Asturias gripada
La economía sigue perdiendo competitividad
Ya empiezan a recortar las previsiones de crecimiento del PIB de Asturias para este año y el próximo, rebajándolas a 1,5% para 2024 y 2,1% para 2025. Ello debido a cuatro razones principales: el menor efecto de los fondos europeos de recuperación y próxima generación; el contexto de incertidumbre internacional (guerra de Ucrania, gas argelino, guerra de Gaza, comercio en el Mar Rojo); los costes energéticos irregulares y altos en invierno; y los impuestos elevados que desaniman la inversión. Por debajo de la media española, nada nuevo pues es lo que viene sucediendo en las últimas décadas en cuanto a crecimiento económico, población activa y ocupada, y caída drástica de la natalidad. Está demostrado aquí y allá que el modelo de lastre fiscal no funciona, es contraproducente y genera estancamiento.
Existen dos razones de fondo que no determinan, pero sí condicionan las circunstancias. Una es la situación periférica y el relieve compartimentado, y otra el clima, bueno por las temperaturas templadas, pero menos bueno para el turismo en general por las frecuentes lluvias. La España que más prospera en este sentido es la de las costas mediterráneas de sol, playa y fiesta, y las grandes capitales regionales (Madrid, sobre todo) con múltiples servicios y espectáculos, y abundantes congresos. La Naturaleza no se puede cambiar, hay que adaptarse a ella, si bien el clima evoluciona y a Gijón, Avilés y Oviedo les vendría bien un aumento de un grado durante el siglo XXI. Pero sí pueden cambiarse los factores humanos para impulsar el crecimiento sostenible.
Tenemos aún reciente el recuerdo del fracaso en Asturias, en los años 80 y 90, de las políticas mal llamadas de reconversión industrial, pues en realidad consistieron en reducción industrial. Ahora llevan varios años llenándose la boca de transición energética justa: la energía tiene que ver con la justicia como la velocidad con el tocino. Las fuentes de energía pueden ser más o menos contaminantes, renovables y eficientes, pero ni el gas natural, ni el viento ni el sol ni el agua son justos ni injustos. Por mucho que se hable de hidrógeno verde y cambio de modelo urgente y radical -¿qué sistema funciona mejor que el capitalismo de libre mercado?-, poner el carro delante de los bueyes es absurdo. ¿Dónde están las centrales de hidrógeno verde potentes y baratas?
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