Entrevista | Jorge Otero-Pailos Artista y arquitecto, expone en Nueva York un proyecto escultórico y de preservación patrimonial

Jorge Otero-Pailos, el artista y arquitecto de origen asturiano que recupera la memoria útil de la Guerra Fría con sus esculturas en Park Avenue (Nueva York)

 "Con mis esculturas busco formas innovadoras de preservar el patrimonio a través del arte"; "Me fascina la interacción entre arte, arquitectura y diplomacia cultural; en parte tiene raíces en los veranos que pasé en Gijón con mi abuelo en su despacho, ejerciendo de cónsul del Brasil"

De izquierda a derecha, las esculturas "Analogue  sites", "Biosignature preservation" y "Byproduct  material", de Jorge Otero-Pailos.

De izquierda a derecha, las esculturas "Analogue sites", "Biosignature preservation" y "Byproduct material", de Jorge Otero-Pailos. / Simon Cherry

A. Rubiera

A. Rubiera

Tres esculturas monumentales de acero, creadas a partir de la torsión hasta el extremo de la valla que durante décadas rodeó la antigua embajada de Estados Unidos en Oslo, se muestran desde esta semana y casi hasta final de año en el gran bulevar de Park Avenue, en Nueva York. Son obra de Jorge Otero-Pailos (Madrid 1971), artista, arquitecto, académico y educador reconocido en el mundo por ser pionero en las prácticas experimentales de conservación. De hecho, Otero-Pailos, que lleva décadas afincado en América, es director y profesor de Preservación Histórica en la Escuela de Posgrado de Arquitectura de la Universidad de Columbia.

Sus obras de Park Avenue, agrupadas en la exposición "Analogue sites", ponen el acento "en la importancia histórica de las embajadas de la era de la Guerra Fría como lugares de intercambio cultural", explica. Son, por eso, un paso más que da este innovador creador en su ansia por "explorar las intersecciones del arte, la arquitectura y la diplomacia cultural". Esa diplomacia a la que se acercó, por primera vez, "en los veranos que pasé en Gijón, observando a mi abuelo paterno –Vicente "Chicho" Otero, casado con la gijonesa Antela del Castillo– en su despacho de Gijón, ejerciendo de Cónsul de Brasil".

–¿Qué hay detrás de este proyecto escultórico que acaba de inaugurar en Nueva York?

–Es la culminación de diez años de trabajo. La génesis surge cuando me empecé a interesar por el profundo significado histórico de las embajadas estadounidenses modernistas construidas durante la Guerra Fría. Como artista y arquitecto de preservación, desde hace mucho tiempo me fascina la interacción entre el arte, la arquitectura y la diplomacia cultural. Y la idea concreta sale de mi participación en la extensa renovación de la Embajada de Estados Unidos en Oslo diseñada por Eero Saarinen, que ayudé a restaurar del 2018 al 2023 junto con un equipo de arquitectos de diseño y preservación locales, incluidos Erik Langdalen, Atelier Oslo y Lund Hagem.

–¿Qué apreció?

–Sobre todo, el papel fundamental que desempeñaron estas embajadas en la configuración del intercambio cultural y lo vulnerables que son hoy. La embajada, construida en 1959 fue un modelo de apertura cultural. Como todas las de esa época, tenía una doble función como centro cultural estadounidense, contando con una sala de cine, biblioteca pública y galería de arte. Eran edificios urbanos, con puertas que abrían directamente sobre las aceras.

–Muy distinto del "blindaje" que tienen esos edificios hoy en día.

–Sí. La acogedora accesibilidad de la embajada de Oslo la hizo inadecuada en la época actual de mayor seguridad. En 2017 el edificio fue dado de baja y vendido a un promotor privado. Las autoridades noruegas del patrimonio inmediatamente protegieron partes del edificio, pero consideraron que la valla perimetral era insignificante.

–Ahí entra su visión.

–Queríamos preservar la mayor cantidad posible de la estructura original, pero hubo que quitar la valla para restaurar el edificio a su estado original de 1959. Como artista pude salvar la valla del desguace transformándola en esculturas. Adquiere así nuevos significados, conservando los antiguos.

–¿Tiene algún proyecto más amplio sobre otras embajadas?

–No todas las embajadas estadounidenses están corriendo la misma suerte que Oslo. Muchas se están demoliendo o desfigurando. Con este trabajo me quedó claro que lo que históricamente fue una red de algunas de las embajadas modernistas más importantes, diseñadas por destacados arquitectos para ser abiertas y accesibles al público, estaba siendo desmantelada y vendida, sus programas culturales recortados y la el Departamento de Estado se estaba mudando a edificios más nuevos y altamente seguros. En otras palabras, estaba presenciando el fin de una era y el comienzo de otra. Y me planteé la pregunta: ¿qué debemos salvar de la era que estamos dejando atrás?

–¿Y cuál fue la respuesta?

–No tenemos suficiente distancia histórica para comprender plenamente el papel que desempeñaron estas embajadas en la era que estamos dejando atrás. Por lo tanto, todavía no sabemos qué evidencia física necesitaremos en el futuro para darle sentido al pasado reciente. No podemos estar seguros. Y, sin embargo, las leyes de preservación están diseñadas para proteger sólo las cosas que se puedan demostrar como patrimonio con absoluta certeza. Muchas piezas importantes caen entre las grietas del marco legislativo. Eso es lo que le pasó a la valla.

–¿Por qué salvar una valla?

–Sentí que era muy importante por muchas razones, una de las cuales fue que la valla fue utilizada como símbolo por el propio Saarinen en el atrio central de la Embajada. En lugar de poner barandillas con pasamanos en los balcones, puso una valla de madera continua entre los pisos. ¿Por qué? Porque el edificio es una cancillería, y la palabra cancillería deriva de cancellus, la raíz latina de cancilla o valla. Toda cancillería es simbólicamente una valla que protege a la embajada. El guardián de la cancillería es el canciller o el embajador, que viene del latín ambactus y quiere decir servidor que media entre dos lados.

–Pero las autoridades noruegas no le habían dado ningún valor...

–El hecho de que la descartaran me demostró que no podemos iniciar una conversación sobre la preservación de la historia completa de estos edificios sin iniciar simultáneamente una conversación paralela sobre la necesidad de innovar en la práctica de la preservación.

–O sea, que pesa tanto la parte artística como la de su activismo conservacionista.

–Yo busco la innovación en la preservación a través del arte. Mi práctica artística es una forma de preservación experimental. Estas esculturas son una forma experimental de salvar un importante remanente material de nuestro mundo moderno que de otro modo habría sido borrado mediante la preservación tradicional, que ordenó la demolición de la valla.

–¿El material del que está hecho la valla también le interesaba?

–Estoy muy interesado en la historia y procedencia de los materiales que utilizo en mis obras de arte. Quiero que conserven su historia incluso cuando se conviertan en algo nuevo. Esto significa que hay un límite en cuanto a cuánto puedes cambiar los materiales durante el proceso de escultura. Pasado ese límite dejas de conservar el historial del material y empiezas a borrarlo. Estas esculturas son una exploración y prueba de ese límite. Lo que busco aquí es probar cómo podemos hacer algo nuevo sin borrar el pasado. Para mí este es el desafío del arte de este siglo: ¿Cómo forjar un mundo nuevo sin destruir el que tenemos? Entonces, lo que estaba tratando de hacer aquí era preservar no sólo la valla y su conexión con el sitio original en Oslo, sino también el proceso de construcción. Conservan tanto la valla como el acto de derribarla.

–¿Cómo hizo las esculturas?

–Lo que hice fue transformar el proceso de demolición en un acto creativo, en un acto escultórico. Convertí el equipo de demolición convencional en mi herramienta para esculpir. Un tractor equipado con una garra de demolición, más conocida como "garra de hierro", me dio el esfuerzo de torsión, la movilidad de 360 grados y la precisión necesarias para transformar la valla. Fui dibujando bocetos y acuarelas de cómo quería que se vieran las esculturas, pero no podía predecir completamente cómo terminarían luciendo antes de comenzar. La forma surgió a través del trabajo con el material.

Jorge  Otero-Pailos. | Daniele Molajoli

Jorge Otero-Pailos. / Daniele Molajoli

–¿Fue difícil?

–El material que usé es algo único, no sólo por ser un objeto histórico. Esta no es una valla metálica convencional con estacas huecas que se doblan fácilmente. Es completamente de acero sólido y fue galvanizada para hacerla indestructible. Es una valla de grado militar. No utilizamos calor para ablandar y doblar el acero. Simplemente usamos el poder de la maquinaria para girarlo y torcerlo, y luego llevamos las piezas a un almacén en las afueras de Oslo y las volvimos a soldar para formar estas esculturas.

–¿Por qué les dió la forma que tienen?

–La valla original era lineal. Las vallas viven en un mundo de líneas rectas, de divisiones, fronteras y frontalidades. Los dos frentes de una valla están enfrentados por definición. Una valla recta crea una confrontación binaria entre dos espectadores, dos posiciones en el espacio. Quería transformar la valla en una escultura que implique múltiples puntos de vista, convertirla en un volumen entorno al cual se pueda caminar y ver a través, pero que conserve la cualidad de la valla original de estar abierta y cerrada al mismo tiempo.

–Es profesor universitario. ¿Diría que hay un concepto muy limitado de lo que es "Patrimonio histórico"?

–Estamos en una nueva era en la que todos, no sólo los especialistas en conservación, somos más conscientes de que la tierra tiene recursos limitados y una capacidad de carga limitada. Pero nuestro sistema educativo no se ha dado cuenta de esto. Ese carácter distintivo de nuestra era nos llama a todos a que repensemos nuestras profesiones entorno a la idea de cuidar lo existente. Los profesionales del patrimonio tienen mucho que contribuir a la sociedad en general, pero para estar a la altura del desafío tendrán que experimentar sobre cómo expandir radicalmente los conceptos de patrimonio que provienen en gran medida del siglo XIX y que se han quedado anticuados.

–En estos momentos, qué faceta suya tiene más peso, ¿la docente, la artística, la de activista por la preservación?

–Trabajo el cien por ciento de mi tiempo en todas a la vez. Son inseparables.

–¿Sigue vinculado a Asturias?

–Aunque los abuelos fallecieron hace tiempo, mucha de mi familia vive en Gijón, y mis vínculos familiares son muy profundos.

–Si piensa en Asturias... ¿en qué piensa o qué le sugiere la región?

–¡Pienso en el Sporting de Gijón! Con mis hijos somos hinchas y seguimos los partidos por internet con gran emoción. Algún día me gustaría llevarlos a ver un partido al Molinón, que además es patrimonio al ser el más antiguo de España. Esperamos que en la próxima temporada el Sporting vuelva a Primera.

Una exposición en Park Avenue, siguiendo una idea que se inició en los años 60

"Con mis esculturas busco formas innovadoras de preservar el patrimonio a través del arte"

"Con mis esculturas busco formas innovadoras de preservar el patrimonio a través del arte" / A. Rubiera

"Sitios analógicos" es una exposición de arte público en Park Avenue compuesta por tres esculturas que, según su autor, "crean un diálogo entre la Embajada de Estados Unidos en Oslo y edificios de Nueva York que son similares en algunos aspectos importantes. Como el Edificio Seagram, otro hito del modernismo diseñado por Mies van der Rohe en 1957. El Seagram tiene una plaza en frente, que fue dónde nació la idea de exhibir esculturas en Park Avenue. Las primeras que se llevaron ahí, en los años 60, fueron fragmentos de monumentos históricos de otros países como una cabeza Olmeca traída de Tenochnitlan, o otra de Rapa Nui y dieron lugar a nuevas prácticas de preservación, y nuevas instituciones que las sustentaron. Con mis esculturas, que también son de un monumento histórico, pretendo recuperar esa historia de la preservación experimental en Park Avenue".

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