Bravo, señor Pérez, bravo

El concierto de Luis Fernández Pérez

Will Egan

Will Egan

Un piano, un público, y un señor Pérez. Si los tres coinciden, dan una solución sencilla: una noche de música estupenda. La pasada semana, Luis Fernando Pérez, el concertista de piano madrileño de talla mundial, se acercó a la obra maestra de Isaac Albéniz, "Iberia", con valentía y celo, apoyado por una técnica impecable y un conocimiento profundo de la partitura. No obstante, quizás lo más notable de su interpretación fue su control.

"Iberia", una maravilla del piano y una cumbre de la literatura pianística para todos los tiempos es una obra que requiere un esfuerzo considerable: por un lado, la interpretación continua de los 12 fragmentos suma a una duración total promedio de 90 minutos y, por otro, las piezas van aumentando su dificultad técnico–musical conforme avanzan los cuadernos. No hace falta decir que una reproducción de alto nivel exige un pianista maduro.

Sin embargo, a través de un rubato que no cesa, a una pasión que lleva el clímax allende su pico más alto, Pérez tocaba con un control y una entonación perfecta que le permitió crear una sensación de movimiento y alegría en la sala; nos arrebató. Y después de dar el acorde final de "Eritaña" (la duodécima y última pieza de la obra), Pérez se levantó, se inclinó y salió del escenario con una sonrisa que parecería decir que esto no era el final. Y después de ser engatusado para volver a tocar un último número, tocó dos.

Entonces después de dos horas, dos bises y una rosa blanca, Pérez tocó la nota final para rematar una noche de música estelar. Y tras esta nota final, en el momento fugaz entre la nota y el estruendoso aplauso que le siguió, la sensación en la sala fue la misma: bravo.

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