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Asturias, infierno natural

El agudo despoblamiento de la zona rural empieza a traducirse en una repetición cíclica de grandes incendios cuyo impacto cada día es mayor y que, como en el caso del Occidente, ya amenazan a zonas urbanas

Asturias, infierno natural

Asturias: de la idílica marca del "Paraíso Natural" al "Infierno Natural" retratado en la fotografía de Miki López sobre estas líneas. Es el desolador fruto del último incendio del Occidente. "¿Que qué está pasando? Pues que la realidad territorial de Asturias es que el monte supone el 80% de la superficie regional y que la sociedad asturiana vive de espaldas a él. Pero ese monte avanza hacia la sociedad de manera imparable, se nos está metiendo por la ventana y nosotros lo que hacemos es bajar la persiana. No estamos aplicando políticas de fondo para saber qué hacer con el monte. ¿No se supone que estamos en un cambio de ciclo económico? Pues habrá que aprovechar el principal recurso que hay en el medio rural".

El análisis lo hace el geógrafo José Antonio González Díaz, experto en ordenación del territorio y desarrollo rural. Y ahí está la raíz de la oleada de incendios que el pasado sábado arrasó miles de hectáreas en Asturias, unas 2.000 en el Occidente asturiano, especialmente en el concejo de El Franco, y que derivó en la muerte de un piloto de helicóptero que participaba en la extinción en de un fuego en el Oriente. González da en el clavo. No es que "sólo" arda el monte, son los cimientos de Asturias los que corren peligro de calcinarse. El jardín, hecho selva y fuego, puede también arruinar la casa urbana astur.

En 2011, en LA NUEVA ESPAÑA, el expresidente del Principado Juan Luis Rodríguez-Vigil escribía un artículo necrológico cuatro días después del gran incendio del Valledor que arrasó 4.000 hectáreas. En una hora y media, una lengua de fuego se comió una de las joyas forestales de Asturias. Las llamas corrían más que un coche. Vigil escribía: "El incendio del Valledor es premonitorio de lo que, a relativamente corto plazo, puede suceder en la mayor parte de esa enorme porción de Asturias que se acerca ya a una densidad habitacional de cinco habitantes por kilómetro cuadrado. Esto es, prácticamente, un desierto que ocupa un territorio tan grande como desconocido y abandonado a su suerte. A su mala suerte".

El sábado volvió a ocurrir. Miles de asturianos del Occidente costero sentían en sus carnes y haciendas una impotencia total. El fuerte viento del Sur, con rachas de hasta 100 kilómetros, empujaba el fuego desde la sierra boalesa y lo llevaba, saltando de copa en copa, hasta la misma costa de Viavélez. El aire estaba lleno de peligrosas "moxigas", pequeños restos vegetales incandescentes. Esa noche de fuego caprichoso hubo 151 focos activos en toda Asturias.

La investigación policial de las causas de esta oleada de fuegos -muy probablemente provocados- ha comenzado. Pero hay voces, como la de Rodríguez-Vigil, miembro del Consejo Consultivo, que demandan que se hurgue más a fondo. En síntesis, su argumento es que el monte arde porque nadie mira para él. Primero, el despoblamiento es la clave: ha dejado los valles sin ojos que vigilen ni manos que apaguen el primer foco. Segundo, la Administración ha aplicado un enfoque urbano al problema de la extinción del fuego. Más bomberos y menos cooperativas forestales, a las que Vigil confiere un papel clave en una intervención rápida en el mismo origen del incendio. Tercero: el 40% de la montaña asturiana es monte comunal, en manos de la Administración. Los vecinos, insiste Vigil, no sacan ningún beneficio directo, han sido desposeídos de su principal recurso. Conclusión: si quema, dicen, que lo cuide el guarda del Principado. Vigil pide "devolver el bosque al paisano, porque, como expresó en una reciente conferencia en el RIDEA sobre el problema de los comunales, "los paisajes de montaña más hermosos y característicos de Asturias se integran en montes comunales, los cuales, desde tiempo inmemorial, se han utilizado y aprovechado por los vecinos de las poblaciones aledañas sin que ninguna norma legal, Administración pública o funcionario alguno, ni de ahora ni de antes, ni ingeniero, ni biólogo, haya tenido algo que ver con la preservación de su belleza y calidad medioambiental". Subrayaba en esa intervención que hay que abandonar la mirada "bucólica" sobre el medio rural y atender a los duros problemas del envejecimiento, la despoblación, el minifundismo y el decaimiento de la actividad ganadera. Advertía sobre el distanciamiento cultural que se está produciendo entre la Asturias rural y la urbana, antes tan fundidas. "Muchos de los que viven en los grandes núcleos urbanos de la región están vinculados sentimental y muchas veces empalagosamente a la exaltación del paisaje y a un mundo más o menos folclórico que bascula entre lo real y lo inventado, o tienen respecto al mundo rural una idea meramente residencial de descanso, o de carácter turístico y hostelero".

Las quemas para abrir pastos son, sin duda, la principal causa de los fuegos intencionados. Y ahí es donde incide una corriente de opinión que discrepa abiertamente de las tesis de Vigil. Joaquín Arce, economista, ecologista y exdirector general de Política Forestal del Principado, subraya que la clave está en la persecución de los que queman el monte. "Lo fundamental es perseguir al delincuente. Lo mismo que no se puede justificar el terrorismo o el delito fiscal, no se puede justificar un delito contra la sociedad como son los incendios". No tiene pelos en la lengua. Quienes queman, sentencia, "son personas asalvajadas que gestionan el monte como una empresa en liquidación, sin futuro, a las que no les importa poner en riesgo a los demás o la sostenibilidad". La teoría de Vigil la considera propia "de políticos clientelares, demagogos y cacasenos". Rechaza que la "privatización" de los comunales sea la solución. Arce no ve esas dos Asturias de Vigil -"Ya no hay una Asturias rural y otra urbana, todos estamos en Facebook y Whatsapp"- y subraya que una clave para frenar los grandes incendios es ordenar el monte evitando una continuidad de masas forestales.

Las quemas son el asunto candente. "Hay una visión muy radical del ecologismo urbano, que pide fuertes castigos para quien realiza ese tipo de fuegos. Hay que huir de radicalidades y buscar un acuerdo. En Asturias hay una larga tradición de hacer quemas para rentabilizar los pastos. Es una práctica ancestral. Yo soy partidario de una regulación de esas quemas controladas. No es lo mismo quemar para mejorar el terreno que tirar una cerilla sin más. Para la gente del campo era normal quemar. Es algo que ha existido siempre y que es necesario encauzar. Hay que escuchar a la gente. Los vecinos deben ser copartícipes de los beneficios del monte para frenar el éxodo rural". Es lo que dice Jesús Arango, economista y exconsejero de Agricultura. Comparte visión con Vigil. "Mientras no haya una ordenación de los montes comunales, que no tienen una propiedad clara, seguiremos teniendo incendios. Tenemos no menos de 300.000 hectáreas de monte comunal con problemas de propiedad que componen un mundo muy complejo, y esto hay que abordarlo con mucha seriedad. Se necesita una comisión en el Parlamento, estudiar el asunto concejo por concejo".

Jaime Izquierdo, experto en desarrollo rural, lleva años reivindicando un nuevo enfoque de las políticas agrarias en la Asturias del despoblamiento, donde, según explica, el campo deviene en selva y pasa de ser un medio ordenado y contenido a una bestia vegetal y fogosa. "Si la única solución es poner más bomberos, eso es como si en materia de sanidad ponemos más unidades de vigilancia intensiva (uvi) para arreglar el problema". Y añade: "No sé ni quién ni por qué se produjeron estos últimos incendios. Eso es una causa policial. Pero también hay otras causas: Asturias tiene que asumir la realidad de que no podemos seguir teniendo abandonado el monte, pensando como hace 40 años. Tenemos que buscar fórmulas para mantener el monte y sacarle rendimiento. No hemos aprendido nada de lo que sucedió en El Valledor. Nuestras políticas forestales y ganaderas no sirven. Hay que modificarlas. Hasta hace poco no conocíamos estos grandes incendios y ya los conocemos. ¿Qué hacer? Repensar de manera inteligente lo que hacían los antiguos. Eso es lo que han hecho en Francia, y les ha dado resultado. En el Pirineo francés se ha aplicado un sistema de pastoreo más complejo y se han formado comités locales del fuego, en los que participan los vecinos, que ordenan quemas a pequeña escala".

El geógrafo José Antonio González inventó, a modo de reverso tenebroso, el concepto "Paraíso Matorral", en contraposición al idílico "Paraíso Natural" turístico. Eso es lo que ha producido el abandono del campo: matorral. Sus últimas mediciones apuntan a que, en los últimos 30 años, la superficie de matorral se ha duplicado. Y esa "matorralización" de Asturias, como dice Jaime Izquierdo, es sinónimo de una región con el depósito lleno a tope de combustible para el incendio de los montes. "Hemos asistido a la matorralización de Asturias sin hacer nada, y cuando el monte explota, nos echamos las manos a la cabeza", sentencia.

Tampoco en este punto se ponen de acuerdo las dos "escuelas" -la ecologista y la agraria, digamos- a la hora de buscar soluciones. Joaquín Arce sostiene que el matorral es el paso intermedio entre los prados campesinos abandonados y el bosque autóctono maduro, "y los bosques maduros no arden". Sostiene que debemos permitir que se complete ese proceso biológico.

Lo único en lo que ambos polos del debate parecen estar de acuerdo es que la casa urbana de Asturias tiene, cada día más, su gran jardín rural desatendido. Y en que eso es un problema regional de primera magnitud.

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