La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

PACO M. GUISASOLA | Empresario del textil al por mayor

"Viví un tiempo en que con 25 céntimos eras el rey del mambo"

"Un día me llegó un viajante con un muestrario de un amigo gallego que hacía batas y peleles; quizá fui el primero en vender aquí ropa del dueño de Inditex"

Paco Guisasola, en su casa de Melquíades Álvarez, calle donde ha transcurrido gran parte de su experiencia vital.

En el año 1940 abrió en Oviedo Almacenes Guisasola, comercio de textil al por mayor en medio de una ciudad destruida por la guerra. Paco Martínez Guisasola tenía entonces 5 años y conserva un vago recuerdo de aquella tienda en la calle Melquíades Álvarez, que se abastecía de género muy a duras penas en un país fracturado. La mercancía llegaba sobre todo de Cataluña, pero la cantidad y los plazos quedaban condicionados al albur de los tiempos marcados por una España desangrada.

"Nací en 1935 y vengo de una familia de comerciantes. Uno de mis abuelos fue viajante y trabajó para una paquetería que se llamaba Almacenes Fernández. Mi padre era contable. Vine al mundo en un piso de la calle San Bernabé, en Oviedo, y claro, de la guerra no me enteré. Cuentan que me la pasé en La Caridad porque allí, por el Occidente asturiano, había mucha más calma y la familia tenía casa".

Francisco Martínez Guisasola. Para los de Oviedo de toda la vida, Paco Guisasola. También para los pioneros del esquí en Asturias y para los comerciantes de una generación valiente que se abrió camino entre cenizas. El segundo de cuatro hermanos, una saga atípica porque entre Isabel -la mayor- y Covadonga -la pequeña-, ambas fallecidas, había una diferencia de casi dos décadas. Se casó la primera cuando su hermana era apenas un bebé. En medio, Paco y su hermano José, siete años más pequeño que él, médico cardiólogo.

"Lo reconozco. Yo era lo que se entiende como un 'trasto', de los de peleas en el Campo San Francisco, aunque a los dos minutos fuéramos todos tan amigos. No me quejo de aquel tiempo, fui un niño feliz. A los 5 o 6 años ya me habían matriculado en el colegio de La Milagrosa, en la calle Gil de Jaz, y allí me tocó sor Julia, una monja que me traía por la calle de la amargura, y supongo que con razón porque como estudiante no fui ninguna maravilla. Llegaba a casa con las notas y la bronca, claro, no iba para la monja, sino para mí. Y de vez en cuando caía una bofetada y no quedaba otro remedio que quedarse con ella".

Julia Santamaría, sor Julia, hija de la caridad exigente, alta y seria, y quizá con un punto de psicopatía, llegó al colegio ovetense en 1941 y empezó a dar clases en él cuatro cursos más tarde. Hasta su jubilación. Falleció en el pasado mes de enero a los 97 años.

"Yo no paraba. En realidad, en aquel Oviedo de posguerra nos criamos en la calle, jugando a la pelota o a las chapas. De vez en cuando pasaba un coche y nos apartábamos. Había que ver cómo estaba aquella ciudad, la parte de la calle Uría más cercana a la estación de tren estaba arrasada. Los chiquillos íbamos a jugar al baloncesto al patio del convento de Santa Clara, y no nos dejaban subir al edificio porque había riesgo de que aquello se viniera abajo. Fui testigo de una ciudad en ruinas, pero también asistí a su reconstrucción".

Almacenes Guisasola fue fundado por el abuelo de Paco Guisasola, su padre, Francisco, y su tío José. El abuelo, casi ciego y enfermo de diabetes, apenas pudo disfrutar del negocio. Murió dos años más tarde. Le hubiera gustado comprobar que la iniciativa, centrada en el textil y el calzado, fue todo un éxito comercial.

"Mi padre estaba viajando continuamente a Barcelona. El mayor problema no era vender, sino que te surtieran de mercancía. La ropa llegaba por ferrocarril, metida en grandes cajas de madera. Al principio la traían a la tienda en carretones tirados por caballos, y eran tiempos en los que había tal necesidad de artículos que al día siguiente se quedaban las estanterías medio vacías. La gente los estaba esperando. De Cataluña nos llegaban unas camisetas de felpa para el invierno que tenían una venta impresionante. Aquellas camisetas circulaban por los mercados de toda España y las fábricas mandaban lo que podían. Unas veces más y otras menos".

Se ganaba dinero "a costa de trabajar mucho", en un entorno comercial muy distinto al actual. "Hasta mediados de los años cincuenta el consumo era de pura necesidad. Las modas no cambiaban, si algún artículo te quedaba sin vender, pues lo vendías en la siguiente temporada y no pasaba nada". Poco a poco las producciones se fueron regularizando, y los envíos también. Apareció el acrílico y los conjuntos femeninos de chaquetina y jersey que hicieron furor. Las españolas los veían en el cine y ya en color. Y de repente aquella moda "casual" de las actrices de Hollywood asomaba por los escaparates de una capital de provincia.

"Mis padres me mandaron interno para el colegio de los jesuitas de Gijón. Yo hice algún mérito. Vamos, que acabé en el internado por 'bueno'. Gijón estaba al lado de casa, pero al principio lo pasé mal. Aquella experiencia, en todo caso, me fue positiva porque la nueva situación sirvió para encarrilarme. Recuerdo unos jesuitas firmes y severos. Ya de vuelta, terminé el Bachillerato en el colegio Loyola, en Oviedo".

Fue retornar a la ciudad burguesa que despertaba, y al eterno ir y venir por el paseo de los Álamos. "De siete a nueve de la tarde, arriba y abajo. Recuerdo una época en la que el tramo de la calle Uría entre Toreno y la Escandalera se cerraba al tráfico, al poco que había, para que la gente pudiera pasear con más tranquilidad. Sólo dejaban pasar a los tranvías. Tengo la imagen grabada de aquella calle Uría que se parecía poco a la actual. Era una calle preciosa, con sus palacetes y sus chalés? y todo lo fueron tirando en nombre del progreso. Una aberración".

El Campo, la calle Uría, los cafés? "El Cervantes y el Peñalba, entre otros. Desaparecieron todos. Me encanta ir al Dindurra, en Gijón, porque me recuerda aquellos viejos cafés de Oviedo donde nos llevaban a merendar. Grandes y algo señoriales".

Almacenes Guisasola funcionaba a base de viajantes que se recorrían Asturias aunque aquella empresa también trabajó en Galicia, León y algo en Cantabria. "Era un trabajo duro porque en los años cuarenta no disponíamos de coches y los viajantes cogían sus maletinas, dos o tres, y para el tren. Llegaban a la localidad que fuera, pero también trabajaban los pueblos de la zona, en caballo y a veces en burro. Después conseguimos unas furgonetas que eran de fabricación nacional y muy malas, pero al menos se ganó en comodidad".

Oviedo estaba lleno de almacenes al por mayor. Paco Guisasola cuenta hasta once, apoyado en su memoria. La Panoya era todo un símbolo; Almacenes Condal estaba en la calle Fray Ceferino, y Simeón, en la de San Francisco. "Rojo Cortés, Emilio Gallego, Herrero, Almacenes Álvarez, los de José Díaz Sánchez... En calzado la gran referencia eran los Almacenes Paredes, que vendían para toda España".

El término "almacenes" obliga a una explicación. Nada que ver con los grandes almacenes o medianas superficies, que son establecimientos que venden directamente al consumidor. Los viejos almacenes de mediados del siglo XX en Asturias vendían a los comerciantes. "Era curioso. Los lunes el almacén se llenaba de gente de Grado, que venían a reponer sus productos después del día de mercado. Y así con otras localidades. Pero no era sencillo vender en una época en que diez céntimos tenían mucho valor y generaban batallas enormes. Te llegaba un comerciante y te preguntaba: ¿a cuánto vendes la docena de calcetines? Pues a tanto. Y te decía: pues me voy al almacén de la competencia, que me lo dan un poco más barato. Ese un poco más barato eran como mucho unos céntimos, claro".

- ¿No vendían al por menor?

-Por compromiso o por amistad. Si llegaba alguien a quien conocíamos y nos pedía una prenda, la vendíamos al detalle, pero era un problema porque había que abrir cajas y marcarlas. No era lo nuestro.

El almacén abría a las nueve de la mañana hasta la una de la tarde, y de tres a siete. "De lunes a sábado, inclusive. Después empezamos a cerrar los sábados de tarde. Llegamos a ser 49 en la empresa. Yo empecé a estudiar la carrera de Comercio y después amplié a perito mercantil. Fueron estudios que me vinieron muy bien porque ya estaba trabajando en la tienda. Y tenía mi sueldo. Eran tiempos en que con diez pesetas se hacían cosas. Y de pequeños, con 25 céntimos en el bolsillo nos creíamos los reyes del mambo".

Paco Martínez Guisasola vio crecer Oviedo. "Esta ciudad es como una escalera. El peldaño inferior, General Elorza. Después, Uría; más arriba, Santa Susana. Y sigue subiendo. Lo cierto es que Oviedo creció por arriba, por el sitio menos cómodo. Por donde había terreno llano se fueron instalando industrias. Oviedo acababa en el puente de la Argañosa y en Llamaquique, donde íbamos a jugar al fútbol y se instalaban las barracas. Todo tierra. En la actual plaza de España estaba el hospital militar, destruido. Subíamos en tranvía hasta la zona de La Gruta y el merendero de Pin de la Quinta. Pasada la plaza de toros teníamos unos familiares con una casina, que estaba al lado de la del padre de Sabino Fernández Campo, y aquello era campo abierto. Por encima del chalet de Miñor, praos y casas sueltas".

En el año 1953 Almacenes Guisasola cambia de acera. En sentido literal. El viejo local deja el lado de los números impares para situarse enfrente. "La casa la construimos para la familia. El almacén en el bajo. Mis padres vivían en el segundo; mi tío en el quinto. Otros pisos los alquilamos. Aquí vivió por ejemplo Alfredo Blanco, el médico".

En los cincuenta Almacenes Guisasola se consolidó. En los sesenta ya formaba parte de la nómina de comercios de primera línea. "Un día me llegó un viajante con un muestrario de un gallego amigo. Mira a ver esto, qué te parece. Era un muestrario de batas y de ropa de niño, los peleles. Le compré cosas y nos pusimos a venderlas. Y funcionaron muy bien, la verdad. Tiempo después me enteré de que nosotros habíamos sido los primeros o los segundos que vendimos en Asturias ropa de Amancio Ortega, el dueño de Inditex".

Segunda entrega mañana, lunes:

Desgarro en la carretera, los locos del

esquí y los pagos a cuenta

Compartir el artículo

stats