Guiños a la familia, los enfermos y a los que sufren las guerras en la procesión del Sábado Santo en Gijón

Los penitentes, arropados por decenas de personas, acompañan a la Virgen de la Soledad por Cimadevilla

VÍDEO: La madrugadora procesión de La Soledad en Gijón

Vídeo: I. Peláez | Fotografía: M. León

I. Peláez

I. Peláez

Cansados ya de tantas jornadas de lluvia, a los penitentes de la Semana Santa gijonesa les esperaba un soleado día para disfrutar de la procesión matinal del Sábado Santo, la única que discurre íntegramente por Cimavilla. El olor a salitre y una suave brisa ambientaban junto al olor a incienso el Campo Valdés, donde se agolpaba decenas de fieles para arropar la Virgen María en su soledad. “Triste Madre, cuán sola te quedas / seré yo el consuelo de tu soledad”, pronunció el hermano mayor de la Santa Misericordia, Ignacio Alvargonzález, al iniciar el paso en medio de un silencio maestrante.

Los cofrades de la Santa Vera Cruz, en dos filas, marcaban el ritmo. La imagen de San Juan Evangelista, cariñosamente nombrado San Juanín de la Barquera, obra de Rafael García Irurozqui, iba custodiado por los hermanos de la Misericordia. Rosas y astromelias rojas, margaritas verdes, solidagos amarillos adornaban el paso. Al fondo, con su manto negro con adornos dorados, hacía aparición la Virgen de la Soledad, tallada por Antonio Ballester Vilaseca. Caminaba sobre los hombros de los integrantes del Santo Sepulcro, que adornaron el paso con alhelís, liliums, margaritas, rosas y hortensias blanca. Sonó entonces la voz de Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, para pronunciar el primero de los misterios dolorosos. Estuvo dedicado a los cofrades gijoneses y devotos de una Semana Santa marinera, al alza, pero mermada este año por las condiciones meteorológicas que obligaron a suspender las procesiones del Miércoles y Jueves Santo y a acortar el recorrido ayer.

La comitiva religiosa, manteniendo el silencio característico de esta emotiva procesión, tomó la calle del Escultor Sebastián Miranda para adentrarse en el barrio Alto. Entre las descuidadas fachadas se iban abriendo al paso de la procesión multitud de persianas, dejando palpable cómo las viviendas turísticas han tomado buena parte de Cimadevilla. Afortunadamente, por sus calles, se siguen viendo personajes autóctonos. Así, Gómez Cuesta siguió con el rezo del rosario y los misterios dolorosos que estuvieron dedicados a quienes sufren las guerras, a quienes "mientras nosotros estamos de procesión ellos tienen que coger un fusil o resguardarse de las bombas en Ucrania, en Sirio o en Tierra Santa". También a la familia, en especial a las gijonesas, para transmitir la fe; a los enfermos, con guiño especial a quienes padecen enfermedades mentales y también a los médicos y enfermeros que les cuidan y a los cofrades de toda España, con mención concreta a todos aquellos que por la lluvia se vieron privados de salir a la calle en tantas procesiones de la tempranera Semana Santa de este año.

Mientras Cimadevilla se iba llenando de incienso, los penitentes comenzaban a llegar a la capilla de la Soledad. Decenas de fieles les esperaban. Se sumaron a la multitud que escoltaba los pasos, encabezados por varios de los pregoneros de la Semana Santa de los últimos años. Con la Virgen como protagonista, con rezos y cánticos en su honor, se puso el broche a la procesión con la alegría de saber que mañana es Domingo de Resurrección.