Opinión | Nuevas epístolas a "Bilbo"

Ingeniosidades vacuas (y 3)

Cuando a ti, "Bilbo", se te acaba la paciencia y al letraherido se le agota el ingenio…

Te quedan veinte años a lo sumo, nada, lo que dura un tango, para toparte con Borges, que ni te verá siquiera.

Te recuerdo y sauce. Te olvido y camposanto. O, dicho de otra manera: Te recuerdo y lloro. Te olvido y muero.

Paraíso y Dios. Si me das a elegir, me quedo contigo. Quedo contigo. Tierra y Fuego y Mar. Si me das a elegir, me quedo contigo. Quedo contigo. Luna y Cielo y Sol. Si me das a elegir, me quedo contigo. Quedo contigo. Si me das a elegir, me quedo contigo.

Onetti come sin masticar, engulle sapos y culebras. Mateo Díez traga: panza, redecilla, libro y cuajar.

Lágrimas de oro, tú no tienes la culpa del tiroteo. Lágrimas de oro, tú no tienes la culpa del cachondeo.

Rebeca lo sentó en el sillón de la sala de estar, frente al televisor. Su marido olía rico: una mezcla sabrosona de crema de afeitar, masaje facial y colonia. Antes de ocuparse del fregoteo de los cacharros y del repaso de la cocina, se agachó ante él, le pasó los brazos por el cuello y le dio en la boca un beso suave y prolongado. No era un beso de despedida, sino un recordatorio cotidiano de toda una vida en común, un beso contra el olvido. Eso, de mano y de consuno, pretendía Rebeca. Al salir por la puerta del salón, le escuchó exclamar: "¡Qué dulces me saben siempre tus besos, Amador!".

"Un chismecito paquí, un chismecito pallá. Qué manía tiene la gente. No hacen más que conversar, no hacen más que chafardear. Un chismecito paquí, un chismecito pallá. Que si comemos o no comemos. Que si soy o no soy millonario. Que si estoy preso porque maté a mi mujer. Un chismecito paquí, un chismecito pallá. Que qué bueno que está el mango. Que si mata la gente. Que si bebo aguardiente. Un chismecito paquí, un chismecito pallá. Que no lo sabrán porque yo no lo dije: Que viajo en tranvía, que se casa mi tía. Un chismecito paquí, un chismecito pallá. Qué manía tiene la gente. No hacen más que conversar, no hacen más que chafardear…". La guaracha que canturreaba con esos decires, son arriba, son abajo, Antonio Machín lo dejaba bien claro sin recurrir a los dengues del intelecto. Ni falta que hacen tratados sesudos, comunicólogos estrellas de pura pose, psicoanalistas argentinos de labia suelta, sociólogos norteamericanos de pega, tertulianos españoles vocingleros, filósofos germanos de adustas tesis, exégetas pedófilos del Vaticano… El mundo de la comunicación avanza que es una barbaridad entre vueltas y revueltas alrededor de los ombligos.

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