Vivimos en una vorágine de la celebración, celebraciones puntuales que concentran nuestra preocupación, nuestra solidaridad o nuestras reivindicaciones en forma de "Días de?"; celebraciones postmodernas y kitsch que organizan la concienciación colectiva y permite llamar la atención de la sociedad yconvertir en noticiable temáticas a las que no solemos prestar atención o no aparecen habitualmente en los medios.

Desde hace unos años, la llegada del verano se celebra con el "Día Europeo de la Música", una iniciativa del gobierno francés surgida en 1982 e internacionalizada desde 2006 que promueve el papel de la música como un instrumento para el encuentro y la convivencia entre culturas. Una fiesta muy alejada en el tiempos del tradicional 22 de noviembre (día de Santa Cecilia, patrona de la música) y que lamentablemente ha olvidado las reivindicaciones del mundo de la música en favor de su carácter lúdico-festivo. Es paradójico que sean los gobiernos quienes promueven este "Día de la música" a la vez que suben el IVA a los espectáculos, cercenan las escenas locales con normativas de conciertos en bares y expulsan a la música de los programas educativos.

En fin, reivindicaciones aparte, la cita lleva años celebrándose en Gijón con un concierto organizado por el Taller de Músicos en la plaza del Parchís (si el tiempo lo permite). En esta edición el sol acompañó y el calor de la jornada puso el marco perfecto para los ritmos de "Samuel & the Afrobeats", un grupo encabezado por el nigeriano Samuel Ogunmola que se enmarca en el estilo que conquistó la Costa de Guinea en los años setenta de la mano de su creador y máximo exponente, Fela Kuti. Una combinación de percusión yoruba, ciclos armónicos del highlife de Ghana, instrumentación soul y ritmos de jazz y funk; una mezcla verdaderamente explosiva y llena de vitalidad especialmente apropiada para ser tocada en la calle.

Samuel se rodeó de una banda de músicos que conocen bien los rudimentos de este estilo; Arturo Baum estuvo implacable manteniendo los patrones rítmicos de la batería que encajaron a la perfección con los suelos armónicos y los fraseos de Juan López al bajo, mientras Alejandro Álvarez mantuvo el "groove" de los temas con riffs constantes y llenos de brillo. Un terreno abonado para que Pablo Luna al saxo y Samuel (saxo, voz y percusión) llevaran la voz cantante en el desarrollo de los temas. Primaron los ritmos vivos, los patrones llamada-respuesta con canciones largas que invitaban a participar al público, pero también hubo espacio para piezas más lentas. Quizás lo menos acertado fue la división del concierto en dos pases, porque este tipo de recitales siempre va de menos a más, y el calor y la comunicación con el público se genera por acumulación; el parón de veinte minutos despejó la plaza casi por completo y la mayor parte del público que asistió a la segunda parte era nuevo.

De todos modos, el objetivo se cumplió: la música salió a la calle durante unas horas, en uno de los puntos más concurridos de la ciudad y centenares de ciudadanos de diferentes edades disfrutaron, al menos por unos instantes, del concierto. Lástima que la música saliera más para celebrarse que para reivindicarse, pero eso es algo que debemos hacer en el día a día, y no en el "día de?".