Domingo radiante en Gijón para celebrar la procesión de la Resurrección
Cientos de personas se agolpan ante la antigua Pescadería Municipal para dar la bienvenida a la Pascua
El cielo despejado permitió hoy domingo que el sol alumbrase el camino de los feligreses para poner el broche a las procesiones de la Semana Santa gijonesa. El mar estaba en calma y comenzaba a retroceder para ir dejando al descubierto la arena de la playa de San Lorenzo. Surfistas, bañistas y paseantes, muchos por la orilla, disfrutaban de la espléndida mañana cuando los hermanos de la Santa Vera Cruz comenzaban a prepararse delante del paso de San Pedro, obra de Antonio Ballester Vilaseca. Unas redes cubrían las manos del Pescador. Anturios, rosas y claveles rojo, margaritas, alhelís, liliums, rosas y crisantemos blancos adornaban el paso, que, como es tradición, incluía en su parte delantera una pequeña imagen de Santa Elena, descubridora de la Vera Cruz y madre del emperador Constantino. La banda de tambores de la hermandad más longeva de la ciudad rompía el silencio de expectación en el Campo Valdés.
Faltaban quince minutos para el mediodía cuando los penitentes de la Vera Cruz enfilaban el camín de la Fontica desde San Pedro. Al otro lado del barrio Alto, los hermanos de la Santa Misericordia se agolpaban alrededor de la capilla de la Soledad. Los jóvenes integrantes de la Organización Juvenil Española (OJE) Cotollo afinaban sus instrumentos para escoltar a la Virgen de la Alegría. La imagen, de autor desconocido, salía por calle Artillería sobre los hombros de los penitentes de hábito blanco y capirote negro. Un velo negro la cubría. Alhelís, liliums, rosas anaranjadas con eucalipto y crisantemos verdes la rodeaban. Las manolas, vestidas de negro, lucían mantillas blancas y un pequeño ramo cada una entre sus manos. Otros cofrades portaban un cesto con pétalos de rosa. A las doce en punto iniciaban el paso, entremezclados con los turistas que a esas horas recorrían Cimadevilla. Con paso solemne descendieron por el Tránsito de las Ballenas con el puerto deportivo de testigo. Caminaban al encuentro, en dirección a la Plaza Mayor.
Al tiempo, desde la Basílica del Sagrado Corazón, los cofrades del Santo Sepulcro elevaban al Cristo Resucitado, una imagen obra de José Loureiro de Castro adornada para la ocasión con anturios, claveles y margaritas rojas, gladiolos, rosas, liliums, alhelís, hortensias, anturios y crisantemos grandes blancos y crisantemos verdes. Por delante, los pequeños integrantes de la cofradía del Niño del Remedio, con sus cruces y vestimentas. No faltaba la música, arropando al Cristo, gracias a la agrupación ovetense del Sagrado Corazón de Jesús. Por la calle San Bernardo acudían al encuentro.
A la altura de la antigua Pescadería Municipal, cuando el reloj pasaba ligeramente de la una, se produjo el encuentro. Máxima expectación. “Quita María esos lutos, y revístete de gala, que viene resplandeciente, el que por muerto llorabas”, se escuchó con dificultad. De pronto, el velo negro que cubría a la Virgen de la Alegría desapareció. Los cofrades se descubrieron para el ceremonioso momento. Tres genuflexiones realizó María ante su hijo cuando de fondo comenzaban a sonar los acordes del himno nacional español. Aplausos entre los asistentes para celebrar la Resurrección.
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