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Inmersión en el Cantábrico

Los fondos costeros de Asturias ofrecen un espectáculo de vida que sorprende por su variedad y vistosidad, y donde no faltan peces e invertebrados de brillantes colores

Inmersión en el Cantábrico

Esto -como cantaba Loquillo a finales de los ochenta- no es Hawai. Ni la Gran Barrera australiana. Ni Maldivas. Ni el Mar Rojo. Aquí no hay exuberantes arrecifes coralinos (aunque sí existen formaciones de corales de profundidad) ni cardúmenes de miríadas de peces de colores a cual más deslumbrante y adornado. Pero los fondos del Cantábrico ni son un muermo ni pintan en blanco y negro. Hay vida, mucha, y comprende especies de increíble vistosidad y otras de aspecto y/o costumbres peculiares. Los peces, por su propia movilidad, su tamaño y sus hábitos, son los elementos más visibles del "acuario" cantábrico para quien se anime a hacer una inmersión estival en alguna playa o cala de Asturias, simplemente provisto de gafas, tubo y aletas. Pero hay otros organismos merecedores de atención, si bien dar con ellos requiere una cierta capacidad detectivesca, basada, más que en la deducción sherlockiana, en una información previa que oriente la búsqueda. Que empiece la gymkana...

Los peces, en efecto, saltan a la vista, salvando aquellos que gustan de ocultarse en oquedades o que se entierran en el fondo, donde alguno puede dar más de un disgusto: todos los años se dan varios casos de bañistas que pisan peces escorpión en las playas, nada grave pero sí muy doloroso. Los que se mueven libremente y se dejan ver incluyen bellezas tropicales como la julia o doncella, de intenso color rojo, y la maragota, que también viste de rojo, más tornasolado. Las rayas, como las del sargo breado, son otro diseño triunfador y llamativo. Muchos peces de fondo o de roca optan, en cambio, por el monocromatismo y el camuflaje, como el abundante chaparrudo o pixiapu y los peces planos (las familias del lenguado y de las rayas).

Pero no se puede hablar de las vedettes de los fondos litorales sin mencionar a las liebres de mar, con atrevidos diseños de color (que cambian con la edad, en paralelo a la evolución de la dieta del molusco), ni a las anémonas, provistas de células urticantes que responden al contacto, y que suman a su delicado colorido su aspecto plumoso. Estos y otros organismos sésiles, es decir, aquellos que viven fijos a un sustrato, son más discretos que los nadadores y los marchadores, los que caminan por el fondo, como algunos crustáceos, cuya representación comprende el cangrejo peludo, vinculado a los ambientes rocosos en las aguas menos profundas.

Los tiburones no necesitan ningún atributo especial para llamar la atención: su nombre les precede. Aunque el más común en los fondos costeros es la pequeña e inofensiva pintarroja, alejada de la imagen tópica (y deformada) de los selacimorfos o escualos.

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