Opinión

De líquido a sólido

Dar valor a la educación y a quienes educan para que las cosas cambien

Los centros educativos deben ser los núcleos fundamentales para la transformación y la mejora de la sociedad. Tal vez este comienzo suene un tanto rotundo al haber puesto una afirmación que deja poca cabida a interpretaciones que no sean la literal y es que quisiera, ya desde el inicio, empezar con lo que casi sería una declaración de intenciones.

Paulo Freire, uno de los pedagogos más influyentes y relevantes del siglo XX, apostaba por una educación que no fuese ajena al mundo y a los problemas de este, es decir, que debía estar en un contexto real para que realmente fuese efectiva y con sentido. Él decía que "la educación no cambia al mundo, sino que cambia a las personas que van a cambiar al mundo". A esta frase, escrita en una pared que veo siempre que entro y salgo de la Facultad, le pongo distintas caras: de mi alumnado, de docentes, de los niños, niñas y jóvenes a los que educarán…, depende de lo que haya ocurrido ese día en clase o del momento que nos toque vivir; el caso es que siempre me emociona porque una de las cosas por las que me hice docente fue porque creo en el poder transformador que tiene la enseñanza.

A veces, cuando se plantean cuestiones o problemas complejos siempre acabo llegando a la conclusión de que todo se habría arreglado educando previamente, pero como es un proceso largo que no da rendimientos inmediatos, se nos olvida recurrir a él y así nos va. No quiero decir con esto que la responsabilidad sea solo de los centros educativos, también debe ser una cuestión de las familias y también de toda la sociedad en general. En muchas ocasiones cargamos a las instituciones educativas con responsabilidades que van más allá de las exigibles y deberíamos cuestionarnos y examinar qué hacemos en casa o en el día a día porque también esos son espacios de aprendizaje.

Estamos en un momento complejo, en el que todo va más rápido de lo que podemos asimilar; formamos parte de lo que el sociólogo polaco Bauman denominó sociedad líquida en la que tenemos una sobredosis de información que mezcla la verdad con lo falso, una inestabilidad laboral unida a un consumo excesivo, un individualismo cada vez más acentuado y una escasa credibilidad en los modelos educativos. Desde las escuelas, los colegios, los institutos, los centros de Formación Profesional o desde la Universidad se pueden dar (y de hecho ya lo hacen) herramientas al alumnado para que "cuando salga al mundo" tenga la suficiente capacidad crítica como para ir cambiando ese estado líquido a un, llamémoslo así, estado sólido.

Creo que, si queremos que las cosas cambien a mejor, debemos empezar por confiar, creer y dar valor a la educación y a quienes educan. Tal vez ese sea el comienzo de muchas otras cosas buenas.

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