afectados. «Mateo SAT» sentía un profundo «dolor». Sensación compartida por los cientos de gijoneses que se enteraron de la noticia de sopetón. «¡Que descanse en paz!», llegaron a clamar al unísono. Tocaba velar a una gran «folixera». Eso hicieron las hermanas Aida y Ana Peña junto a la pequeña Abril Pou. «Qué pena, estamos muy tristes. Ya veníamos de luto», afirmó Aida Peña. Las tres iban disfrazadas de Catrinas. «A ver si la vemos en el más allá», señaló la propia Aida Peña. Había que disfrutar el Antroxu por todo lo alto. Ana Peña hizo un buen balance de estos días de fiesta. «El desfile estuvo muy guapo, con mucha variedad», remarcó.

Tampoco desaprovecharon la ocasión de darle un último adiós a la sardina Jennifer Delmiro y su hija, Indira Yavorski, caracterizada como «mujer maravilla». «Pobrecita», dijo Yavorski en referencia a «Turbu». A Jennifer Delmiro, el Antroxu se le ha hecho «corto». De ahí que era inviable perderse la folixa de ayer. La tradición del entierro de la sardina es una de sus favoritas. «Me encanta, en Gijón es muy especial», sostuvo. Al escenario también subieron, afligidas y pañuelo en mano, Malena Antuña, Sofía Queipo y Elizabeth Canales. Adrián Díaz, de cuatro años y ataviado como un salvaje tigre, «echará de menos» a «Turbu». Hasta le dio un beso de despedida. «Esto hay que vivirlo, es un Carnaval muy familiar y lo pasamos en grande», subrayó su madre, Aitana Martínez.

Tras la entrega de premios de los concursos «antroxeros» tuvo lugar el cortejo fúnebre de la Sardina desde Begoña hasta la plaza del Marqués. Eso sí, de fúnebre poco gracias a los bailes y ritmos de las charangas, que animaron el cotarro después del chasco que se llevó el público con el desdichado destino de «Turbu». La muchedumbre se hizo a ambos lados del paseo para que las agrupaciones, cargadas de energía pese a los frenéticos días que han vivido, desplegaran su torrente de colorido, música y movimientos.

«Los Mazcaraos», como vencedores del certamen charanguero, lideraron la comitiva. Los gritos de «¡Enhorabuena!» de algún espectador se combinaban con muchos móviles al aire para grabar el recorrido de los grupos. Había quienes gozaban de una posición privilegiada, como los clientes de la terraza del Café Dindurra. También los había que el ensordecedor ruido de los tambores era demasiado para ellos y se tapaban los oídos para mitigar el efecto. Las charangas estaban hasta arriba de ímpetu.

Ya junto a la estatua de Pelayo, tras los últimos coletazos al son del tambor, se hizo el silencio para el entierro de la sardina y la lectura del testamento de la añorada «Turbu». Unos versos en los que aceptaba su fatal desenlace. «Pero la muerte nun mira / Nin apellidos nin perres / Ella vien con la gadaña / Nun te pregunta y tú muerres», redactó «Turbu», que pidió a los gijoneses mantener limpia la ciudad, «poner fin al consumismo» y reducir el uso de plásticos. «Güei yá termina l’Antroxu / Pero nun termina la guerra / Y la paz ye lo más importante / Igual que cuidar al planeta», reivindicó. Con un «¡Puxa la paz!» concluyó el momento del testamento, pero de ninguna manera la folixa. Las charangas brindaron una tamborrada final para despedir a la sardina, que recibió los aplausos de quienes abarrotaban la plaza del Marqués. Allí estaba Pilar García, disfrazada de «geisha» con su kimono. Había estado enferma durante el fin de semana, por lo que ayer no podía dejar pasar el tren de festejar el último día de Antroxu. «Hay que aprovechar y disfrutar, y más hoy, que estuvo el día guapísimo», aseguró Pilar García, una apasionada del Carnaval. Para ella es una religión. «Todos se animan y salen a la calle, la gente lo vive», ensalzó. Felices como nadie estaban, disfrazadas de monstruos, Patri Fernandes y su hija Mayra, de dos años y que ya tiene «alma charanguera». En la sillita incluso tenía un pequeño tambor por si se terciaba la cosa. De hecho, una de las integrantes de «Los Mazcaraos» es su madrina. «A mí el Carnaval siempre se me hace corto, estaría dos semanas más», bromeaba Patri Fernandes. Un coche de Funeraria Gijonesa se llevó a «Turbu», y con ella, el Antroxu de Gijón, que ya cuenta los días para la siguiente folixa.

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