España acosada

La deriva independentista es el cáncer de la Constitución consensuada

Paco G. Redondo

Paco G. Redondo

Con la excusa que viene el coco (la derecha "perversa") tratan de irse apoderando de todas las instituciones para prolongarse indefinidamente en el poder, de colarnos un régimen de izquierda bananera. A quienes adulan al poder para que les dé un cargo o una subvención parece no preocuparles una situación política tan absurda: negociando el gobierno español con los ex etarras y los de un prófugo de la Justicia, cuando han reiterado que su objetivo es fragmentar España para montarse señoríos feudales en Cataluña y País Vasco. La amnistía que anula el delito y la independencia unilateral son anti constitucionales. Fracasó con el PRI en México, sin alternancia en un desenfreno de corrupción, mafias y homicidios. Y en Venezuela chavista arruinada: ¿Ahora aquí?

De vez en cuando cargan por populismo contra la Corona. Cierto que Juan Carlos I ha defraudado con su comportamiento particular, no político. El argumento que la monarquía no se ha votado es burdamente falso. Se ha votado y aprobado abrumadoramente tres veces: en el pleno del Congreso específicamente (solo votó la república ERC), globalmente dentro de la Constitución en conjunto, y en referendo en conjunto por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. Cosa distinta es que habrá que eliminar la prevalencia del varón sobre la hembra en la línea sucesoria. El principio republicano del mérito es superior al hereditario monárquico, pero yo prefiero una monarquía parlamentaria liberal a una república izquierdista y sectaria (1873 y 1931).

Uno de los grandes logros de esta Constitución vigente, consensuada por AP (derecha postfranquista), UCD (centro-derecha), PSOE (centro-izquierda postmarxista), PCE (izquierda comunista) y nacionalistas catalanes ha sido superar la cuestión religiosa, ni catolicismo ni antirreligiosidad, apostando por la separación política y la colaboración social Estado-Iglesia y la plena libertad religiosa. En cambio lo que parecía una posible solución a la cuestión regional, el estado autonómico a la carta entre el centralismo de la C. de Castilla y el federalismo de Aragón y País Vasco, se ha revelado contraproducente. Pronto se entró en una carrera por más y más autonomía, que degeneró del gobierno más próximo y eficiente a un desvarío independentista, injusto y ruinoso. O se racionaliza y encauza o va a ser el gran cáncer de la Constitución del 78.

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