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La fiebre asturiana de los premios

Asturias ye piquiñina y galardonadora

Decenas de asociaciones y cofradías gastronómicas de la región conceden distinciones y honores para sus fiestas, en una fórmula que busca el reconocimiento de méritos y la repercusión mediática

Víctor Manuel, besando el nabo en la entrega del "Nabo de Oro" en Morcín.

En Asturias decimos que somos la tierra que más premios da. La que más de España en el primer culete, la que más da del mundo a mitad de la segunda botella de sidra. Escapa al presupuesto una investigación periodística que pueda confirmarlo. Sí podemos asegurar que lo que más ha trascendido de lo que hace Asturias en los últimos 40 años han sido los premios "Príncipe/Princesa de Asturias", que cumplen todos los requisitos que se piden en Asturias a un premio: te pone en el mapa, te sienta a la mesa a gente de fuera y te permite vestirte para la ocasión.

El invento graciano salió adelante en 1980 porque era útil a la monarquía, a la democracia, a la Transición y se hacía con reyes, patrocinadores políticos y financieros, medios de comunicación de Madrid y masilla de solemnidad. Aportaron lo asturiano el interruptor de la idea, Graciano García, esencia allerana; el secretario del Rey, Sabino Fernández Campo, luego conde de Latores, y el rico Pedro Masaveu Petterson, un ovetense poco dado a las fiestas sociales (y poco dado, en general, porque "Masaveu" y "dar" rara vez van juntos en la misma frase), quien puso el componente de misterio de intereses que acompaña a los premios hasta nuestros días.

Quedan para los asturianos la gala y las gaitas, apostarse en las calles de Oviedo y sudar en el teatro Campoamor y algunos encuentros con los premiados, a los que durante años no se les molestaba con actos públicos en los que se pudiera aprender nada.

Siempre hay razones para dar un premio, pero ¿hay tantas razones para dar tantos premios como se conceden en Asturias? Hay tantos premios que no se puede contestar, pero sí apuntar algunas causas de ser tan galardonadores.

El clásico aislamiento de Asturias es el primero. Los premios traen a Asturias a gente que, de otra manera, no vendría. No estamos dentro, ni cerca, ni somos tan atractivos, ni nuestra actividad económica los atrae para hacer negocios... Aquí se viene a hacer turismo rural, a cachopar adioses a la soltería y a recibir premios. Premiamos con premios y honramos con honores de cofrade a gente de fuera porque es la manera de hablar con ellos y de sentarlos a la mesa. Los jurados premian y se premian.

Conforme baja la pretensión política e intelectual de los premios y sube la gastronómica y festiva aumentan las posibilidades de que el premiado sea alguien que sale en televisión. En lo más alto de los premios festivos está Morcín. Este concejo del Aramo se sacó un premio del nabo y lo otorga según le sale del libre albedrío a la Cofradía Amigos de los Nabos de La Foz. Han sido honrados por el nabo el seleccionador nacional de fútbol Vicente del Bosque y el cantante Miguel Bosé y fue propuesta Michelle Obama, primera dama estadounidense.

Antes de que el mundo alcanzara las actuales cotas de estupidez social en red, en Asturias ya se cultivaba traer "people" al "pueblu"; una "celebrity" pa la celebración y se hacía la foto de grupo de directiva o cofradía con famoso antes de que se imaginaran el "selfie" o Instagram.

Muchos de estos premios no tienen dotación económica, pero agasajan en la calle y se consuman en la mesa como corresponde a cofradías gastronómicas. Se podrían medir por un índice de fartabilidad (phartability index). En Avilés, la Cofradía del Colesterol contradice su orgullo lipémico concediendo tres premios saludables. La Orden del Sabadiego, con su premio porcófilo, un premio nacional de Periodismo en las fiestas del picadillo y los "Villa y Condado de Noreña" en la festividad del Ecce-Homo, concede a Noreña una alta fartabilidad (high phartability).

El aislamiento también se quiere romper de vuelta y se busca que el famoso te ponga en el mapa sacándote en el telediario o atrapándote en las redes sociales, pretensión creciente en una globalización con un mapamundi lleno de topónimos resonantes por las cosas más bobas. Esto pone al día lo que hace 30 años eran los pregones del periodista Tico Medina que aseguraban una prosa granadina adecuada a mar y montaña y, frecuentemente, un artículo de agradecimiento en un medio de comunicación. Los pregones hace años que no se cobran. Los pregones se encargan, se preparan, se escriben y se leen o memorizan, cobran el gaiteru, el de los voladores, el del sonido, la orquesta, la Policía Municipal, el payaso de los globos y la señora de las garrapiñadas, pero no el pregonero, salvo que sea de fuera de Asturias. El pregonero recibe el honor de trabajar para decir lo que siente de un lugar a cambio de ser deficientemente escuchado. Ocupa el escalón más bajo del reconocimiento.

La segunda razón de los asturianos para ser galardonadores es el carácter grandón y dado a invitar. "Ye muy arrogante", decimos en la acepción más campechana de la palabra que se usa para el altanero. Una sociedad que premia y reconoce parece generosa, pero genera mezquindad y envidia. Un premio siempre crea más candidatos que galardonados y en cada edición multiplica el número de aspirantes y excluidos. Cuanto más crece la repercusión del premio más aumenta la frustración del aspirante que no lo consigue.

Los premios, cuando son muchos, castigan más de lo que premian. Es decir que Asturias, como premia mucho, agravia mucho. El que no tenga un premio en Asturias debe de sentirse como el que quedaba sin gorra de la Caja de Ahorros en la Feria de Muestras. Una escritora asturiana me comentó hace años: "Asturias no se ha portado bien conmigo". No supe quién era Asturias. Seguramente, era algún premio. Quería reconocimiento.

Frente a los que no tienen ningún premio están los que, por tener muchos, los quieren todos. Los coleccionistas de premios, de placas, de honores son personas con vanidad y trastero amplios. El ejemplo universal es el magnífico escritor Mario Vargas Llosa. Si en vez de arequipeño fuera cabraliegu no le faltaría ningún producto astur en oro o en plata. Hasta el fato del año sería el novelista, aunque para tener ese premio hay que ser nacido en Luanco mismo y haber hecho algo por las tradiciones de la villa. Los coleccionistas de premios son acaparadores que dicen estar dolidos con Tineo porque no le concedieron el chosco de oro a pesar de que atesora la avellana de oro de Allande, la llámpara de oro de Quintes, la castaña de azabache de la Asociación de Vecinos de San Justo y Pastor (Villaviciosa), la...

Los premios dan alegría al que los concede y al que los recibe. Si Asturias da tantos, será porque lo necesita.

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