El hallazgo de una nueva especie de esponja en aguas de la Antártida gracias a un trabajo con participación del Oceanográfico de Gijón es un soplo de aire fresco en medio del monopolio de la actualidad que ejerce con crudeza el coronavirus. La investigación pone sobre la mesa la excepcional labor que lleva a cabo el centro dirigido desde hace más de once años por Javier Cristobo, biólogo de reconocido prestigio por su rigor y por su habilidad para divulgar el conocimiento, que pasea el nombre de la ciudad allende los mares. Y es la mejor forma de recordar a escala local, justo en estos días, la enorme importancia de la tarea científica, tan callada y tan denostada en los presupuestos públicos. El organismo recién descubierto será usado para avanzar en la lucha contra el cáncer y algunas enfermedades víricas. Vaya para el equipo que ha dado con él un sonoro aplauso desde los balcones.