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Memorias | JOSÉ PEDRO SANCHO MARTÍNEZ, catedrático jubilado de la Escuela de Minas de Oviedo

"Si Oxford o Cambridge auditan la Universidad de Oviedo, la cierran"

"Cuando era niño se vivía mucho en la calle y en el parque, pero ahora, sin embargo, ya no hay pandillas; entonces nos pegábamos, tirábamos piedras y recogíamos chatarra, nos criamos muy sanos"

"Si Oxford o Cambridge auditan la Universidad de Oviedo, la cierran"

José Pedro Sancho Martínez, catedrático jubilado de la Escuela Superior de Ingenieros de Minas asturiana, nació en Oviedo hace 70 años, "en la calle la Lila, un sitio estupendo, que también se llamó Altamira. Fui, allí mismo, a un parvulario, el Loyolín, que dependía del colegio Loyola y que después pasó a Fray Ceferino. Cuando era niño se vivía mucho en la calle y en el parque, pero ahora ya no hay pandillas; entonces nos pegábamos, tirábamos piedras y recogíamos chatarra, nos criamos muy sanos. Al lado estaba el palacete de Antón Uría, que era militar. Yo era amigo de su hijo Tomás Széchenyi, que fue al Loyola conmigo, de mi curso. Aquella gran casa y al lado una caleya donde jugábamos a los banzones, a subir las tapias o a clavar el hierro. Éramos de clase media y, qué cosas, cogíamos chatarra para sacar unos duros. Hacíamos bombas de carburo. Se metía en agua para hacer acetileno y un voluntario le daba fuego con peligro de su vida. Mi madre me tenía que buscar para el bocadillo de la merienda, porque andaba siempre perdido por ahí. Entonces, por supuesto, se merendaba. Ahora no sé. Conocí a mucha gente, desde un palacio hasta una fragua donde se hacían los aros con los que jugábamos. Llegué tres o cuatro veces herido a casa, sangrando, y mi madre me metía debajo del grifo. Me clavé un fierro de la verja del Loyolín. Sí, nos criamos muy sanos".

Recuerda "en la panda de niños a uno que fue compañero después en Minas. Y a Quirós, de la librería Cervantes. Y otro que tiene ahora una carbonería donde la cárcel, Marcelino; era de los más humildes y ahora es rico. Y aquél de La Ibérica, una tienda que estaba detrás. Nos movíamos por motes. Allí estaba también el garaje Herrero. Y los Arias. No había supermercados, sólo las tiendas típicas. Iba cuando me encargaban en casa algún recado".

Trabajó "en?la Fábrica de Explosivos en Galdácano, Vizcaya, y me marché cuando al tercer intento asesinaron al Alcalde". Durante más de doce años fue ingeniero en Endasa, en Avilés, la actual Alcoa. "La vendió el expresidente Aznar. Contaba con 19 factorías. Sólo la fábrica de San Ciprián, en Lugo, valía más de lo que pagaron por el conjunto. Alcoa se comprometió a mantener producción y puestos de trabajo. Se forraron. Si se van ahora no perderían nada. Quieren que les pongan la energía barata. Pero también hay otros consumidores altos de energía que están hundidos. Pues, aun así, Alcoa se quiere marchar. El aluminio no va mal. Si hay exceso de capacidad de producción mandan a paseo las fábricas de Avilés y La Coruña. Están obsoletas. Pero en su día no pusieron cien celdas electrolíticas. De haberlo hecho, nadie se metería ahora con esa fábrica. Lo que tienen ahora es chatarra".

El Gobierno de Felipe González le obligó a optar entre su trabajo en Endasa, en Avilés, y la cátedra de la Escuela de Minas de Oviedo. Se inclinó por la Universidad. Se prejubiló hace tres años al considerar que la institución académica no está a la altura de su misión. Cree que "si Oxford o Cambridge auditan la Universidad de Oviedo la cierran". Sólo salva a la Facultad de Medicina y, en cierta medida, también la de Derecho.

José Pedro Sancho está casado con Carmen Gorostiaga. Son padres de cuatro hijos y abuelos de ocho nietos. Sigue activo como consultor. Tiene esperanzas en la instalación en Asturias de una factoría de manganeso electrolítico que cubriría todo el mercado nacional, ahora copado por los chinos. Y, como dice, "con mil faltas vivo la fe católica".

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