Opinión

Analfabetos secundarios

Afirmaba el pedagogo brasileño Paulo Freire que pensar es una acción. A diferencia de procesos como la digestión o la circulación sanguínea, independientes de nuestra voluntad, a pensar hay que ponerse. Escuchar, leer sin juicios previos, interrogarse, saciar la curiosidad, deducir y establecer un criterio propio con capacidad de ser argumentado, son la ecuación del pensar. Luego vienen otras acciones, pero ésta primera requiere esfuerzo. Sin él podemos ser víctimas de pensamientos precocinados por otros, generalmente de forma interesada, para que nos molestemos únicamente en hacerlos propios. Suelen llegar rodeados de ruido, incitar al odio y no resisten dos preguntas.

La periodista británica de la BBC Marianna Spring, experta en "fake news", asegura que hay que diferenciar entre quienes se creen acríticamente inexactitudes o bulos hasta extremos conspiranoicos y quienes los fabrican. Contra estos últimos todavía no hay regulación eficaz, confiemos en que llegue; con los primeros conviene no romper la comunicación y tratar, con paciencia y sutileza, de sacarles del terraplanismo mental. Son víctimas de un mal amplio denominado "analfabetismo secundario". Sobreinformación sin pensamiento crítico.

Sobrecoge la capacidad de algunas personas de defender un postulado no contrastado y hasta delirante cuando tenemos a mano más herramientas que nunca para poner en contexto y depurar nuestro pensamiento. Duele en toda la pirámide demográfica, pero es profundamente preocupante en las personas más jóvenes, tan vulnerables como decididas. Enclaustradas sin saberlo -porque no tienen memoria de vida sin conexión- en lo que la investigadora Remedios Zafra denomina "habitaciones conectadas": el espejismo de estar en red cuando, en realidad, se es un ser aislado y, por tanto, más frágil. Y ellos son la sociedad del futuro.

Acabo de llegar de un congreso de Formación Profesional organizado en Sevilla por la asociación nacional de centros FP Empresa. Administración, profesorado y responsables de centros formativos hemos de hacer el esfuerzo de anticiparnos a los perfiles profesionales para la sociedad que espera a nuestros adolescentes: la 5.0. Hiperconectada y en la que la inteligencia artificial convivirá con la humana, obviamente en desigualdad controlada por esta última. Incalculable potencial para territorios eternamente “periféricos” como Asturias, pero también tantos riesgos como un campo minado.

Llegar a esa sociedad completamente porosa en estado de analfabetismo secundario es muy peligroso y demuestra la irresponsabilidad de nuestra generación actual de adultos, que no estamos sabiendo en conjunto situarnos en el mundo conectado ni, por tanto, mostrar esas destrezas a nuestros jóvenes.

Transmitir la importancia de la escucha de voces muy diversas, los medios de comunicación profesionales, las expresiones culturales, la evitación de mensajes generadores de odio, el uso de herramientas de contraste y la capacidad de tener espacios de silencio y reflexión, es nuestra responsabilidad aquí y ahora. Parémonos a pensar si lo estamos haciendo. Y entremos en acción.

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